El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado con imponer aranceles del 100% a aquellos países que mantengan relaciones comerciales con Rusia, pero expertos consideran que esta medida es poco probable, debido al impacto negativo que tendría sobre la economía norteamericana y la de sus aliados.
Aunque estos gravámenes podrían afectar el sector energético de Rusia, que ha logrado superar las sanciones occidentales gracias a sus continuas exportaciones de hidrocarburos a mercados como China e India, una reducción abrupta en las ventas energéticas rusas causaría un aumento global en los precios, lo que, según analistas, afectaría directamente a los consumidores estadounidenses en las estaciones de servicio, generaría volatilidad en los mercados y presionaría la inflación en general.
Además, socios cercanos a Washington, como Japón y la Unión Europea, que continúan sus vínculos comerciales con Moscú, también podrían verse perjudicados por esta amenaza arancelaria. El riesgo de un conflicto comercial con China, uno de los principales socios comerciales de Rusia con un comercio bilateral que alcanza cerca de 250.000 millones de dólares al año, también está en el horizonte.
Los especialistas apuntan que Trump probablemente evitará confrontar directamente a la segunda economía mundial por el conflicto en Ucrania, un país que él ha considerado no esencial para los intereses estadounidenses. Además, frecuentemente el presidente ha incumplido los plazos que anuncia.
Según datos oficiales, los aranceles tendrían un efecto limitado debido al bajo volumen comercial directo entre Estados Unidos y Rusia. El año pasado, las importaciones estadounidenses desde Rusia alcanzaron apenas 3.000 millones de dólares, concentrándose en productos clave como fertilizantes, acero y uranio, mientras que las exportaciones hacia Rusia fueron sólo de unos 500 millones.
Esta advertencia de Trump pretende presionar a Moscú y sus socios comerciales para que lleguen a un acuerdo de paz en Ucrania antes de 50 días, pero las consecuencias económicas podrían terminar afectando más a la propia economía estadounidense y sus aliados que a Rusia misma.
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