La reciente partida física de Margiory Fiaschi, periodista y locutora emblemática de nuestra región carabobeña, nos confronta con una realidad ineludible: la vida es frágil y fugaz. Su partida temprana, tan súbita como inesperada por su juventud, nos obliga a mirar más allá del dolor inmediato y a reflexionar profundamente sobre el valor del tiempo que se nos ha concedido. Margiory, no solo fue una voz reconocida y respetada, sino un ejemplo de pasión y entrega, un recordatorio de que cada día es una oportunidad única que no se debe desperdiciar.
En un mundo donde la rutina y la prisa nos arrastran, la muerte de una persona como Margiory Fiaschi, nos detiene en seco para hacer una pausa necesaria. Es un llamado a entender que la vida no es eterna, que cada instante que vivimos es un regalo que debemos aprovechar con plenitud. La efímera naturaleza de nuestra existencia debería inspirarnos a vivir con mayor intensidad, a valorar lo que realmente importa: las personas, los sueños y los actos que dejan huella.
Disfrutar la vida en buena compañía, rodeados de amor y respeto, es quizás la lección más clara que podemos extraer de esta triste despedida. Margiory Fiaschi supo construir durante su vida un legado de cercanía y afecto, no solo a través de su trabajo en los medios sino también en su trato humano. Este legado nos invita a no postergar los momentos de alegría ni las muestras de cariño, porque nunca sabemos cuándo será la última vez que tendremos oportunidad de compartirlos.
Decir y hacer, no solo pensar o esperar, es una máxima que se vuelve urgente en este contexto. La vida, tan delicada y breve, demanda una actitud activa: expresarnos, manifestar nuestros afectos, cumplir nuestros sueños, y también corregir errores. En la memoria de Margiory Fiaschi, debemos encontrar la motivación para no dejar pendientes emocionales ni proyectos personales que podrían enriquecer nuestra existencia y la de quienes nos rodean.
Hacer el bien sin mirar a quién es un principio que debería guiar nuestra conducta cotidiana. En tiempos donde el egoísmo y la indiferencia parecen dominar, la generosidad desinteresada se convierte en un acto de resistencia y humanidad. Margiory, con su trabajo comprometido y su sensibilidad, nos mostró que ayudar al otro es también una forma de dar sentido a la vida, un acto que trasciende y se convierte en luz para el camino.
Creer en nuestras convicciones y defender lo que consideramos justo, es otra enseñanza que podemos adoptar de su ejemplo. La integridad y la valentía para mantener nuestras ideas y luchar por ellas, aún en medio de adversidades, son valores esenciales que dignifican la existencia.
Atrevernos siempre a luchar por lo que queremos, sin miedo a fracasar, es el mensaje final que la vida de Margiory nos deja. La incertidumbre y la brevedad de nuestra travesía no deben paralizarnos, sino impulsarnos a actuar con coraje y convicción. Porque al final, lo que realmente importa no es la duración de nuestros días, sino la intensidad con que los vivimos y el impacto positivo que logramos sembrar.
Todo esto es un llamado a la reflexión profunda sobre la vida y su naturaleza efímera. Que su recuerdo nos inspire a vivir con pasión, a amar sin reservas, a actuar con bondad y a luchar por nuestros sueños. Solo así honraremos la memoria de nuestra gente querida que acude al llamado de Dios, y encontraremos sentido en este breve pero valioso viaje que es la vida.
@IvanLopezSD













