“Si el migrante no es tu hermano, Dios no es tu padre”

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Al entrar a un nuevo país, el migrante necesita, en primer lugar, de la orientación necesaria, sobretodo legal y jurídica: ahí van las informaciones relacionadas con Pasaporte, los papeles de Identidad de los menores, vacunas, los títulos de estudio, etc.

Hay que estar claro: todo lo ilegal es un obstáculo a la ayuda y termina mal.

Es por ello que los Centros de Atención a los Migrantes prestan una serie de servicios de carácter social, legal, sanitario. Las Casas del Migrante incluyen también el servicio de albergue temporal al migrante en emergencia.

El migrante debe conocer cuáles son sus deberes, derechos y oportunidades, para conseguir los beneficios que les brinda el nuevo País. Es de tener presente que en cada País las normas son diferentes, y están sujetas a actualizaciones y cambios. En Centros más organizados, se brinda también Capacitación o Certificación de habilidades para facilitar las oportunidades de trabajo y en algunos casos hasta cierta atención básica de salud.

No solo las casas o centros de atención, sino también las comunidades y las ciudades de frontera deben distinguirse por su trato humanitario. Los centros y el migrante deben gozar del apoyo y generosidad concreta de las comunidades donde pasa: si es verdad que el migrante deja huella, es verdad también que se lleva memoria del lugar de paso. Además, para los que tenemos fe, ojalá sepamos ver al migrante como a un hermano.

En los lugares donde llegan con intención de permanencia; hay 3 cosas preciosas para los migrantes:

1 – el apoyo espiritual de verdaderos “amigos”;

2 – la orientación social precisa para un techo y un trabajo;

3 – el ojo amable de vecinos que no los dejen pasar hambre y penas. Y nosotros deberíamos recordar aquello de Jesús: “Lo que le hiciste al hermano, a mí me lo hiciste”. Recientemente he visto una tula, con unas palabras muy provocadoras: “Si el migrante no es tu hermano, Dios no es tu Padre”.

Yo cito lo que decía el Santo Papa Juan Pablo II “Hambre de Dios, Sí. Hambre de pan, No.” La Iglesia tiene que ser profética en esto; somos testigos de Jesús que “se conmovió” y multiplicó los panes; él dijo “Denle ustedes de comer”. Cada cual debe empezar, aunque sea con lo poco que tiene, los 5 panes: Dios hace el resto. Mi experiencia es que “compartiendo” se logra el milagro.

Nosotros, parroquia marginal en Cúcuta, empezamos con migajas y llegamos a superar los 3.000 almuerzos diarios para migrantes. No es humano que un migrante, un niño, una madre, arriesguen su vida por hambre, bajo la lluvia o por frío. En muchos lugares como Cúcuta y el camino hacia Pamplona, Bogotá, Ipiales he visto iniciativas de privados que aliviaban el éxodo de caminantes ofreciendo alimentos y ropa. No es suficiente, pero entre todos se hacía mucho.

Como Comunidad de Fe, es hora de que pasemos de las palabras a los hechos. Cada uno de nosotros debe responder a la pregunta del Evangelio: “cuántos panes tienes?” No “cuantos panes tienen los demás” sino “qué me sobra a mí, acumulado en algún lado”.

 

Padre Francesco Bortignon

Misionero de San Carlos – Scalabriniano

bortignonfrancesco@hotmail.com / mls_valencia@yahoo.com

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