La decisión de empresas tecnológicas estadounidenses como Apple de fabricar la mayoría de sus productos en China, inicialmente vista como una estrategia para reducir costos, terminó siendo un factor clave en el desarrollo tecnológico del país asiático. A través de esta colaboración, China no solo aprovechó la producción barata, sino que utilizó esta oportunidad para fortalecer sus capacidades industriales, tecnológicas y de innovación, permitiéndole competir a nivel global con Estados Unidos.
Investigadores como Kyle Chan de la Universidad de Princeton señalan que China hizo un esfuerzo deliberado y estratégico para atraer a compañías extranjeras, exigiendo que contribuyeran al desarrollo económico local. Este proceso incluyó la transferencia de conocimientos, la capacitación de mano de obra especializada y la consolidación de una cadena de suministro avanzada.
Con el tiempo, China ha logrado sustituir proveedores extranjeros por nacionales en sectores clave, desarrollando su propia tecnología en teléfonos móviles, vehículos eléctricos e inteligencia artificial. Mientras EE.UU. mantiene su liderazgo en ciertas áreas fundamentales, la velocidad con que China cierra la brecha tecnológica es notable, marcando una nueva competencia global en innovación y producción tecnológica.
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