¿Qué supone la expulsión de la embajadora de la UE en Venezuela y cuáles son sus consecuencias?

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Luego de que el gobierno de Venezuela decidiera expulsar, este lunes (29.06.2020), a la embajadora de la Unión Europea en Venezuela, Isabel Brilhante Pedrosa, varios gobiernos latinoamericanos condenaron ese acto, entre ellos, Colombia, Paraguay y Bolivia. La decisión fue tomada por Nicolás Maduro después de que el bloque comunitario sancionara al diputado venezolano Luis Parra, además de a otros ocho miembros de la Asamblea Nacional venezolana, por narcotráfico. Se trata de los diputados que intentaron tomar el control de ese órgano legislativo en enero de 2020, para sacar del cargo a Juan Guaidó, reconocido presidente interino por más de sesenta países.

Venezuela y algunos de sus episodios diplomáticos

Venezuela tiene un largo historial en cuanto a expulsión de embajadores de otros países. Ya en 2008, el fallecido presidente Hugo Chávez echó de su país al embajador de EE: UU., Patrick Duddy, a gritos e insultos, en muestra de solidaridad con el gobierno de Evo Morales en Bolivia, cuyo embajador había sido expulsado por Washington.

Antes de eso, en 2007, el entonces rey de España, Juan Carlos I, increpó a Chávez con la ya famosa frase “¿Por qué no te callas?”, durante la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, en Santiago de Chile, ante las críticas de Chávez al presidente español José María Aznar. Las relaciones entre Chávez y Aznar se habían deteriorado luego del golpe de Estado en Venezuela, en 2002, ya que, en 2004, el titular de Asuntos Exteriores y Cooperación de España, Miguel Ángel Moratinos, declaró en un programa de televisión que Aznar había dado instrucciones al embajador de España en Venezuela para apoyar ese golpe de Estado, lo que provocó una crisis política.

 

 

Más tarde, en 2018, Venezuela y España entraron en otra crisis diplomática de consecuencias imprevisibles cuando el presidente Nicolás Maduro expulsó al embajador español Jesús Silva Fernández, acusando a España de liderar la aplicación de sanciones a dirigentes venezolanos aceptando la presión de EE. UU. El embajador alemán Daniel Kriener, fue declarado “persona non grata” el 6 de marzo de 2019, y conminado por Maduro a abandonar Venezuela en un plazo de 48 horas.

¿Qué supone la expulsión de un embajador?

¿Qué significa para las relaciones bilaterales que un país expulse a un embajador? Además del evidente desacuerdo con las políticas que lleva adelante el país al que representa el embajador, esa medida viene acompañada, “del principio de reciprocidad que rige las relaciones internacionales”, explica a DW Víctor Mijares, doctor en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad de Los Andes, en Colombia. Es decir, de la expulsión recíproca del representante diplomático de mayor estatus en el otro país.

Eso crea un distanciamiento y un enfriamiento en las relaciones diplomáticas entre los dos países, lo cual es un llamado de atención acerca de la necesidad de revisar el estatus de las relaciones y, a partir de allí, llegar a un acuerdo diplomático que permita el restablecimiento pleno de la comunicación y, obviamente, el restablecimiento de los embajadores en las capitales de los países respectivos.

Los pasos previos a una expulsión

Por lo general, antes de expulsar a un embajador se dan algunos pasos previos. Lo primero que se hace en caso de existir un conflicto entre dos países es convocar al embajador de turno para protestar. Se trata de un acto diplomático frecuente. En la escalada de medidas, la siguiente es plantear la salida de funcionarios de rango inferior al del embajador.

En 1985, España, por ejemplo, sacó del país a cuatro empleados cubanos sospechosos de la persecución de un dirigente que quería pedir asilo político. En 2010, ese país expulsó a dos empleados rusos por espionaje. En Bolivia, la expulsión de personal diplomático de España y México en 2019 por la presidenta interina, Jeanine Áñez, fue criticada no solo por opositores en su propio país, sino también por España, que decidió echar del país a tres diplomáticos bolivianos. Las relaciones entre Bolivia y México desmejoraron luego de que el gobierno de Andrés López Obrador dio asilo, ese mismo año, al presidente depuesto de Bolivia, Evo Morales.

La llamada a consultas y la expulsión

El paso siguiente en este tipo de conflictos bilaterales es la llamada a consultas de un embajador, que en el lenguaje diplomático se decodifica como un agotamiento de los recursos de diálogo. Básicamente, “la expulsión de un embajador es, dentro de los parámetros de acciones políticas pacíficas, la medida más extrema”, subraya Mijares. Otros especialistas en la materia, como Roberto Papini y Gaetano Cortese (La rupture des relations diplomatiques et ses conséquences, 1ª Edición A. Pedone, Paris, 1972), señalan que, desde la Segunda Guerra Mundial, la ruptura y la suspensión de relaciones diplomáticas son cada vez más frecuentes debido a que los Estados recurren cada vez menos a la guerra.

En algunos casos, puede que las negociaciones diplomáticas para restablecer el statu quo no sean tan fructíferas a corto plazo. El éxito o fracaso de la recuperación de las relaciones tiene más que ver con procesos estructurales, incluso con “diferencias ideológicas que pueden plantearse como irreconciliables, o con un distanciamiento basado en rivalidades históricas”, dice Víctor Mijares, que serían parte de un proceso donde debería haber una mediación, explica el experto. La UE se había mantenido, hasta ahora, como posible mediadora de una salida política a la crisis venezolana, y ganó terreno frente a potencias como EE. UU., más cercano a Juan Guaidó, y Rusia o China, cercanos a Maduro, países que no son aceptados por todas las partes.

