Los revolucionarios son extremadamente sensibles, desde comienzos del proyecto totalitario chavista asomaron sus conductas divorciadas de la democracia.
Fácil recordar a Chávez llamando, con una sonrisa que contenía su evidente molestia, a “Plomovision” cuando el canal de la Alta Florida era independiente.
Luego en uno de sus larguísimos discursos llamó “plasta” al TSJ por una sentencia que al líder de los revolucionarios no le agradó.
Si no me creen la predisposición a la censura, pregúntenle a Laureano Márquez y un artículo de humor sobre una morrocoya.
Los cacerolazos fue otra de las manifestaciones que incomodaron mucho a los rojos; desde el muy infeliz comentario de Luis Miquelena sobre las “ollas Renaware”, pasando por las histéricas críticas a las mismas cuando había algún funcionario chavista en algun lugar público como restaurantes, viajando en primera clase o donde estuviese; normalmente en lugares cuyo “lujo” era constantemente criticado por los instaladores del socialismo del SXXI.
Pero bueno… hasta allí se podría decir que todo estaba dentro del rango de “tolerancia democrática” ya que simplemente eran manifestaciones de descontento a distancia a quien no se le podía llegar de ninguna manera; o sea, los revolucionarios comenzaron a alejarse de la gente hace ya bastante tiempo.
No únicamente con las barreras de guardaespaldas, las mansiones devenidas en búnkers, los lujosos guetos donde solo las élites pueden entrar, también se fueron atrincherando en su mundo de bienestar que no debía ser tocado, mucho menos criticado; es así que el descontento popular creció en igual proporción al culillo revolucionario, y fue allí donde comenzaron a utilizar cuánta herramienta consiguieron para protegerse del hartazgo de la gente.
Represión:
Prohibieron “porque si” que cualquier protesta les tocará las puertas, dijeron: “hasta aquí llegan” o peor “de aquí no pasan” y entonces crearon la figura “legal” de las “zonas de seguridad”. Comenzó así el cerco protector a instalaciones emblemáticas del poder. Y por supuesto, esto lo que trajo fue plomo y “gas del bueno” a todo aquel que no estuviese de acuerdo con ellos y pretendiera manifestarlo.
La ley:
Por supuesto, la piel sensible revolucionaria tocó a algunos medios de comunicación para que fuesen los “yes sir” de cuánta cosa hicieran o dejaran de hacer.
Entonces crearon la “Ley Resorte” su utilización a discreción les permitió cerrar emisoras de radio y tv, no sin antes aplicar toda la presión posible con otras instituciones del régimen, o sea, como adelanto en modo de advertencia les enviaban al SENIAT, a los bomberos, a las alcaldías, etc. para todo tipo de fiscalizaciones, y cuando la terquedad de la verdad se hacía presente en los medios, estos eran sancionados, perseguidos sus periodistas y hasta como dije líneas arriba, cerrados. En algunos casos cuando se percataron que los medios estaban mejor en sus manos que cerrados, los compraron bajo amenaza.
La corporación:
Cómo no todo eran los medios radioeléctricos, aún existía la prensa escrita, entonces se inventaron una cosa llamada la “Corporación Maneiro” que fue la encargada de terminar por enterrar a los medios físicos tradicionales, y les fue muy fácil, ellos (la corporación) administraron la distribución del papel, ¡Si! donde se impriman las noticias y críticas que a al régimen no le interesaba se supiese.
Y así, llegó la “Ley contra el Odio”:
Antes debo decir que la ley contra el odio no es tanto para perseguir, es para que sepan hasta donde se nos permitirá hablar, llegar; es el predespacho a la autocensura; algo así como las barandas de la dictadura.
La aplicación de esta ley es el fabuloso comodín que tiene la revolución chavista para perseguir, secuestrar, sancionar y anular a cualquiera que les sea incómodo. Y cuando digo a cualquiera, esto abarca a absolutamente a todos.
En la debilidad política que Maduro y su grupete se sabía en el año 2017 se inventaron esta ley a través de la ANC a manera de “bajarle dos” a todo disidente y opositor, haya sido político o civil.
Periodistas, estudiantes, trabajadores públicos, sacerdotes, manifestantes, tuiteros, poetas y hasta bomberos han padecido de la sensibilidad dérmica a la critica de los funcionarios rojos.
Susceptibilidad revolucionaria:
Si a algún miembro del staff revolucionario le cae mal algún comentario en RRSS o alguna información, algún artículo de humor, algún trabajo de investigación periodístico o hasta un simple chisme, inmediatamente aplican la fulana ley.
Recientemente, la semana pasada fueron detenidos por un texto en Facebook un periodista y una poeta cuando escribieron en sátira la multitudinaria fiesta a la que asistió Tarek W. Saab en plena restricciones por la pandemia.
El sujeto, quien no ha dicho aún si estuvo o no, se sintió ofendido y automáticamente les denunció y pasaron horas detenidos.
Y es que así van estos “heroicos” revolucionarios llevándose por el medio a todo aquel que no les agache la cabeza.
Se han hecho intocables, pero aún no lo suficiente:
Ahora, van a por una ley que regule las redes sociales, espacios donde por los momentos podemos informar, informarnos y comentar. Un nicho que aún los valientes revolucionarios no han metido su mano controladora.
Irónicamente, Nicolás Maduro se sintió muy ofendido en días pasados, ya que la red social Facebook lo censuró y le bloqueó la cuenta; y ahora viene Tarek Saab a perseguir a una poeta que publicó en su cuenta una sátira de la megarumba donde este asistió y está publicación fue justamente en… Facebook.
Estás incongruencias revolucionarias.
El tema es control de todo tipo, pero lo que más les duele es el libre pensamiento y la libre información.
La semana pasada detuvieron a dos periodistas (de NTN24) que pretendieron cubrir el enfrentamiento que se lleva a cabo en Apure, aparte de robarles todos los equipos, utilizaron las mismas RRSS para difundir un vídeo en el cual las víctimas casi agradecen a los victimarios que los hayan secuestrado y robado, todo por “el bien y seguridad de estos”, es que como aún no se han inventado alguna ley que prohíba expresamente la cobertura en conflictos armados en Venezuela, entonces los detuvieron por “su seguridad”.
¿Cuantas veces Mario Silva los del programa Zurda Konducta, Jorge Rodríguez y tantos otros chavistas difaman, agreden e incentivan odio hacia el pensamiento opositor y la ley contra el odio no los toca?
Es el uso discrecional de las leyes por parte de la dictadura.
Así es que, mientras se pueda hay que seguir levantando la voz en nombre de la igualdad, de la justicia y por ende de la democracia.
Y aunque no parezca si hay diferencia entre Los Intocables de la Revolución o La Revolución de los Intocables.
En todo caso, a ellos no se les puede tocar.
¡Allí les dejo eso!
Gonzalo Martín
TW: @gmartin1961
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