Daba yo clases en la universidad Arturo Michelena, por allá en el 2005, cuando un amigo me dijo que si quería dar clases de comunicación en la UBV. Le dije que con gusto y me mandó a la aldea Hugo Chávez. Creo que su coordinador entonces era el profesor José Ruiz, un excelente y trabajador ser humano.
Me topé con una metodología, que, si bien era visionaria a futuro, no era adecuado aplicarse en ese momento. Como ese tema de que no se podía raspar a nadie. O que la calificación debía ser compartida entre el propio cursante, sus compañeros de clase y el profesor de la materia. Tuve alumnos que tenían 06 y estaban convencidos, no sé bajo qué criterios, que tenían 19 puntos. O algún alumno que sometía por la vía del terror a sus compañeros para que no lo calificaran por debajo de 15 puntos. Pero ese tema de la metodóloga, los pensa de estudios y otras cosas académicas, lo trataré después. Ni siquiera sé si vale la pena tratarlos.
Pero cuando yo entré a esa aldea, había un entusiasmo efervescente. Gente de la tercera edad que se animó a volver a la escuela. Conocí gente que hizo primaria, secundaria y se vino a la universidad a graduarse en su pregrado. Los estudiantes de ese momento de la Hugo Chávez, tenían muchas aspiraciones, muchos deseos y sueños de graduarse y poner sus conocimientos al servicio del proceso político. Discutimos ideas para desarrollar un proyecto de hacer una televisora, una emisora de radio y un periódico, ideas que luego llevé a la aldea Alejo Zuloaga donde también di clases en la noche. Con los alumnos de esa aldea, desarrollamos el proyecto del Complejo Comunicacional Alejo Zuloaga, con el que visitamos hasta al general prófugo y narcotraficante Cliver Alcalá Cordones, quien nunca nos recibió, sino que mandó a un emisario, un mayor que prácticamente nos dijo estúpidos, porque eso no significaba dinero de ganancia para ellos.
Mientras daba clases en la Hugo Chávez, me enteré de que la estructura pertenecía a Fetracarabobo y que había un conflicto judicial con la propiedad, entre el gremio y el Estado venezolano. A decir verdad, el auditórium era uno de los dos mejores de todo el estado, con capacidad para 500 personas, amplio y con buena acústica. La cabina de transmisión era muy amplia y desde allí se podía instalar un proyector de 35mm para proyectar películas. Yo me comprometí a buscar un convenio con el Ateneo. Les dije que debían establecer una relación directa y permanente con los vecinos de las comunidades aledañas, especialmente la gigantesca Federación y Monte Sacro. Que debían hacerlos parte de la aldea para que la sintieran como suya. Además, le dije que podían hacer unos locales comerciales para vender libros, sacar fotocopias, desayunar, almorzar, etc. Después me explicaron que la limitante jurídica les impedía hacer todo eso. Hasta una alumna formó una asociación para rescatar perros de la calle. Así que también vimos la aldea llena de perros. Ninguno de esos proyectos prosperó por la fulana limitante y por la ausencia de dirección política de los estudiantes. También por la falta de apoyo de la Dirección política del estado. Las revoluciones, si son tales, pasan por encima de instrumentos jurídicos, si no sirven a sus intereses. Di clases como cinco semestres y me fui a la Alejo Zuloaga.
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Estudiando el doctorado en la UBV, propuse que en la aldea se construyera un edificio de seis pisos, que fuera la sede administrativa de toda la universidad para del centro del país y que, además, en esa sede, se impartieran los posgrados. Recuerdo que se burlaron de mí.
En realidad, me di cuenta de que no eran los enemigos externos, sino los enemigos internos del proyecto UBV, los convencidos de acabar con todo eso, en especial con las aldeas. Y los principales enemigos eran los camaradas de las universidades, pequeños burgueses (enemigos por naturaleza) que no entendieron el valor del desarrollo de la creación de esas aldeas universitarias (pobre Chávez) Pero incluso, camaradas, camaradas que estaban convencidos de que debían devolver esa estructura a sus “propietarios” originales: el sindicalismo adeco. Y eran camaradas, militantes del Psuv y viejos guerreros del MVR 200.
En tiempos de Acosta Carlez, ya se había acentuado la inseguridad en el país, y estudiar de noche se hacia muy peligroso. A él se le pidió autobuses y vigilancia policial, iluminación, así como unas latas de pintura, sin resultado alguno. En su momento de auge, la aldea Hugo Chávez, tuvo más de mil estudiantes. Si aún funciona, no debe tener 50, sin profesores, sin motivación, sin ayuda, y sin nadie que le duela.
Hoy, lo que pudo ser un baluarte del chavismo no solo en Carabobo, sino en el centro del país, es un cascarón en ruinas, como es la Universidad Bolivariana de Venezuela en el país, un proyecto de Hugo Chávez, quien lo creo convencido de que ya estábamos en el socialismo, y fueron sus propios seguidores los que sabotearon todo ese hermoso proyecto, como sabotearon el referéndum que se perdió y que la estólida oposición se atribuyó como una victoria. Todo está destruido en la aldea Hugo Chávez, desde hace mucho tiempo. Se necesita que la reconstruyan de nuevo y nadie tiene dinero para eso, ni para que hagan allí las cosas que nunca se hicieron. Y si se pierde esa estructura, se estará perdiendo uno de los últimos bastiones con el nombre de Hugo Chávez que quedaban en Carabobo. Así pasará con el país. Y así pasará con su revolución.
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Caminito de hormigas…
“Bueno, al menos en Falcón, Miranda y Anzoátegui, las posiciones parecen irreconciliables. Tú sabes que la mayoría no aspira por la revolución, sino por sus propios intereses. Ya tenemos información de algunas reuniones con la oposición. A partir del lunes, vamos a ver sorpresas. Creemos que más de uno va a montar su tienda aparte”, me comentó un dirigente.
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