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“Si elegimos la solidaridad, no sólo lograremos la victoria contra el coronavirus”: Yuval Noah Harari

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“Si elegimos la solidaridad, no sólo lograremos la victoria contra el coronavirus” (Foto)

 

Mientras el mundo toma medidas para contener la expansión del COVID-19, los efectos económicos tienen a los mercados en pánico. El nuevo coronavirus que inició en Wuhan, China, hoy tiene al mundo en pánico y a la economía al borde de un colapso, con pronóstico reservado.

El panorama en este frente no parece muy alentador. Caídas históricas en las bolsas de valores, el precio del petróleo hundiéndose y arrastrando de paso a las economías dependientes de él. A medida que crecen las alertas y se toman decisiones extremas, como cerrar las ciudades para reducir el contagio, la economía se ha paralizado, los inversionistas huyen de los activos de riesgo –como las acciones–, cae el petróleo, se dispara el dólar y crece la preocupación por la llegada de una nueva recesión mundial.

Ante las alternativas señaladas por algunos pensadores, el Covid-19 supone una oportunidad para provocar antes que nada una revolución de los valores, pero una revolución que debe ser por sobre todas las cosas consciente y producto de la madurez de los pueblos.

A grandes rasgos, pueden observarse tres posiciones respecto del futuro que se avecina. Una
sinetizada por el filósofo, sociólogo y crítico cultural esloveno, Slavoj Zizek, quien expresa que “el coronavirus podrá expandir el virus de una sociedad alternativa en cooperación y solidaridad global”.

Otra es la sintetizada por el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien señala que Zizek se equivoca y que “el coronavirus nos aisla y nos individualiza” porque “la solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es solidaridad. El capitalismo regresará con más fuerza aún”.

La tercera -quizás la más preocupante- corresponde al historiador israelí Yuval Noah Harari, quien advierte acerca de los riesgos de caer en una “vigilancia totatalitaria”.

Para Harari el futuro oscilará entre dos opciones: la vigilancia totalitaria o el empoderamiento de la ciudadanía. Las actuales técnicas de vigilancia permiten a los gobiernos apoyarse en sensores ubicuos y algoritmos en vez de usar espías humanos y en la batalla contra el Covid-19 se han desplegado esas nuevas herramientas. Mediante el monitoreo de smartphones y el uso de millones de cámaras de reconocimiento facial y obligando a los ciudadanos a chequear y reportar su temperatura corporal y condiciones médicas, China logró detectar no sólo a los portadores del virus sino también trazar sus movimiento e identificar a todos con quienes se estuvo en contacto.

Incluso si las infecciones de Coronavirus se redujeran a cero, algunos gobiernos “hambrientos de datos” mantendrían la vigilancia biométrica bajo el pretexto del surgimiento de algún nuevo virus. En este sentido, la batalla de la privacidad -y por ende de la libertad- podría perderse, dado que cuando hay que elegir entre privacidad y salud, habitualmente se elige la salud.

Ese planteamiento es para Harari —según refleja Mariano Yakimavicius en su escrito ¿Qué futuro nos espera después de la pandemia?— la raíz del problema, porque se trata de un falso dilema entre privacidad y salud. Para el historiador hay una alternativa a los sistemas de vigilancia totalitarios, y consiste en empoderar a la ciudadanía, tal como hicieron Corea del Sur, Taiwán y Singapur, países que usaron mecanismos de trazado de ciudadanos, pero se apoyaron en el testeo masivo y el reporte voluntario de una ciudadanía bien informada y dispuesta a cooperar. Para Harari, cuando la ciudadanía conoce los hechos científicos y confía en las autoridades, puede hacer lo correcto sin que Estado la vigile. “Un pueblo motivado y bien informado es mucho más poderoso y efectivo que un pueblo vigilado e ignorante” sentencia.

Los gobiernos podrían argumentar que este escenario distópico no tiene nada que ver con las medidas actuales que se están tomando para combatir el Covid-19. Estas son solo medidas temporales tomadas durante un estado de emergencia. Pero las medidas temporales tienen el desagradable hábito de sobrevivir a las emergencias, especialmente porque siempre hay una nueva emergencia al acecho en el horizonte. Incluso cuando los casos de coronavirus se reduzcan a cero, algunos gobiernos podrían argumentar que necesitan mantener los nuevos sistemas de vigilancia porque temen una segunda ola de coronavirus, o porque hay una nueva cepa de ébola en África Central, o porque quieren proteger a las personas de la gripe estacional. ¿Por qué dejar de detener el coronavirus?

