Aprincipios de 2007, después de ganar un segundo mandato de seis años como presidente, Hugo Chávez anunció su plan de nacionalizar la mayor empresa de telecomunicaciones de Venezuela, CANTV, insinuando planes de nacionalización más amplios por venir.
“Todo lo que se privatizó, que se nacionalice”, anunció Chávez, quien se había presentado bajo la bandera del socialismo democrático.
Casi una década y media después, al borde de la hambruna masiva y de una creciente crisis energética, Venezuela se mueve ahora en la dirección contraria.
Según Bloomberg News, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha comenzado a transferir silenciosamente los activos estatales a manos de propietarios privados en un esfuerzo por revertir el colapso económico del país.
“El gobierno venezolano está abandonando la doctrina socialista al traspasar empresas claves a inversionistas privados, ofreciendo beneficios a cambio de una parte de los ingresos o de los productos”, escriben las periodistas caraqueñas Fabiola Zerpa y Nicolle Yapur.
La transferencia, que no fue anunciada públicamente pero fue confirmada por “nueve personas con conocimiento del asunto”, supuestamente incluye a docenas de procesadores de café, silos de granos y hoteles que fueron confiscados como parte de la nacionalización generalizada de Venezuela que se comenzó bajo el mandato de Chávez.
El colapso de Venezuela
En cierto modo, la situación de Venezuela es una historia como ninguna.
En 1950, Venezuela era una de las naciones más prósperas del mundo. Estaba entre los 10 primeros en PIB per cápita y tenía una fuerza laboral con mayor productividad que la de Estados Unidos.
Sin embargo, el crecimiento económico de Venezuela comenzó a estancarse a mediados de la década de 1970, después de que nacionalizara el sector petrolero, lo que dio lugar a un aumento de los ingresos del gobierno y del gasto público. Se calcula que en Venezuela ingresaron 7.600 millones de dólares sólo en 1975 con la nacionalización (37.000 millones de dólares en 2021). Esto condujo a un aumento del gasto público sin precedentes. John Polga-Hecimovich, profesor de Ciencias Políticas en la Academia Naval de Estados Unidos, dijo que el gobierno venezolano gastó más entre 1974 y 1979 que en toda su historia anterior.
A pesar del crecimiento en el gasto público, la situación política se mantuvo relativamente estable. A finales de los años 70, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Michigan, Daniel H. Levine, afirmó que “los venezolanos han logrado obtener uno de los pocos órdenes políticos competitivos y estables de América Latina”.
Sin embargo, el coqueteo de Venezuela con el socialismo acabaría convirtiéndose en una aventura amorosa.
En 1998, los venezolanos votaron por Chávez, un populista y autodenominado marxista. Fue reelegido en el 2000 (59,8% de los votos) y en 2006 (62,8%), momento en el que comenzó a nacionalizar varios sectores de la economía -como la agricultura, la industria siderúrgica, el transporte y la minería- y a confiscar más de mil empresas, granjas y propiedades.
A la muerte de Chávez, sus políticas socialistas fueron anunciadas por Salon como un “milagro económico”, pero en realidad la economía venezolana ya estaba en caída libre.
En 2014, con el precio del petróleo desplomándose, el gobierno de Maduro admitió que estaba en una severa recesión y que Venezuela sufría la mayor inflación de las Américas. En enero de 2016, el país estaba al borde del “total colapso económico”. No mucho después, el gobierno venezolano abandonó cualquier pretensión de ser un régimen “democrático”.
Un informe de las Naciones Unidas de 2019 concluyó que había “motivos razonables para creer que” el gobierno de Maduro había utilizado fuerzas especiales para matar a miles de opositores políticos en “ejecuciones extrajudiciales”.
Hasta la fecha, se cree que más de 5 millones de venezolanos han huido del país para escapar de la ruina económica y la opresión política.
¿La privatización al rescate?
El colapso de Venezuela, otrora el país más próspero de América Latina, no es un secreto. Pero el giro de Maduro hacia la empresa privada, en un intento de estabilizar el país en colapso, es una nueva revelación.
Sin embargo, no es algo sin precedentes.
“Este proceso es similar al proceso de privatización en Rusia, en el sentido de que los activos se transfieren a empresas privadas locales y a inversionistas de países aliados del gobierno”, dijo a Bloomberg Asdrúbal Oliveros, director de la consultora económica Ecoanalítica.
