Según el diccionario, la crianza es formar algo de la nada; es instruir, dirigir, educar. Instruir es definido como enseñar, comunicar sistemáticamente conocimientos o métodos y comunicar reglas de conducta; dirigir es enderezar, llevar rectamente una cosa hacia un término o lugar o aconsejar a una persona; educar, a su vez, es dirigir, encaminar, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales de un niño, así como enseñarle los buenos usos de urbanidad y cortesía.
Hay que tomar en cuenta que al hablar de un hijo esa formación se hace partiendo de que la criatura ya existe y que tiene personalidad, pensamientos y sentimientos, es decir, que no se forma de la nada y que su estructura genética ya está establecida. No es que no haya nada, sino que con base en lo que existe y a través de la crianza se socializa a una persona ajustando su comportamiento y actitudes a lo establecido culturalmente e inculcándole valores reconocidos por la sociedad, o sea, conformándolo a lo que la sociedad determina que debe ser un hombre o una mujer.
Ahora bien, criar es sinónimo de instruir, dirigir y educar, y entre las definiciones aparecen tantos términos que suponen una información (comunicar sistemáticamente conocimientos o doctrinas y reglas de conducta) como una formación (enderezar, aconsejar a una persona, encaminar, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales de un niño, enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía).
Podría decirse entonces que la crianza es tanto informar como formar; más que repetir conceptos o dar instrucciones, es ir formando actitudes, valores y conductas en una persona. Es un intercambio en el cual una persona convive con otra, y a través del ejemplo la va formando y se va formando a sí misma. De esta manera puedo decir que la crianza es el compromiso existencial que adquieren dos personas adultas para cuidar, proteger y educar a una o más crías desde la concepción o adopción hasta la mayoría de edad biopsicosocial.
Al respecto, resulta relevante mencionar que en la mayoría de los estudios sobre paternidad se ha insistido en la importancia que tiene la función de crianza paterna en el desarrollo social, emocional e intelectual de los niños; el involucramiento del padre con su hijo se refleja en mejores notas y bajos índices de sanciones disciplinarias en la escuela o de reprobación escolar, esta relación también beneficia a los padres, ya que desarrolla en ellos la tolerancia, el ser compasivos, suaves en su trato y demás.
Puedo señalar de esta manera que la sociedad requiere de un equilibrio permanente entre el amor y la autoridad, y entre la solidaridad y la rivalidad, elementos que están presentes en cada uno de los miembros de la familia; son elementos que cuando se descuidan o exageran, o cuando se desconoce el papel que cada miembro de la familia desempeña, ocurren diversos trastornos afectivos en los infantes. Las relaciones afectivas de la infancia condicionan a menudo la vida del adulto, y por ello los padres tienen una gran responsabilidad en el desarrollo psicológico y social de sus hijos, por lo que la intimidad, la autoridad y la educación son factores fundamentales para que una familia pueda desempeñar en forma óptima su función.
LA FAMILIA EN LA CRIANZA
La familia es el primer contexto de aprendizaje de papeles y estereotipos asociados a la identidad sexual que conserva las normas y reglas socialmente establecidas y adquiridas. Esto se transmite desde las expectativas familiares sobre el nacimiento y desarrollo del nuevo ser: los hijos, además de representar la perpetuación del apellido paterno, deberán estudiar una carrera universitaria de prestigio y ejercer una profesión que les dé estatus social. Las hijas serán las encargadas de cuidar y constituirse en compañía; será conveniente que estudien una carrera, aunque no la ejerzan. En cuanto a la regulación de la conducta, a los varones se les insta a no llorar, a ser fuertes, a no dejarse de otros; a las niñas, en cambio, se les pide cuidar, ser buenas, ayudar en lo doméstico, ser limpias, hermosas y suaves en su trato. En cuanto a los juegos, a los varones se les seleccionan los vinculados al desarrollo de la habilidad física e intelectual; no se busca que desarrollen la ternura o el cuidado de otros; en general, se pretende que no manifiesten emociones, sino que las sepan controlar. A la mujer se le eligen juguetes asociados a lo doméstico, promoviendo un juego más estereotipado y estático. Estos son sólo algunos ejemplos de la manera en que se van enseñando, promoviendo, controlando y sancionando los roles sociales de hombres y mujeres en el contexto familiar.
RESPONSABILIDADES EN LA CRIANZA
Doherty, Kouneski y Ericsson apuntan que el término “responsable” sugiere un deber ser, una serie de normas deseables para evaluar la conducta del padre. También conlleva un significado moral (correcto o erróneo) porque sugiere que algunos padres pueden ser juzgados como irresponsables. Una persona es responsable cuando incluye, en los motivos de su comportamiento, la previsión de los efectos posibles del comportamiento mismo. La responsabilidad en la crianza hace referencia a que los padres incluyan en los motivos de su comportamiento la previsión de los efectos posibles de su conducta sobre el desarrollo integral óptimo de sus hijos. La responsabilidad en la crianza es la obligación de los padres de dar cuenta de las consecuencias de su comportamiento sobre el proceso de desarrollo de los hijos. Se ha documentado que tradicionalmente los hombres han asumido que la responsabilidad principal de ser padres es trabajar para la manutención económica de la familia, y que las funciones relacionadas con la educación y la formación de los hijos es ocupación exclusiva de la madre.
La crianza de nuestros hijos es una tarea importante como padres, velar por su bienestar independientemente de la situación sentimental que pueden tener los padres, debemos ser conscientes a la hora de traer un vida al mundo y asumir con madures y compromiso esta nueva etapa de nuestras vidas.
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