La prudencia es la virtud que dispone el espíritu a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios para realizarlo.
El término prudencia proviene del latín “prudentia”, que es una cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, con moderación, con previsión y reflexión, con sensatez y con precaución para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la vida, los sentimientos y las libertades de los demás.
La prudencia requiere un buen sentido, un buen juicio, templanza, cordura, sabiduría, discernimiento, aplomo y ser precavido. Si no se tiene una buena conducta o no se actúa con prudencia, por ejemplo, conduciendo, se coloca en peligro o en riesgo la vida de otras personas y la suya propia.
Antiguamente, los egipcios solían representar a la prudencia como una serpiente con tres cabezas (de león, de lobo y de perro). Se decía que un individuo era prudente cuando tenía la astucia de las serpientes, el vigor y la fuerza de los leones, la agilidad y la rapidez de los lobos y la paciencia propia de los perros.
Si bien, la prudencia es una virtud de la razón, no especulativa, sino práctica: la cual es un juicio, pero ordenado a una acción concreta. … La falta de prudencia siempre tendrá consecuencias a todos los niveles, personal y colectivo, según sea el caso.
La prudencia es una virtud que permite descubrir el bien presente en una acción a realizar. Es la virtud intelectual del obrar humano, no solo en el sentido de obrar bien, sino de llegar a ser bueno por medio del obrar, pues ayudará a encontrar los mejores bienes humanos en relación con la acción.
Para aprender a ser prudentes hay que estar atentos a las razones, pero más que todo debemos controlar nuestras emociones, que son las que nos impulsan al error. Porque generalmente somos dados a errar por apresurarnos en nuestros juicios, afirmando cosas que no son claras al buen sentir, pero que estamos impulsados a expresarlas como desahogo de nuestras pasiones.
En tiempos de cuarentena, COVID-19 o confinamiento, como le quieras llamar lo ideal es trabajar en función de valores, apostando a una transformación positiva hacia ese ciudadano ideal post-confinamiento.
El acto prudente tiene como base las palabras y los hechos acertados que ennoblecen a la persona, donde se aprecia más la sabiduría que la astucia, porque no es tanto la facilidad de las palabras sino la calidad y la sutileza para conseguir fielmente el cometido con tan valioso resultado.
La prudencia facilita tomar decisiones pertinentes en las diversas circunstancias de la vida. Es el recto conocimiento de lo que se debe obrar. La prudencia tiene su verdadero valor.
Los estudios han demostrado que las personas que tienen una vida más prudente y meticulosa también pueden terminar teniendo una vida más larga y saludable.
Recuerda la prudencia está estrecha y directamente relacionada con la capacidad de valorar las consecuencias de nuestros actos y comentarios. La persona que consigue comportarse con prudencia realiza un análisis del impacto que puede tener lo que diga o lo que haga y ahora modo post-cuarentena COVID-19 debemos evaluar las consecuencias positivas de cumplir las medidas extremas de cuidado y lo negativo si no lo hacemos, que la salud vaya por delante.
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