En la actualidad, la tecnología es desarrollada a una razón sin precedentes, y constantemente los nuevos productos son reemplazados antes de ser utilizados a la altura de su potencial. La causa de este fenómeno comúnmente reside en los métodos tradicionales por los que los productos son introducidos al mercado, donde los usuarios finales tienen la oportunidad de probar dichos productos hasta que los adquieren. Si un producto no cumple con las necesidades del cliente, este será reemplazado, y si la compañía que lo desarrolló no cuenta con la capacidad para introducir rápidamente actualizaciones y mejoras, probablemente tendrá dificultades para seguir creciendo.
Los Living Labs (Laboratorios Vivientes) fueron introducidos a finales de los años 90 para atender dichos problemas, enfocándose específicamente en el desarrollo, prueba y mejora de tecnologías domésticas sustentables. La primera mención de un Living Lab se le atribuye al profesor William J. Mitchell del MIT Media Lab (Kidd et al., 1999), quien utilizó el término “Living Lab” para definir un método de investigación centrado en el usuario, con el objetivo de probar, prototipar, validar, y mejorar en un contexto real, soluciones a desafíos relacionados con la salud, la energía y la creatividad (Nesti, 2017).
A través de los años, el concepto de Living Lab ha evolucionado hacia un enfoque y ambiente de investigación más robusto, donde disciplinas como la eficiencia energética (Ståhlbröst, 2012), ciudades inteligentes (Schaffers et al., 2011), enseñanza aplicada en sustentabilidad (Evans et al., 2015), movilidad (Rizzoli et al., 2014), vida asistida (Krieg-Brückner et al., 2010), cuidado de la salud (Schrevel et al., 2020), entre otras, son estudiadas en contextos reales.
En las últimas dos décadas, los Living Labs han emergido alrededor del mundo como infraestructuras de investigación claves y efectivas, involucrando a diferentes actores (ej. compañías, ciudadanos, investigadores, estudiantes, etc.) en un ecosistema abierto de innovación, iterativo y centrado en los usuarios, en el cual se fomenta la co-creación en un ambiente real. De acuerdo a Ballon et al. (2005) un Living Lab es “un ambiente de experimentación en donde se le da forma a la tecnología en contextos de la vida real y en donde los usuarios finales son considerados co-productores”.
Ståhlbröst (2012) define cinco Principios Clave con los que los Living Labs deberían operar: “Valor, Apertura, Realismo, Influencia, y Sustentabilidad”, los cuales le dan forma al proceso de innovación inmerso. Por tanto, los Living Labs son ambientes de investigación de multi-actores, donde los usuarios finales prueban productos y servicios, y las colaboraciones interdisciplinarias y transdisciplinarias fomentan la co-creación, la transferencia de conocimiento, el entendimiento de las necesidades, compromiso, y comportamiento de los usuarios, así como la oportunidad de mejorar los productos y servicios a través de retroalimentación procesable.
De acuerdo a nuestro conocimiento, la red más grande de Living Labs es la Red Europea de Living Labs “ENoLL” (European Network of Living Labs, 2021), la cual es una organización sin fines de lucro fundada en 2006. Al día de hoy, la red cuenta con más de 470 Living Labs registrados, los cuales están enfocados en una amplia gama de investigaciones.
Las universidades presentan una gran oportunidad para la implementación de los Living Labs. De acuerdo a Nesti (2017, p.6) “las universidades son jugadores importantes, simplemente porque ya cuentan con estructuras, tecnologías, y personal capacitado para implementar Living Labs”. Por tanto, las universidades pueden utilizar sus instalaciones y su comunidad académica para desarrollar actividades de co-creación con estudiantes, las cuales resultan en valor comercial para las compañías, evaluaciones y mejoras tecnológicas, y el enriquecimiento del proceso enseñanza/aprendizaje.
El enfoque y ambiente de los Living Labs aún se encuentra bajo constante desarrollo y evolución, no obstante, promete una herramienta innovadora de investigación, así como un incremento en el entendimiento, mejora, y aceptación de productos y servicios por sus usuarios finales.
Este año, en el Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, comenzamos a trabajar para el establecimiento de un Living Lab en Educación, el “IFE Living Lab”, el cuál reunirá a diferentes actores/usuarios (compañías y startups de tecnologías educativas, investigadores, profesores, alumnos, staff administrativo, entre otros) para realizar investigación en innovación educativa, a través de actividades de co-creación en contextos reales. Te invitamos a conocer más sobre la iniciativa en nuestra página web (https://ifelldh.tec.mx).
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