Una asidua lectora de mis artículos dominicales me hace llegar un video invitándome a que extraiga una reflexión del mismo. La historia tiene que ver con las águilas y de cómo estas, con una sabiduría increíble, se preparan para la preservación de su especie, con el cuidado y desarrollo de sus crías. Pero contado así parece más bien un documental de National Geographic sobre estos animales y no una de mis historias…
La esencia y sabiduría del mensaje es que, desde el momento que el águila sabe que va a tener sus crías, prepara un nido muy especial. En la base del mismo hay una gran cama de espinas que, posteriormente cubre con plumaje y hojas para hacerlo muy confortable a sus crías. Cuando estos van creciendo y llegan a una edad de volar y emprender su propio camino, estas águilas progenitoras botan el plumaje y solo dejan las espinas en el nido, convirtiéndolo en un lugar incómodo para vivir, y así, los aguiluchos, se ven obligados a emprender vuelo y buscar sus propios nidos. Evidentemente este no es un proceso automático y las crías deben practicar y ensayar despegues y vuelos hasta que estén diestros para la independencia, mientras tanto, cada vez que se caen y fracasan, sus águilas progenitoras están allí para ayudarlos a mejorar y levantar el vuelo adecuadamente. Una vez listo, comienza una vida de independencia y progreso.
En las sociedades modernas los humanos nos relacionamos de otras maneras. Hemos desarrollado una involución social que nos ha hecho perder muchos de los basamentos de nuestro carácter e idiosincrasia. Entre las que llaman las generaciones Babyboomers y generación X, se dieron los últimos vestigios de una sociedad envuelta en principios y valores que nos enseñó a cómo comportarnos, y a mirar hacia el futuro con una visión puesta en objetivos y metas. La base de aquella infancia era el respeto y la obediencia hacia los mayores: la bendición a los padres, el respetar los horarios, la disciplina en el estudio y el comer todos en la mesa, “el parece límpiese y vuelva a intentarlo”, eran normas veneradas y admiradas por todos. No existía ninguna familia, por muy diferente sus estratos, que no profesara estos principios y esto nos convertía en una generación común a sus creencias. Llegado el momento de nuestro protagonismo, cuando alzamos nuestro vuelo, comenzamos a manejar nuestras vidas y nos convertimos en progenitores de relevo, comenzando también un cambio de criterio que nos ha llevado al desarrollo de generaciones completamente distintas a las nuestras. Pensando en que debíamos “aligerar” para ser más flexibles con nuestros herederos, comenzó la generación de “darle todo lo que no he tenido”, sin importar si esas recompensas eran merecidas o no y comenzamos a criar unos seres diferentes, en muchos casos dependientes y sin valores para ellos y la humanidad.
Evidentemente no podemos generalizar, pero, si somos honestos con nuestros días, estamos ante unas generaciones distantes de todo aquello que nos sirvió de base para nuestro desarrollo. Aunado a las crisis económicas que se viven en el mundo, tenemos a hijos que dependen de sus padres sin el menor atisbo de independencia. Formados o no educativamente, les cuesta soltar el vuelo, sin la menor presunción de entender o reconocer que están en un despeñadero donde cada día será más difícil salir y nosotros, cual mamá gallina, no les dejamos en muchas oportunidades hacerlo, castrando con esto, su vida y la nuestra para siempre.
El ser padres es una enorme responsabilidad. Pero esa responsabilidad conlleva el dejar y soltar. Entendemos que el mundo es cada vez un sitio más difícil, pero cobijándolos dentro de nuestro plumaje no crecerán. Lo harán enfrentando las adversidades y aprendiendo de sus experiencias, cayéndose y levantándose, eso sí, con la seguridad y certeza que pueden tenernos a su lado para aconsejar y acompasar en algunas de las circunstancias, pero también, con la claridad de que esa historia ya no es nuestra, sino que les pertenece en lo absoluto. Son dueños de su destino y deben apersonarse en ello.
Es la hora de su vuelo y el cielo es el límite…
Feliz día del Padre¡¡¡
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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