 

La clave para derrotar las epidemias es una buena educación científica y sólidas instituciones independientes como universidades, hospitales y periódicos. Por supuesto, no puedes crearlos de la noche a la mañana en medio de una crisis. Debes invertir en ellos con años de anticipación. Pero una sociedad que brinda a los ciudadanos una buena educación científica, y que es atendida por instituciones fuertes e independientes, puede lidiar con una epidemia mucho mejor que una dictadura brutal que tiene que vigilar constantemente a una población ignorante

 

En una entrevista reciente para LaTercera el historiador y profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén señaló “el problema es que en los últimos años, los políticos populistas en muchos países han socavado deliberadamente la confianza de la gente en la ciencia, los medios y las autoridades públicas. Sin tal confianza, la gente no está segura de qué hacer. Pero no creo que la solución sea imponer un régimen autoritario. La solución es reconstruir la confianza en la ciencia, en los medios y en las autoridades públicas. Una vez que reconstruya esta confianza, puede confiar en que las personas hagan lo correcto, incluso sin vigilancia constante y sin temor al castigo”.

Harari deja entrever en las diversas entrevistas que le han realizado en el marco de esta pandemia, que la crisis de Covid-19 se perfila como el momento decisivo de nuestra era. Lo que lo convierte en un momento decisivo es que todo está en juego. La historia se está acelerando. El viejo libro de reglas se está haciendo pedazos, y se está escribiendo un nuevo libro de reglas. En el próximo mes o dos, los gobiernos y organizaciones de todo el mundo llevarán a cabo grandes experimentos sociales que darán forma al mundo en las próximas décadas.

En cuanto al frente económico, Harari apunta que dado el carácter global de la economía y las cadenas de aprovisionamiento, si cada gobierno actúa por las suyas ignorando a los demás, el resultado será el caos y una crisis económica más profunda. Por eso, dice, se necesita “un plan global”.

En un artículo en la publicación británica The Financial Times explica que ada crisis es también una oportunidad y es posible que la actual epidemia ayude a la humanidad a entender el agudo peligro de la falta de unidad global, concluye Harari, quien plantea la opción entre “recorrer la ruta de la desunión o adoptar el camino de la solidaridad global; si elegimos la desunión no sólo se prolongará la crisis, sino que habrá otras peores en el futuro.

Si elegimos la solidaridad, no sólo lograremos la victoria contra el coronavirus, sino contra futuras epidemias y crisis que puedan amenazar a la humanidad en el siglo XXI”.

 

Más sobre Yuval Noah Harari

Hace 10 años era un desconocido profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Nada en su carrera académica —especializada en historia mundial, medieval y militar— hacía pensar que se convertiría en uno de los pensadores de moda. Lleva vendidos cerca de 15 millones de ejemplares de sus ensayos en todo el mundo, se pasea por los foros de debate más prestigiosos, sus libros son recomendados por Bill Gates, Mark Zuckerberg y Barack Obama, y líderes políticos como Angela Merkel y Emmanuel Macron abren huecos en sus agendas para intercambiar ideas con él.

A este israelí de aspecto menudo la fama le llegó de forma inesperada con un original y provocador ensayo sobre la historia de la humanidad. Sapiens. De animales a dioses (Debate) triunfó primero en Israel al ser publicado en 2011 y luego en todo el mundo, con 45 traducciones. El 30 de agosto, el historiador publica su tercer libro, 21 lecciones para el siglo XXI, una guía para afrontar las turbulencias del presente.

En 2018 recibió a El País en Tel Aviv para conversar sobre los peligros del avance tecnológico descontrolado, el fascismo y las noticias falsas. En dicha entrevista, por demás interesante, al consultarle ¿Qué preguntas son importantes para usted? dijo “El mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular la propiedad de los datos. En el pasado, delimitar la propiedad de la tierra fue fácil: se ponía una valla y se escribía en un papel el nombre del dueño. Cuando surgió la industria moderna, hubo que regular la propiedad de las máquinas. Y se consiguió. Pero ¿los datos? Están en todas partes y en ninguna. Puedo tener una copia de mi historial médico, pero eso no significa que yo sea el propietario de esos datos, porque puede haber millones de copias de ellos. Necesitamos un sistema diferente. ¿Cuál? No lo sé. Otra pregunta clave es cómo conseguir una mayor cooperación internacional”.

 

Con información de La Tercera, El País

 

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