Conversando con un gran amigo sobre los temas a abordar en esta columna semanal, me invitaba a aprovechar el aniversario de la Batalla de Carabobo para reflexionar sobre esta interesante fecha y su significación en nuestra historia, que siempre nos la vendieron como la última gran batalla por la libertad. Sin embargo, en estos días, que se celebran sus 200 años, tuve la oportunidad de visualizar un post preparado por la historiadora Inés Quintero, donde desmitifica esta fecha como la ultima gran acción que libertó a Venezuela, y junto a otro historiador, Pedro Correa, nos relatan que luego de esta épica batalla, se realizaron más de 54 combates de alto y bajo impacto, entre los que se destaca la Batalla del Lago de Maracaibo. Esto quiere decir, que nuestra lucha libertadora prosiguió por mucho más tiempo y que esas confrontaciones con sus héroes, vencedores y vencidos pasaron por debajo de la mesa.
La historia depende del que la cuente, el argumento que presente y la pasión con la que lo defienda. Y de esos relatos, vamos el resto, armando nuestras propias creencias y construyendo nuestra realidad y verdad. A veces, sin saber si lo que creemos es auténtico o no. Siempre he sido un crítico de la forma como hemos abordado nuestra historia, nuestro gentilicio y nuestro pasado. Entendiendo que no debemos vivir del crédito que pueda representar las acciones heroicas realizadas en el pasado, ni que las características de nuestros héroes y heroínas fueron transmitidas directa y genéticamente a cada uno de nosotros, ese pasado tiene un valor y hay que destacar, aunque no debemos vivir en él, es de dónde venimos y lo que somos, y nos da una excelente referencia de principios y valores de base como nación.
Siempre recuerdo una anécdota personal que tiene que ver con este tema. Fue en un viaje de trabajo que realicé a la ciudad de Manizales, capital del departamento de Caldas y ubicado en la cordillera andina cerca del Nevado del Ruiz. Estábamos en una especie de convención de la compañía, donde veníamos a Colombia invitados de diversos países: México, Estados Unidos, Argentina, Ecuador y Venezuela. Como parte de la agenda programada se tenía previsto un tour por los alrededores de la ciudad y sus sitios más emblemáticos. Allí nos encontramos en un momento en una enorme plaza frente a un monumento precioso llamado “El Bolívar Cóndor”. Pieza creada por el escultor Rodrigo Arenas que le da una enorme majestuosidad a este lugar. Pero no quiero hablar de la obra, sino de lo que vino con ella. Al momento de la presentación de la pieza, su historia y lo que representaba, no solo el guía contratado para el tour se explayó en detalles. Cada uno de nuestros compañeros colombianos se convirtieron en representantes de la historia y comenzaron a presentar, con un enorme orgullo, una cara del Libertador que tal vez, ni siquiera nosotros los venezolanos que nos encontrábamos, allí conocíamos.
Esto refleja el impacto de una historia bien contada. Me identifica, me enorgullece y la repito hasta la saciedad con el alarde y orgullo que me da el saberme heredero de ella. Su contenido me convence y enamora y si me la contaron con amor y pasión me conecta para siempre.
Debemos encontrar nuestra pasión y nuestra historia. Debemos conectarnos con ella sin el fanatismo de una estrategia política y sólo desde el rescate de lo importante que reflejan los principios, valores y sacrificios hechos por hombres y mujeres de bien que deben enorgullecernos. Tenemos una historia poderosa, recordarla y honrarla es ciudadanía.
Esperemos en el futuro rescatar nuestro pasado.
Saludos cordiales
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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