Un guerrero samurai fue a ver al maestro Hakuin y le preguntó: ¿Existe el infierno?, ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a uno y al otro? – ¿Por dónde puedo entrar? Hakuin le respondió con una pregunta: – ¿Quién eres? Soy un samurai – le respondió el guerrero -, un jefe de samurais. Hasta el emperador mismo me respeta. Hakuin se rió y contestó: ¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo. Sintiendo su orgullo herido, el samurai desenvainó su espada y ya estaba al punto de matar a Hakuin, cuando éste le dijo: Ésta es la puerta al infierno. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espalda en su cinto, y Hakuin dijo: Y ésta es la puerta del cielo.
Todos debemos librar una guerra importante en nuestra vida. Una guerra que se libra en miles de batallas diarias y que, dependiendo de los resultados, nos acerca o nos aleja de nuestros objetivos más esenciales. Esa guerra fundamental es contra nuestro ego.
El ego es esa parte de nuestra personalidad que comienza a gestarse desde el primer momento que comenzamos a interactuar con otros en este mundo. Engloba nuestro carácter que, influido por el temperamento, se va desarrollando conforme maduramos e interactuamos. El ego es también nuestra mente, esa parte de nosotros más apegada con lo material de la existencia y que funciona de un modo, digamos, más automático y práctico. También participa de nuestras emociones más primarias, es la exacerbación de nuestras condiciones, en valoraciones exageradas de nosotros mismos. Se trata de un exceso de autoestima, que en la mayoría de los casos nos nubla la visión y el intelecto.
Estas condiciones se presentan en muchas personas. Aunque puede confundirse con exceso de confianza o conocimiento, el ego se trata simplemente de la manera cómo nos comportamos. La arrogancia, la petulancia y el sentir a otros menos que nosotros, son síntomas inconfundibles de un ego exacerbado. El Yo lo sé todo y por ende “siempre” tengo la razón, es un comportamiento regular en estas personas que quiebra cualquier puente de entendimiento con los otros.
En el plano social y político, los tenemos a montón. “Lideres” que viven en una permanente e insistente sordera intelectual, producto de la arrogante creencia de saberse dueños de la verdad. Sin importar las experiencias pasadas, sin importar el real conocimiento de que por el camino que se va, no se alcanzará el éxito, estos personajes se empeñan en perseguir sus intereses, sin importarles los de la gran mayoría.
Bajo estos escenarios es poco probable el cambio y por ende una nueva visión de país. Aunque actualmente en Venezuela la visión hacia el liderazgo ha cambiado y ya no son tan “creíbles” como antes, ellos se mantienen en posturas egocéntricas, donde todo lo que acontece debe orbitar a su alrededor y en función a sus intereses personales, mas no grupales.
Necesitamos bajarnos de esos niveles encumbrados de egocentrismo. El país requiere líderes que se conecten genuinamente con sus ciudadanos y sus padeceres. Estamos en un momento fundamental para reaccionar y buscar la concordia. El objetivo es Venezuela y el bienestar primordial de su gente, no los intereses particulares de unos pocos. Ya estamos cansados de tanto egoísmo.
Si de verdad, todos estamos del mismo lado, pónganse de acuerdo y antepongan al país. Es un mandato.
“Dios no encuentra sitio en nosotros para derramar su amor, porque estamos llenos de nosotros mismos”. San Agustín.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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