Rodrigo Agudo, director de la Red de Alimentos de Venezuela, dijo a la agencia de noticias que el régimen instituyó “un capitalismo salvaje” al dejar de cobrar impuestos a ciertas empresas, liberalizar la concesión de licencias a las importaciones y convencer a los militares y a otros funcionarios conectados para que invirtieran en ciertos negocios.
Ramón Lobo, legislador del partido socialista en el poder y ex ministro de Economía, dijo que los acuerdos suelen tener límites de tiempo (normalmente menos de 10 años) y funcionan de forma muy parecida a una concesión. Las empresas pueden invertir y gestionar el activo, y el gobierno se queda con un porcentaje.
“Creemos que esto es positivo porque es la sincronización del sector público con el privado”, dijo Lobo. “El Estado actúa como supervisor y recibe una compensación”.
El fascismo económico no es capitalismo
En un sentido, la revelación del impulso privatizador de Venezuela es un claro avance positivo.
El esfuerzo de Maduro por formar silenciosamente asociaciones público-privadas, una estrategia que comenzó en 2017, revela el fracaso total de la economía dirigida en Venezuela. Bloomberg señala, por ejemplo, que las plantas de procesamiento de alimentos que alguna vez fueron exitosas han estado “en su mayoría inactivas” desde que fueron incautadas por el gobierno, plantas que podrían haber estado alimentando a una población hambrienta.
Esta revelación es trágica y exasperante, pero no es sorprendente. Por su propia naturaleza, las economías dirigidas están condenadas al fracaso porque carecen de los incentivos básicos y de las estructuras de precios que están presentes en una economía de mercado.
“Es más que una metáfora describir el sistema de precios como una especie de maquinaria para registrar el cambio, o un sistema de telecomunicaciones que permite a los productores individuales observar simplemente los movimientos de unos punteros, como un ingeniero podría observar las manecillas de unos diales, para ajustar sus actividades a los cambios de los que nunca podrán saber más que lo que se refleja en el movimiento de los precios”, escribió el economista F.A. Hayek, galardonado con el Premio Nobel.
Muchos podrían estar tentados a pensar que Maduro es simplemente una persona mala o estúpida. Pero Ludwig von Mises nos recuerda que la búsqueda de la persona adecuada para dirigir una economía dirigida es inútil por esta misma razón.
“No se ha comprendido que ni siquiera los hombres excepcionalmente dotados de alto carácter pueden resolver los problemas creados por el control socialista de la industria”, observó Mises.
Parece que después de mucho dolor y sufrimiento, incluso los líderes socialistas de Venezuela han admitido que no pueden dirigir una economía con la suficiente eficiencia para evitar la ruina económica. Pero aunque al devolver las empresas a los propietarios privados es un paso en la dirección correcta, no es muy acertado llamar a la estrategia de Maduro “capitalismo”.
El gobierno de Maduro sigue utilizando todo tipo de medidas, desde el control de los precios de los alimentos hasta el aumento del salario mínimo y la manipulación de la moneda para gestionar su economía, por no hablar de la selección de las empresas que pueden participar en sus esfuerzos de privatización (y de quién puede invertir). En términos de libertad económica general, Venezuela ocupó el puesto 179 de 180 países en 2020, un lugar por delante de Corea del Norte y uno por detrás de Cuba.
En el mejor de los casos, el sistema económico actual de Venezuela es una forma de fascismo, que Sheldon Richman describió una vez como “socialismo con un barniz capitalista”.
Así que mientras aplaudimos el pequeño pero importante paso de Venezuela, no debemos perder de vista una observación del economista Vernon Smith, ganador del Premio Nobel, quien en 2018 señaló que la prosperidad regresaría casi de inmediato a Venezuela si los políticos derogaran sus políticas dañinas y desataran el poder de los mercados. En 2014, con el precio del petróleo desplomándose, el gobierno de Maduro admitió que estaba en una severa recesión y que Venezuela sufría la mayor inflación de las Américas. En enero de 2016, el país estaba al borde del “total colapso económico”. No mucho después, el gobierno venezolano abandonó cualquier pretensión de ser un régimen “democrático”.
Un informe de las Naciones Unidas de 2019 concluyó que había “motivos razonables para creer que” el gobierno de Maduro había utilizado fuerzas especiales para matar a miles de opositores políticos en “ejecuciones extrajudiciales”.
Hasta la fecha, se cree que más de 5 millones de venezolanos han huido del país para escapar de la ruina económica y la opresión política.
