El New York Times recientemente resumió el legado de regulaciones ambientales del presidente Donald Trump así cómo también algunas maniobras más recientes en torno al futuro de los reportes del cambio climático. No debería sorprender que los artículos no pintaban una imagen ni agradable ni sutil:
“…conforme el Sr. Biden trabaja para establecer cambios domésticos en la política de cambio climático y volver a entrar en el Acuerdo de París, las emisiones atribuibles a las acciones del Sr. Trump continuarán, empujando al planeta cada vez más hacia la zona de peligro que los científicos dicen que será mucho más difícil de escapar”.
“Donald Trump ha sido para la regulación del clima lo que el General Sherman fue para Atlanta”, dijo Michael Gerrard, director del Centro Sabin para el Derecho de Cambio Climático de la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia, refiriéndose al general de la Unión que arrasó con la ciudad durante la Guerra Civil. “Ojalá no tarde el mismo tiempo en ser reconstruida”.
¿A quién deberíamos recurrir para obtener una opinión menos acalorada (disculpe la frase) acerca de la ciencia y las decisiones de políticas públicas que enfrentamos? El autor que más ha informado mi pensamiento acerca del cambio climático es Robert Pindyck, profesor de economía en la Escuela de Administración de MIT. En un estudio reciente, él explica claramente lo poco que sabemos, por qué sabemos tan poco, y cómo esa falta de conocimiento importa para las políticas públicas.
Primero observa la ciencia del cambio climático y las proyecciones del efecto probable de las emisiones de carbono sobre las temperaturas en el futuro. Revisa los 140 estudios publicados desde 1970 acerca de la sensibilidad del clima —el aumento en la temperatura promedio global que resultaría de una duplicación de la concentración de carbono en la atmósfera. La gran mayoría de los estudios (115 de 131) ubican “las mejores estimaciones” entre 1,5℃ y 4,5℃. Ese es un rango amplio, y si incluimos a las “mejores estimaciones” de los 16 estudios distintos, ese rango aumenta a entre 0,5℃ y 8℃. La incertidumbre en las estimaciones está aumentando ligeramente con el tiempo: la desviación estándar en los estudios posteriores a 2010 es de 1,13 comparada con una de 1,03 en los estudios anteriores a 2010.
¿Por qué hay tal incertidumbre? La respuesta breve son los ciclos de retroalimentación: los cambios en los procesos físicos subyacentes que surgen de los aumentos iniciales en la temperatura creados por una creciente concentración de carbono. No sabemos si la retroalimentación está normalmente distribuida ni mucho menos su media ni su desviación estándar. Un artículo importante en la revista Science argumentó que la incertidumbre acerca de la sensibilidad del clima está en el reino de los “inescrutable” y que la incertidumbre permanecerá durante décadas.
¿Qué perjuicios económicos resultan de los aumentos en la temperatura? Tenemos algún indicio acerca de cómo las temperaturas más altas podrían afectar la agricultura. Pero esas estimaciones se derivan de cambios a corto plazo en el clima, no de cambios a largo plazo en el clima. Estos últimos sucederán lentamente. Nosotros nos adaptaremos. Incluso en la medida en que no lo hagamos, las pérdidas en producción agrícola en algunas regiones del mundo (cerca de la línea ecuatorial) podrían ser compensadas con por una myor producción en otras regiones (el norte de Canadá y Rusia). La agricultura es solo 1-2% del producto interno bruto de los países industrializados y entre 3 a 20% del PIB de los países en vías de desarrollo. Para el resto de la economía, la actividad económica no está relacionada con la temperatura.
Para Pindyck, la importante para la política pública es la posibilidad de una pérdida catastrófica de PIB en el futuro. ¿Qué tanto deberíamos pagar actualmente para controlar las emisiones de carbono para evitar una catástrofe en el futuro? En la formulación de Pindyck, las generaciones futuras podrían arrepentirse profundamente del daño ambiental irreversible. Pero esas generaciones también podrían encontrar tal conservación menos valiosa que lo que actualmente creemos, en cuyo caso ellos se arrepentirían del gasto irreversible que destinamos a la conservación. Él escribe:
“¿Deberíamos restringirnos en el control de emisiones debido a los costos hundidos, o deberíamos acelerar el control de emisiones debido al daño ambiental irreversible causado por las mismas? Y, ¿en qué medida debemos restringirnos o acelerar este control? Perdón, pero yo no puedo contestar esas preguntas. ¿Por qué no? Porque simplemente no sabemos lo suficiente acerca del sistema climático y acerca del impacto de distintas cantidades de cambio climático”.
Irónicamente, la falta de conocimiento que hace que “el seguro climático” sea valioso previene que determinemos precisamente qué tan grande es ese valor.
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