#Opinión Venezuela: el parto humanizado, la operación disimulo y la mentira como política

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Foto: Archivo

Al menos desde 2015, el Gobierno de Maduro  —huérfano de dinero, es decir, de proyectos, porque nada que no sea “a realazos” puede concebir— ha lanzado el llamado “Plan Nacional de Parto Humanizado”.

A diferencia de otros planes del Gobierno chavista  —grandes en cifras que, cuando se estrellan contra la realidad, peor para la realidad, porque es sustituida por la propaganda— , los objetivos del “Plan Nacional de Parto Humanizado” parecen modestos: según una nota de Venezolana de Televisión, de julio de este año, aspiran alcanzar a “900 embarazadas” en su etapa piloto.

Cabe la posibilidad de un error en la nota (ellos son así de chapuceros), porque otra información, del Ministerio de Comunicación, señala que formarán a 10 mil promotoras comunitarias para atender todos los partos que se producen en Venezuela, cita unos 500 mil al año.

La última cifra disponible de nacimientos en el país registrada por la Unicef es de 521.055, en 2014. A riesgo de comparar peras con manzanas (2017/2014), el Plan cubriría, en el peor de los casos, menos de 0,2 % del número de parturientas. Pero en el mejor, cubriría todos los partos del país: En el medio cabe cualquier cosa, y probablemente, luego nos digan que no pudieron atender ni a las 900.

Este es un plan bandera del Gobierno, y a él Maduro dedica no pocas de sus frecuentes reláficastelevisivas. Nos dibuja un país de preñadas, donde (sic) “los jóvenes deben estudiar, trabajar y procrear”; y más allá del atentado contra la sintaxis y hasta contra el sentido común que es normalmente un discurso del presidente venezolano, este, pues, simula alguna preocupación que trasciende su permanencia en el poder durante otra semana.

Por supuesto, saliendo un metro del Palacio de Miraflores y de la artillería mediática del Gobierno de Nicolás Maduro (su único sostén, además del Ejército y el Tribunal Supremo de Justicia), la realidad es otra, como todos sabemos, y queda certificada por las imágenes tomadas la semana pasada en el Hospital Pastor Oropeza, de Barquisimeto. El “parto humanizado” es, en este caso, en las sillas de espera de la emergencia, o en el piso.

No es lo más terrible que se ha visto sobre el tema. En el Hospital Central de Maracay, una joven parió de pie, ayudada por visitantes y pacientes:

Completa el panorama desolador la situación de la primera infancia, que no se tapa ni con cien cadenas de Maduro ni con toda la propaganda obligatoria que el régimen obliga a consumir por TV, radio, prensa y web. Solo dos datos al respecto: 54 % de los niños en Venezuela están padeciendo algún tipo de malnutrición. El segundo está relacionado y es apenas un ejemplo: En Vargas, estado costero, la dentición les está irrumpiendo más tarde a los pequeños, también por culpa de la falta de alimentos, tanto durante su tiempo en el vientre materno como en sus primeros meses de vida.

¿Voluntarismo? No, mala voluntad

Si uno todavía considerase a Maduro en particular, y al chavismo en general, como interesados en los problemas de sus gobernados, uno podría incluso aplaudir una iniciativa como las de parto humanizado.

Podría uno señalar que en un país como Venezuela probablemente no es la necesidad perentoria (la Pirámide de Maslow deja claro que comer es una necesidad mucho más básica), o que cada tres minutos, una adolescente queda embarazada en Venezuela, la peor cifra de la región, la que habla de nuestra ignorancia.  Uno podría calificarla de desorientada, voluntarista, quijotesca; y aún así, apoyarla, argumentando alguna buena intención.

El problema es que han pasado 18 años desde que esta gente llegó al poder (y una montaña de petrodólares). Dieciocho años son lo que le lleva a un bebé nacer, crecer, hacerse adulto y convertirse en un atleta de élite, o un gran músico, o sencillamente en un bachiller con talento y ambición para estudiar en una universidad.

En otros 18 años será un profesional y un padre. Así. Son demasiados años, pues.

Dieciocho años (o menos) le llevó a Europa superar la II Guerra Mundial; en los primeros 18 años de la democracia venezolana, se hicieron muchas de las obras que este Gobierno aún disfruta, pese a tirarlas al abandono, como el Guri, la red vial de Caracas, o, incluso, la nacionalización petrolera.

