Viernes Santo, Vía Crucis 2018: te veo Jesús… te ruego Señor

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La Santa Sede dio a conocer las meditaciones del Vía Crucis que el Papa Francisco presidirá el 30 de marzo, Viernes Santo, en el Coliseo Romano, los textos de este año han sido escritos por quince jóvenes, de una edad comprendida entre los 16 y 27 años.

Las principales novedades son dos: la primera no tiene comparación con las ediciones del pasado debido a la edad de los autores: jóvenes y adolescentes (nueve de ellos son estudiantes del Liceo de Roma Pilo Albertelli); la segunda consiste en la dimensión «coral» de este trabajo, sinfonía de muchas voces con tonos y sellos diferentes. No existen «los jóvenes», sino Valerio, María, Margarita, Francisco, Clara, Greta…

Con el entusiasmo típico de su edad aceptaron el reto que les propuso el Papa en este año 2018, dedicado principalmente a las jóvenes generaciones.

Lo han hecho con una metodología precisa. Se reunieron en torno a una mesa y leyeron los textos de la Pasión de Cristo según los cuatro Evangelios. Se pusieron, por lo tanto, ante la escena del Vía Crucis y la «vieron».

Después de la lectura y dando el tiempo necesario, cada uno de los chicos manifestó qué detalle de la escena lo había impresionado. De este modo fue más fácil y natural asignar las distintas estaciones.

12 chicas y 3 chicos le hablan a Jesús, dejan emerger sus interrogantes sobre el mundo en el que viven. Siguiendo lo que les pidió el Papa, que quiere escuchar a los jóvenes, cada uno de los jóvenes  se dirige al Señor Jesús en su meditación y en su oración.

Los jóvenes y las sus meditaciones que reconocen hoy al Señor

«Jesús condenado a muerte». En la primera estación, Valerio lamenta la injusticia de la multitud que prefiere salvar a Barrabás y no al Señor, rogándole su ayuda para saber elegir en la vida ante las opciones que se presentan.

«Jesús con la cruz a cuestas». En la segunda estación, María y Margherita, señalan que la cruz, «símbolo para el hombre de humillación y dolor, se reverla ahora, por la gracia de su sacrificio, como una promesa: de toda muerte resurgirá la vida y en toda oscuridad resplandecerá la luz».

«Jesús cae por primera vez». En la tercera estación, Caterina le dice al Señor: «Con tu coraje nos enseñas que los fracasos y las caídas no deben detener nunca nuestro camino y que tenemos siempre una opción: rendirnos o levantarnos contigo».

«Jesús se encuentra con la Madre». En la cuarta estación, Agnese le pide ayuda al Señor para recordar siempre «el ejemplo de María, que aceptó la muerte de su hijo como misterio grande de salvación»… Para vivir siempre «con la mirada puesta en el bien de los otros ya morir en la esperanza de la resurrección y la certeza de que nunca estamos solos, ni abandonados por Dios ni por María, madre buena que lleva siempre en su corazón a su hijos».

«El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz». En la quinta estación, Chiara, le ruega al Señor «haz que cada uno de nosotros pueda encontrar el coraje de ser como el Cireneo que lleva la cruz y sigue tus pasos». Que cada uno de nosotros sean tan humilde y fuerte como para llevar la cruz de los que encontramos…para estar abiertos al encuentro también en la diversidad».

«La Verónica enjuga el rostro de Jesús». En la sexta estación, Cecilia, le ruega a Jesús: «dame la fuerza para acercarme a las otras personas, a cada persona, joven o vieja, pobre o rica, querida o desconocida, y de ver en sus rostros tu rostro…»

«Jesús cae por segunda vez». En la séptima estación, Francesco, le pide al Señor: «Recuérdanos que cuando nos equivocamos y caemos, si estamos contigo y nos aferramos a tu mano, podemos aprender y volvernos a levantar… Haz que los jóvenes podamos llegar a todos tu mensaje de humildad y que las generaciones futuras abran los ojos hacia ti y sepan comprender tu amor…»

«Jesús que encuentra a las mujeres de Jerusalén» En la octava estación, Sofía reza así: Señor, haz que yo, junto con las mujeres y los hombres de este mundo, podamos ser cada vez más caritativos para con los más necesitados, como hacías tú»

«Jesús cae por tercera vez». En la novena estación, Chiara le ruega a Jesús: «danos el coraje de ir adelante en nuestro camino. Haz que acojamos hasta el fondo la esperanza y el amor que nos has donado. Que todos puedan afrontar los desafíos de la vida, con la fuerza y la fe con la que tú has vivido  los últimos momentos en tu camino hacia la muerte en la cruz».

«Jesús es despojado de las vestiduras». En la décima estación, Greta le ruega al Señor«…haz que podamos ver siempre la dignidad de los demás, estimarla y custodiarla».

«Jesús clavado en la cruz». En la undécima estación, Greta escribe que «hoy en el mundo de Internet, estamos tan condicionados por todo lo que circula en red que a veces dudo también de mis palabras. Pero tus palabras son distintas, son fuertes en su debilidad. Tú nos has perdonado, no tienes rencor, has enseñado a dar la otra mejilla y has ido más allá, hasta el sacrificio total de tu persona». Y le ruega al Señor: …«haz que ante una injusticia, yo pueda tener el coraje de tomar las riendas de mi vida y actuar de modo distinto».

«Jesús muere en la cruz». En la duodécima estación, Dante escribe: «Es un misterio grande Jesús: nos amas muriendo, habiendo sido abandonado…». Y le ruega al Señor: «…abre mis ojos, haz que yo vea aun en los sufrimientos, en la muerte, en el fin que no es verdadero fin. Perturba mi indiferencia con tu cruz…».

«Jesús que es bajado de la cruz». En décimo tercera estación, Flavia reza así: «Señor, has que en nosotros esté siempre viva la esperanza, la fe en tu amor incondicional. Haz que podamos mantener siempre viva y encendida la mirada hacia la salvación eterna y logremos encontrar alivio y paz en nuestro camino».

«Jesús que  es puesto en el sepulcro». En la décimo cuarta estación, Marta le ruega: «Señor… Tú que no miras lo superficial, sino que ves lo secreto y profundo escucha nuestra voz; haz que podamos descansar en ti, reconocer en ti nuestra naturaleza, ver en el amor de tu rostro dormido nuestra belleza perdida

 

Papa Francisco:  6 razones para rezar el Vía Crucis

1.- Nos permite poner nuestra confianza en Dios

“En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cf. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención”.

2.- Nos ubica en la historia

“Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos”.

“Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre… está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga… se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel”.

3.- Nos interpela

“Vos, ¿como quien querés ser? ¿Querés ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos? Decidme: Vos, sos de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado, o sos como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura”.

4.- Nos lleva a la acción

“Nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano”.

5.- Nos anima a seguir el camino

“En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16)”.

6.- Nos da certeza del amor fiel de Dios

“Llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor”.

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