El consumo frecuente de productos altos en azúcar está relacionado con alteraciones metabólicas y el desarrollo de enfermedades crónicas, según organismos internacionales y estudios mencionados por The New York Times. Durante mucho tiempo, los azúcares naturales presentes en frutas y vegetales fueron una fuente importante de energía para el cuerpo humano. Sin embargo, con la masiva presencia de productos ultraprocesados y bebidas endulzadas, el consumo actual ha superado ampliamente los niveles recomendados para el metabolismo.
Las investigaciones indican que el exceso de azúcar afecta varios órganos y sistemas, desde la boca hasta el hígado, involucrando también el intestino, el páncreas y las articulaciones. La exposición constante a alimentos y bebidas con altos niveles de azúcar altera la flora bucal, favoreciendo la formación de ácidos que dañan el esmalte dental y aumentan el riesgo de caries, especialmente en niños.
En el intestino, los azúcares como la glucosa se absorben fácilmente, pero la fructosa, muy común en jugos, jarabes y algunos frutos, puede ser difícil de procesar. Cuando no se absorbe por completo, es fermentada por bacterias intestinales, causando gases, inflamación y molestias abdominales. Este desequilibrio puede dañar la barrera intestinal y aumentar el riesgo de inflamación gastrointestinal, especialmente en personas con síndrome de intestino irritable.
El páncreas, encargado de producir insulina para regular el azúcar en sangre, puede agotarse debido al consumo excesivo, lo que lleva a resistencia a la insulina y aumenta la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2. Además, el hígado transforma el exceso de fructosa en grasa, acumulándola y provocando una enfermedad llamada MASLD, que puede evolucionar hacia fibrosis, cirrosis o insuficiencia hepática. Esta condición afecta actualmente a cerca del 40% de la población mundial y está relacionada con el consumo habitual de bebidas azucaradas.
El azúcar también contribuye a la acumulación de grasa visceral, especialmente en el abdomen, lo que está asociado a inflamación y riesgo cardiovascular. Por otro lado, la fructosa produce ácido úrico como subproducto, que si se acumula puede cristalizar en las articulaciones, causando inflamación y dolor intenso, como ocurre en la gota, una forma de artritis inflamatoria.
Las autoridades de salud recomiendan que el consumo de azúcares añadidos no supere el 10% de las calorías diarias, equivalente a 50 gramos en una dieta estándar. Sin embargo, la ingesta promedio supera esta cifra, especialmente por el consumo de bebidas azucaradas, postres y productos procesados, muchos de los cuales contienen azúcar oculta en aderezos, panes o yogures.
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