Los árboles son íconos de la naturaleza e importantes sumideros de carbono, así que cualquiera que esté interesado en el cambio climático debería estar preocupado acerca del estado de los bosques.
En las últimas semanas, Hannah Ritchie de Our World in Data ha escrito varios artículos acerca de la deforestación. Ella tuvo la oportunidad de escribir acerca de este tema debido al reporte quinquenal de las Naciones Unidas titulado Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales (GFRA) fue publicado recientemente. Estaba lleno de datos y análisis matizados acerca de la Situación de los bosques del mundo (otro reporte forestal de la ONU).
En uno de los artículos de Ritchie, ella muestra que la tasa de deforestación llegó a su pico máximo en los ochenta. Desde ese entonces, la tasa a la que los humanos queman, talan, cortan y reemplazan bosques con cultivos y ciudades ha disminuido. Esto no es solo para los seres humanos modernos e industrializados que utilizaban el mundo natural en exceso —la mitad de toda la pérdida de bosques se dio antes del año 1900. Este punto también ilustra qué tan rápido perdimos árboles en el siglo 20. Aproximadamente, lo que nos tomó diez mil años antes de 1900, logramos repetirlo en tan solo unos 100 años. La deforestación, señala ella, “no es un problema nuevo”.
Pero tampoco es tan malo como creemos. El mismo gráfico que ilustra la dimensión impresionante de perdida de bosques durante la civilización humana de asentamientos también indica que, hablando en términos relativos, casi no hemos perdido cobertura de bosques durante los últimos veinte años.
Entre 1990 y hoy, la tierra perdió 177,5 millones de hectáreas de bosques, un área de alrededor del tamaño de Alaska. Esa es un área grande, pero considerando cuán grande es la tierra y cuán abrumadoramente vastos son algunos de sus bosques, no es mucho (el GFRA estima que el área total de la tierra clasificada como bosques constituye 4.060 millones de hectáreas o un poco menos de un tercio de toda la tierra habitable).
Más importantes todavía es que la tasa de pérdida de bosques se está desplomando: el declive durante los 2010 estuvo un 40 por ciento por debajo de aquella de los noventa. Muchos de nosotros que somos optimistas acerca de la naturaleza y del estado del florecimiento humano hemos previsto que la deforestación global pronto llegará a cero. En este reporte GFRA, casi tuvimos la razón.
Durante la última década, la reducción anual en al área forestal fue de 0,12 por ciento —desde 0,19 por ciento en los noventa y 0,35 por ciento en los ochenta. En otras palabras, de 100 hectáreas de zona forestal en 2010, 98,85 hectáreas todavía vuelven verde al mundo. De manera enfática, no nos estamos quedando sin bosques.
Lo que es un tanto preocupantes es que la tasa de deforestación ha estado cayendo más lentamente en tiempos recientes. Afortunadamente, los autores del GFRA escriben que esa desaceleración “se debe a la reducción en la tasa de expansión de los bosques”, no debido a que la humanidad está cortando vorazmente los bosques del mundo. De hecho, parece que hemos cortado menos árboles que en décadas anteriores pero no hemos logrado volver a sembrar (o permitir volver a crecer) tantos árboles como los que teníamos antes.
El lado positivo de esa observación es que volver a sembrar y restaurar es algo que quienes diseñan las políticas en Occidente y quienes apreciamos los bosques del mundo de hecho podemos controlar, mientras que persuadir a los líderes políticos o a las familias que viven en la pobreza del sur del mundo de no utilizar los recursos naturales que los rodean es una tarea mucho más difícil y éticamente dudosa.
Además, mientras que las áreas forestales han disminuido, la biomasa de las áreas que han permanecido no ha caído. Al contrario, la biomasa por unidad de área ha aumentado en alrededor de 4 por ciento entre 1990 y 2020, casi totalmente compensando la reducción en el área forestal (-4,2 por ciento) durante el mismo periodo. Dicho de otra manera, mientras que el área forestal es más pequeña, los bosques se han vuelto más verdes y densos, casi equilibrando la cantidad total de biomasa. Esta bonanza de vegetación se dio porque, conforme aumenta la concentración de CO2 en la atmósfera, el crecimiento de todo lo verde se acelera —lo cual tiene sentido dado que el CO2 es alimento para las plantas.
