La visita a Caracas del exdiplomático estadounidense Bill Richardson para gestionar la liberación de al menos ocho norteamericanos mediante una conversación directa con Nicolás Maduro representa una “oportunidad de oro” para que el presidente en disputa de Venezuela realice un gesto de buena voluntad, opinan expertos en derecho internacional.
El exembajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas y secretario de Energía durante la presidencia de Bill Clinton llevó a cabo esta semana su misión a petición de los familiares de los presos estadounidenses.
Richardson lamentó en un comunicado no haber podido asegurar la liberación de los detenidos, seis ejecutivos de la empresa petrolera Citgo y dos exmilitares de las Fuerzas Especiales arrestados en mayo por participar en una incursión armada fallida.
Su oficina indicó que conversó en persona con Maduro y en tres ocasiones con su ministro de comunicaciones, Jorge Rodríguez.
A pesar de su negativa inicial de liberar a los estadounidenses arrestados, Maduro tiene aún ante sí la oportunidad de exorcizar la animadversión de Estados Unidos y gran parte de la región, a juicio de Julio Portillo, exembajador de Venezuela en República Dominicana y profesor de Derecho Internacional Público.
“Es una oportunidad de oro para el gobierno venezolano para entrar en distensión de relaciones con sus vecinos y con el propio Estados Unidos. Si es inteligente, al liberarlos o permitir su retorno a los Estados Unidos, estaría haciendo un acto de buena voluntad”, indicó a la Voz de América.
Portillo opina que el gesto sería visto con buenos ojos incluso por las Naciones Unidas, en cuyo seno se denunciaron esta misma semana violaciones graves de los derechos humanos por parte del madurismo.
No hay un gobierno de Sudamérica que respalde abiertamente a Maduro, remarca Portillo, al recordar que hasta el gobierno argentino del socialista Alberto Fernández refrendó el informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos sobre Venezuela y pidió elecciones creíbles y libres.
Gestión humanitaria
Portillo, que también ostentó el cargo de cónsul venezolano en Río de Janeiro, Brasil, advierte que Maduro debe comprender que le urge buscar salidas a la crisis política y socioeconómica de Venezuela.
Cita el postulado de la diplomacia conocido como comitas gentium, es decir, de la cortesía, amabilidad y amistad internacional, para explicar el propósito de Richardson, aun cuando se trata de una gestión privada dado que la Casa Blanca no reconoce a Maduro como presidente de Venezuela.
“Es una gestión que pudiera situarse como gestión de humanidad y todo depende de la voluntad que tenga en este caso el gobierno venezolano”, dice.
Diana Romero, también versada en derecho internacional público y decana de la Faculta de Ciencias Políticas y Jurídicas de la universidad venezolana del Zulia, recuerda que la diplomacia mundial tiene amplios antecedentes de acuerdos humanitarios aun en medio de conflictos armados o rupturas entre gobiernos.
“Las misiones diplomáticas no cesan. Richardson aboga por sus nacionales, pero puede tener un trasfondo y en esa misión puede haber otro tipo de conversaciones de agendas que no tienen por qué darse a conocer al público”, acota en conversación con la VOA.
Maduro y el exdiplomático, a su entender, deben haber abordado otros asuntos políticos, en un contexto donde el nuevo poder electoral, de mayoría oficialista, ha convocado a comicios parlamentarios para diciembre sin el convenimiento de la oposición y con el rechazo formal del gobierno de Estados Unidos.
Richardson admitió que conversó con el presidente en disputa venezolano sobre los problemas humanitarios que vive el país por la pandemia.
Maduro, en reiteradas ocasiones, ha pedido la eliminación de las sanciones de Estados Unidos al alegar que empeoran las dificultades sociales del pueblo, especialmente en tiempos de la COVID-19.
Romero garantiza que el Departamento de Estado de Estados Unidos no ha sido ajeno a la misión de Richardson, a pesar de su postura formal sobre el madurismo. Según el exdiplomático, su visita se realizó en coordinación con la Casa Blanca.
“Hay una vinculación diplomática de alguna manera con Estados Unidos, puede ser para bien de los nacionales estadounidenses o para adelantar algunas negociaciones sobre la eventual salida de Maduro”, expresa la docente.
Portillo, por su parte, destaca que el gobierno interino de Juan Guaidó no haya activado a un agente internacional de categoría para participar de esas conversaciones con Richardson, al menos de manera pública.
“A la oposición venezolana le está faltando articular un sistema político que le permita entrar en estas negociaciones”, consideró.
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