No hay manera de pensar que el “Parto Humanizado” no es una excusa para tapar la gigantesca ineptitud y el enorme latrocinio que han caracterizado la atención a la salud pública en el país; como lo es la “agricultura urbana”, que según declaraciones recientes del mismo Maduro, “dará empleo a 100 mil jóvenes”.

¿Cómo? ¿Vigilando macetas? ¿Haciendo qué? ¿Les pagarán? ¿Con qué dinero, con el que pierde 30 % de su valor cada mes? Son preguntas que no nos responden los voceros oficiales. Hay una “Misión Transporte” en un país que es un calvario para los más pobres, entre otras decenas de razones, porque 75 % de la flota de autobuses está parada por falta de repuestos y cada día es más difícil trasladarse… Y así podríamos seguir toda la tarde.

Maduro y el grupo que gobierna pretenden comportarse como si acabaran de llegar al poder, cuando todo el mundo sabe quiénes son, y por eso no pueden pisar ningún sector popular, incluyendo a los candidatos a gobernadores por parte del PSUV, que se regodean en “preservar el legado” y “ser leales a la revolución”, porque hay muchos estados en los que están gobernando desde 2000: Coincidencialmente, los más arruinados, aunque desde el Gobierno se ha hecho lo posible para arruinar también a los que gobierna la oposición, y así la gente no pueda comparar.

La “Operación Disimulo” es tan grande, que los colores de la campaña de Héctor Rodríguez, candidato a la gobernación de Miranda (y el político con mejor imagen, sin duda, que tiene el chavismo), son blanco, naranja y azul. Es decir, los de Acción Democrática y Voluntad Popular. Nada de esto, por cierto, impide que Rodríguez vaya perdiendo por 40 puntos ante Carlos Ocariz, que viene con el desgaste de salir en las fotos del “diálogo” de diciembre pasado y el que generan sus dos períodos de gestión al frente de la Alcaldía que tiene en sí a Petare, la barriada autoconstruida más grande de América Latina.

Héctor es el típico candidato del chavismo en estas elecciones por dos motivos: Uno, no puede sacarse una foto en espacios abiertos, ni en grandes grupos. Solo tomas cerradas con públicos escogidos. Dos, miente con desparpajo: Hace pocas horas, acaba de decir que “hoy día, los niños tienen mayor peso y talla”. Es su declaración contra el mundo, y sin duda, si ya iba mal encaminado, esta declaración puede terminar de sepultarlo como candidato.

Por cierto, obsérvese su atuendo: Ante un Chávez que uniformaba de rojo a sus funcionarios, Maduro, por el contrario, les pide (o estos lo hacen motu proprio, o lo ordenan sus asesores) que no haya ni un detalle de ese color en sus vestimentas:

La incoherencia de la propaganda

La brecha entre el discurso del chavismo y lo que ha producido en estos 18 años es tan grande y profunda, que al Gobierno no le queda más remedio que elevar el disparate de sus mentiras. Es una fórmula que, al fin y al cabo, le ha funcionado a Cuba, con una diferencia: Allá, el castrismo domina todos los medios.

Es por ello que, incluso en occidente, hay quienes dicen “pero…” cuando les hablan de la revolución cubana, y le contraponen a las críticas la visión de un sistema de salud o educativo que supuestamente son del primer mundo.

Otra mentira piadosa para mentes de izquierda: Si Rodríguez tuviera disponible una total hegemonía comunicacional, probablemente podría colar que en efecto, los niños venezolanos comen mejor ahora que hace 20 años, cuando, en honor a la verdad, en ese momento, había un problema nutricional, en efecto: Crecía la obesidad infantil. Un problema que hoy casi nos luce dulce.

 

Donde los niños mueren de hambre, donde los niños desertan de la educación para irse a una esquina a limpiar vidrios de los autos, a Maduro le preocupa el “bullying a los niños chavistas” (lo dijo ayer).

Maduro no solo tiene problemas con la verdad; los tiene, fundamentalmente, con la coherencia. La enorme distancia entre sus palabras y los hechos de su Gobierno. Ernesto Villegas, ministro de Comunicación, es, por su parte, el jefe de la peor agencia de publicidad del planeta: La que anuncia huevos podridos, comida que causa sobrepeso y zapatos que rompen los pies.

Es por ello que nada detendrá lo que viene este 15 de octubre. Ni todas las triquiñuelas, y ni siquiera el fraude abierto que ya está preparando Maduro, como la estocada final a su legitimidad.

Queda de usted, que lee esto, lograrlo.

 

Fuente: Panampost/ articulo de opinion de Pedro García Otero

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