¿Hay ruptura de relaciones por la expulsión de un embajador?

A pesar de la salida de un embajador, la embajada sigue funcionando, y tampoco se cierran los consulados. Si se cerraran, “el daño no sería solo de Estado a Estado, sino un daño directo a los intereses, derechos y representación de los ciudadanos extranjeros en el país que está expulsando a un embajador”, aclara el politólogo.

Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes, Colombia.

Según Mijares, cuando se han producido este tipo de expulsiones de embajadores en la historia de América Latina, en la mayoría de los casos, eso tuvo que ver “con rivalidades ideológicas”. Estas pueden estar alimentadas también por conflictos económicos, agrega. Pero fundamentalmente se debió a posiciones encontradas y, “algo extremas”. No necesariamente se debe llegar a una ruptura de las relaciones diplomáticas por la expulsión de un embajador. Empero, esta provoca una nueva configuración del escenario bilateral entre dos países, o entre un país y un organismo o institución.

En algunos casos, dice Víctor Mijares, “los gobiernos consideran beneficiosa una expulsión, ya que quieren mantener un distanciamiento del país a cuyo embajador se expulsa”. La primera consecuencia y la más importante de esta expulsión en concreto tiene que ver con el estatus de la Unión Europea como un posible mediador y con un proceso de salida política negociada a la crisis venezolana, sostiene el investigador. “Está por verse cómo evoluciona esto, pero parecería que desde el gobierno venezolano hay poco interés en un proceso de mediación”, concluye.

 

Expulsión de Embajadora Brilhante Pedrosa: Maduro vs. Unión Europea

En enero de 2019, la Unión Europea ofrecía a Nicolás Maduro un ultimátum para que renunciara. Este lunes (29.06.2020), él le ha dado a la embajadora del bloque en Venezuela un plazo de setenta y dos horas para que abandone el país. En resumen: al régimen de Caracas le bastó un año y medio para darle vuelta al pulso de poderes, dejando atrás la posición de debilidad en la que su salida parecía inminente. Al contrario, ahora se cree lo suficientemente sólido como para permitirse provocar un choque diplomático con Bruselas.

La decisión de Maduro pone de manifiesto una cierta robustez de su administración, y deja al descubierto una contradicción fundamental que desde hace dieciocho meses convive en la política internacional europea de cara a Venezuela: juzgar a un gobierno como ilegítimo y, sin embargo, responderle a través de mecanismos oficiales; y más aún: estar obligados, como ahora, a acatar sus decisiones, con lo cual reconocen de facto su autoridad.

Condenas de papel

“Condenamos y rechazamos la expulsión de nuestra embajadora en Caracas. Tomaremos las medidas necesarias habituales de reciprocidad”, fueron las primeras palabras de Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, cuando conoció la decisión de Maduro. Y así como él, numerosos diplomáticos y diputados tanto en Europa como en América Latina rechazaron la medida. Lo que algunos anticipan es que la reacción de Bruselas termine limitándose a comunicados formales, porque la diplomacia, sobre todo cuando se enfrenta a sistemas autoritarios, es con frecuencia impotente y carece de contundencia.

 

“Aquí todo dependerá de lo que decidan los gobiernos. Pero, por lo pronto, no creo que esto vaya a pasar de declaraciones de principios de reciprocidad”, afirma en entrevista con DW Nelson Castellano, ex diplomático venezolano ante la Comunidad Europea en Bélgica. “Se trata de una decisión desesperada de Maduro ante las nuevas sanciones europeas. Esta vez, los implicados son funcionarios que pretendían convalidar el fraude electoral previsto para este año. Sin embargo, es posible que a nivel comunitario se espere algo similar a lo que ocurrió hace unos meses con el Embajador alemán, quien también fue expulsado, pero luego se le permitió volver al país”.

Ganadores y perdedores

Pero una ruptura total entre Bruselas y Caracas podría repercutir en áreas que trascienden lo meramente diplomático. Eso implicaría el fin de la veeduría europea en Venezuela, un país que paulatinamente ha ido expulsando a la mayoría de los organismos e instituciones internacionales autónomos. A largo plazo, la ausencia de activistas, defensores de derechos humanos e instancias diplomáticas independientes es una amenaza para fracciones opositoras al régimen, porque no habría espacios ni voces para denunciar los excesos de quienes detentan el poder.

 

Sin embargo, para el ex diplomático de carrera Nelson Castellano, quien pierde en este choque es Nicolás Maduro. “Esto afirma su carácter autoritario y le genera más aislamiento. En lo inmediato parecerá que todo sigue igual, pero a largo plazo los países cambiarán sus políticas en relación a Venezuela. Podría haber más energía a favor del cese de la tiranía, y en la medida en que la solución electoral pierda peso -porque no hay garantías suficientes-, se producirá seguramente un cambio de la visión europea para lograr una salida”.

En cualquier caso, parece que Europa tiene muchas prioridades pendientes en estos tiempos de pandemia, como para desviar su atención hacia una crisis interminable que tiene lugar al otro lado del Atlántico.

 

Con información de DW

 

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