Willi, lo que te mató fue tu ego por Gonzalo Martín

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Fueron dos días intensos con un final que nos entristeció a muchos. Willi McKey se suicidó lanzándose al vacío desde un noveno piso en el barrio de Recoletas de Buenos Aires, Argentina.
Un dia antes una tuitera con el pseudónimo de “Pía” hizo pública la denuncia que tuvo reservada durante casi seis años:
“He decidido finalmente hablar de mi experiencia de abuso con el escritor venezolano Willy McKey:
Conocí a Willy en el microteatro 2015, yo empezaba a empaparme de una movida intelectual y cultural caraqueña de la que me moría por formar parte. En el 2015, también, tenía 15 años”.
Escribió “Pía” en su recién creada cuenta de Twitter el mismo mes, a las 02:11pm del 28 de abril.
A las 03:38pm del mismo día el escritor señalado escribió un tuit:
“Ha salido un episodio de estupro del año 2015 del cual debo hacerme cargo”
Muchos pensábamos que McKey saldría a defenderse y/o a enfrentar a la justicia.
A través de su cuenta en Instagram el poeta escribió tres post donde no define bien su situación, o sea, un sí pero no.
En la ambigüedad de sus escritos se podría apreciar más su culpabilidad que inocencia; hasta que lo dejó claro: “he cometido estupro”.
Comenzó la vorágine virtual de acusaciones y algunos desmentidos automáticos en las redes sociales.
La cayapa fue monumental.
Willi McKey renunció a todos sus proyectos y trabajos para enfrentar la situación; Prodavinci le retiró el apoyo y lo despidió, comenzaron a analizar retirarle el Premio Nacional de Poesía ganado unos años antes.
McKey se quedaba solo.
De “Pía” no se supo más nada.
McKey, como dije, mantuvo el interés de la gente haciendo algunas apariciones en las redes.
El cerco mediático a través de las RRSS sobre el poeta, periodista y analista político se cerraba velozmente.
McKey estaba agarrado solo de la brocha.
A las 06:29pm del veintinueve de abril corre el rumor que se lanzó al vacío desde el apartamento de una amiga en Buenos Aires.
Al rato, el comediante George Harris cuelga un tuit que dice:
“Las redes logran hasta que te mates”
(Después lo borró e igual Twitter le canceló la cuenta a Harris).
La opinión del comediante ha sido compartida por mucha gente.
Es así que me pregunto:
¿Tienen las redes sociales el derecho de juzgar a la gente hasta lograr que no resistan la presión al punto de suicidarse?
En principio, mi opinión, es que a McKey no lo empujó a la acera ninguna red social, lo hizo su propio ego. Estoy convencido que no soportó ser descubierto y fuese bajado del pedestal donde él mismo creía estar.
Si el escritor pudo soportar perfectamente el “remordimiento” de haber cometido estupro (como él mismo lo denominó) durante seis años… ¿Cómo de repente si toma conciencia del abuso cometido?
Para mi es evidente la respuesta: no soportó dejar de ser quien se sentía.
Eso, o quizás temeroso que aparecieran más denuncias buscó un atajo para no convivir con el desprestigio público.
Entonces, ¿Qué tan influyentes son hoy las RRSS en las opiniones y decisiones individuales y colectivas?
Ya vimos lo que hicieron (las RRSS) en las últimas elecciones de los EEUU.
Son gestores propios de la censura y además, también sus usuarios son capaces de influir siempre y cuando estas plataformas así lo permitan. Por ejemplo, el caso del comediante Harris que fue castigado, perdón… censurado.
A raíz de “Pía” y a través del movimiento #YoTeCreo en español y #TooMuch (en inglés) han comenzado a aparecer en Venezuela y el mundo denuncias; algunas anónimas otras con voz, caras y nombres.
¿En qué momento sabremos cual es cierta y cual no?
¿Se convertirá en una herramienta para la denuncia real o para el desprestigio o chantaje?
Muy delicado, asunto muy delicado este.
En cuanto a Venezuela, sabemos que entre muchas cosas, las denuncias (las pocas que se hacen) no prosperan porque simplemente no existe justicia que se haga o quiera hacerse cargo.
Los orígenes de los abusos sexuales son ancestrales, encontrar la solución no es para nada fácil, es algo extremadamente complejo. Se puede legislar, pero si no se enjuicia mediante la posibilidad de una cultura de la denuncia es prácticamente imposible corregir tal deformidad en la sociedad.
Perversión y depravación están a la orden del día.
Obviamente, todo comienza por la familia, por los valores que sean inculcados desde la comunicación y educación familiar, y aún así no existe seguridad al respecto.
Este comentario sobre los valores impuestos desde los núcleos familiares van dirigidos tanto al depredador (o a la depredadora) como a las víctimas.
La formación moral está directamente asociada al comportamiento humano y esta inicia necesariamente en el hogar.
Es así que el tema es muchísimo más complejo. Si una sociedad va perdiendo los valores, la degeneración del concepto al respeto se pierde para caer en, no solo los más bajos y salvajes instintos, sino en la degradación de la convivencia.
Para ello es necesario revisar quienes envían las señales equivocadas.
“Quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”
“La pericope adulterae o perícopa de la adúltera es un nombre tradicional para un pasaje famoso (perícopa) sobre Jesús y la mujer sorprendida en adulterio” (Wikipedia),
“El pasaje describe una confrontación de Jesús con los escribas y fariseos sobre si la mujer debería ser apedreada”
Entonces, ¿es un asunto de redes sociales o no?
No es sólo un tema de las redes, ya que hace dos mil años, ya el apedrear a una adultera por parte de la población era considerado normal, según la épica era lo justo; o sea, la cayapa o linchamiento es una desviación de la conducta humana desde tiempo milenarios; es un tema que debe comenzar por la educación familiar y una férrea posición en la justicia para encargarse de todos estos casos.
¡Allí les dejo eso!

 

 

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