El stock de carbono aislado en las raíces, la tierra, las ramas y los troncos está hoy al nivel en que se encontraba en 2010, y solo 1 por ciento menos de lo que era en 1990 —una tasa anual de declive de 0,03 por ciento. Mientras que los bosques del mundo no están libres de problemas (en gran medida locales), la cantidad de verde en el mundo está casi al alcance de estabilizarse. Todos nosotros, desde los alarmistas del clima hasta los optimistas, deberíamos celebrar esto.
Todavía más extraordinaria es la caída de la deforestación en toda Sudamérica. Durante los 2010, el área deforestada era la mitad de aquella durante la década anterior (2,6 millones de hectáreas vs. 5,2 millones de hectáreas durante los 2000). A pesar de la fatalidad y el pesimismo acerca del relativamente modesto incremento de la deforestación en Brasil bajo el Presidente Jair Bolsonaro, los más de 700 colaboradores del reporte GFRA concluyen que “la zona caliente de la deforestación ahora se encuentra en África”.
Mientras que Brasil fue el deforestador más importante durante los 2010 (15 millones de hectáreas), su reducción total de área forestal no está muy por encima de aquella de la República del Congo (11 millones de hectáreas). Combinando la deforestación de la República Democrática del Congo con aquella de Angola (6 millones de hectáreas) y Tanzania (4 millones de hectáreas) muestra que la deforestación de África es ahora más preocupante que las metidas de pata en la Amazonía brasileña. Yo y muchos otros que investigamos la Curva Ambiental de Kuznets (una relación de U-invertida entre el ingreso per capita y los impactos ambientales como la deforestación) hemos argumentado que no deberíamos enfocarnos mucho en la deforestación brasileña en la Amazonía y otros lugares. Siempre y cuando los brasileños se enriquezcan, su impacto sobre los bosques inmaculados de Brasil se reducirá gradualmente.
Muchos críticos han dicho que Brasil invalida la teoría de la Curva Ambiental de Kuznets, citando el incremento rápido de la deforestación en la Amazonía. A pesar de ser mucho más ricos en términos de PIB per capita que otros deforestadores importantes (Angola, Tanzania, República Democrática del Congo, Mozambique, Bolivia, Indonesia), Brasil casi duplicó su área deforestada en los años recientes —desde 457.000 hectáreas en 2012 a 1.012.900 hectáreas en 2019.
Lo que las críticas ignoran es que Brasil es un país profundamente desigual, regionalmente y económicamente. Sus estados ricos del sur tienen niveles de ingreso similares a aquellos de países europeos, mientras que el Norte y Noroeste —donde se encuentran gran parte de los bosques —tienen niveles de ingresos más cercanos a África Sub-Sahariana. De hecho, Pará, uno de los estados más pobres de Brasil que tiene un ingreso per capita igual al de Namibia o Indonesia, es casi totalmente responsable del incremento en la tasa de deforestación de Brasil durante los últimos años.
El cambio de la última década —dejando de ser Sudamérica la principal fuente de deforestación y siendo ahora África— ha sido ignorado, así como también lo ha sido el declive década tras década en las tasas de deforestación. A pesar de las muy publicitadas noticias acerca de los fuegos en la Amazonía, gran parte de la deforestación actualmente sucede en África. Esto no debería sorprender, considerando que este es el continente más pobre, y sabemos que la pobreza muchas veces significa vivir de la tierra y cortar bosques para obtener combustible. De manera similar, el último reporte de la ONU nos muestra que la deforestación es una historia de la pobreza, no una historia acerca de mala política regional o acerca de los fallos de mercado.
En contraste con las múltiples historias negativas, los números más recientes de deforestación nos dan una razón para celebrar. Y aquí les dejo mi predicción: la próxima vez que la GFRA publique datos agregados, veremos tasas todavía menores de deforestación, quizás de cero. Gradualmente, pero constantemente, la Curva Ambiental de Kuznets está desenvolviéndose, y el planeta lentamente se está volviendo más verde.
Por Joakim Book
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