¿La privatización al rescate?
El colapso de Venezuela, otrora el país más próspero de América Latina, no es un secreto. Pero el giro de Maduro hacia la empresa privada, en un intento de estabilizar el país en colapso, es una nueva revelación.
Sin embargo, no es algo sin precedentes.
“Este proceso es similar al proceso de privatización en Rusia, en el sentido de que los activos se transfieren a empresas privadas locales y a inversionistas de países aliados del gobierno”, dijo a Bloomberg Asdrúbal Oliveros, director de la consultora económica Ecoanalítica.
Rodrigo Agudo, director de la Red de Alimentos de Venezuela, dijo a la agencia de noticias que el régimen instituyó “un capitalismo salvaje” al dejar de cobrar impuestos a ciertas empresas, liberalizar la concesión de licencias a las importaciones y convencer a los militares y a otros funcionarios conectados para que invirtieran en ciertos negocios.
Ramón Lobo, legislador del partido socialista en el poder y ex ministro de Economía, dijo que los acuerdos suelen tener límites de tiempo (normalmente menos de 10 años) y funcionan de forma muy parecida a una concesión. Las empresas pueden invertir y gestionar el activo, y el gobierno se queda con un porcentaje.
“Creemos que esto es positivo porque es la sincronización del sector público con el privado”, dijo Lobo. “El Estado actúa como supervisor y recibe una compensación”.
El fascismo económico no es capitalismo
En un sentido, la revelación del impulso privatizador de Venezuela es un claro avance positivo.
El esfuerzo de Maduro por formar silenciosamente asociaciones público-privadas, una estrategia que comenzó en 2017, revela el fracaso total de la economía dirigida en Venezuela. Bloomberg señala, por ejemplo, que las plantas de procesamiento de alimentos que alguna vez fueron exitosas han estado “en su mayoría inactivas” desde que fueron incautadas por el gobierno, plantas que podrían haber estado alimentando a una población hambrienta.
Esta revelación es trágica y exasperante, pero no es sorprendente. Por su propia naturaleza, las economías dirigidas están condenadas al fracaso porque carecen de los incentivos básicos y de las estructuras de precios que están presentes en una economía de mercado.
“Es más que una metáfora describir el sistema de precios como una especie de maquinaria para registrar el cambio, o un sistema de telecomunicaciones que permite a los productores individuales observar simplemente los movimientos de unos punteros, como un ingeniero podría observar las manecillas de unos diales, para ajustar sus actividades a los cambios de los que nunca podrán saber más que lo que se refleja en el movimiento de los precios”, escribió el economista F.A. Hayek, galardonado con el Premio Nobel.
Muchos podrían estar tentados a pensar que Maduro es simplemente una persona mala o estúpida. Pero Ludwig von Mises nos recuerda que la búsqueda de la persona adecuada para dirigir una economía dirigida es inútil por esta misma razón.
“No se ha comprendido que ni siquiera los hombres excepcionalmente dotados de alto carácter pueden resolver los problemas creados por el control socialista de la industria”, observó Mises.
Parece que después de mucho dolor y sufrimiento, incluso los líderes socialistas de Venezuela han admitido que no pueden dirigir una economía con la suficiente eficiencia para evitar la ruina económica. Pero aunque al devolver las empresas a los propietarios privados es un paso en la dirección correcta, no es muy acertado llamar a la estrategia de Maduro “capitalismo”.
El gobierno de Maduro sigue utilizando todo tipo de medidas, desde el control de los precios de los alimentos hasta el aumento del salario mínimo y la manipulación de la moneda para gestionar su economía, por no hablar de la selección de las empresas que pueden participar en sus esfuerzos de privatización (y de quién puede invertir). En términos de libertad económica general, Venezuela ocupó el puesto 179 de 180 países en 2020, un lugar por delante de Corea del Norte y uno por detrás de Cuba.
En el mejor de los casos, el sistema económico actual de Venezuela es una forma de fascismo, que Sheldon Richman describió una vez como “socialismo con un barniz capitalista”.
Así que mientras aplaudimos el pequeño pero importante paso de Venezuela, no debemos perder de vista una observación del economista Vernon Smith, ganador del Premio Nobel, quien en 2018 señaló que la prosperidad regresaría casi de inmediato a Venezuela si los políticos derogaran sus políticas dañinas y desataran el poder de los mercados.
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