En su segunda acepción la RAE define suicidio como: “Acción o conducta que perjudica o puede perjudicar muy gravemente a quien la realiza.”
En la historia de la humanidad han habido escandalosos suicidios colectivos, voy solo a nombrar cinco: Jonestone (918 personas fallecidas), Puerta del Cielo (39 personas muertas), La Orden del Templo del Sol (se encontraron 33 cadáveres), Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, en Uganda (más de 1.000 personas carbonizadas, entre ellas 80 niños) y aunque los que acabo de mencionar fueron actos con muertes físicas, violentas y súbitas me queda el más relevante de todos, que no son muertes repentinas sino progresivas, ayer 21 de noviembre, hubo un suicidio colectivo político en Venezuela de más de 13.000.000 de personas.
Hay que estar claros, todos los suicidios que he mencionado aquí han sido producto de creencias y fanatismos, todos religiosos o casi. Pero todos, absolutamente todos llevados a cabo por sectas. El fanatismo ha convertido la política en una religión de falsas creencias ideológicas y hasta sin más basamento que el odio hacia el otro, aún siendo de los propios o al menos no del contrario.
¡Que bestialidad!
El radicalismo venezolano en la política ha idiotizado a casi el 60% de la población votante en el país, y más allá, ya que desde el exterior muchos que no podían votar llamaban a suicidarse con la excusa que “si igual te van a matar, mejor antes jódete tú”.
Ayer se llevó a cabo el más grande acto de estupidez colectiva desde que en 1998 Chavez salió electo en su primera versión.
Pero no sólo los suicidas están dentro de ese sesenta por ciento, ya que en ese casi 40% restante también hay absurdos kamikazes de la política que promovieron intensamente la división del voto, y no estoy hablando de esa subespecie política sobreestimada en sus egos y depreciada en su valor como son algunos de los “dirigentes” políticos, no les voy a dedicar muchas palabras a estos subnormales “líderes” para no encochinar mucho estas líneas.
Me voy a referir al ciudadano que se hizo la guerra contra sí mismo, contra su mismo destino y desatino.
Los resultados estaban cantados desde el primer momento que los “alacranes” quedaron rezagados y la verdadera oposición comenzó su carrera de la desconfianza contra de sus mismos candidatos, contra sus propios partidos políticos, y por sí fuera poco, contra el sistema electoral.
O sea, el venezolano opositor en su mayoría se encargo de dinamitar su futuro, su chance, su oportunidad.
Ya, desde los tiempos de Chávez se creó la cultura de la desconfianza en el voto, no sólo porque realmente si existen motivos para ello, sino además el chavismo se dedicó a sembrar ese odio por todo lo que representase una elección en el país.
Y los genios comenzaron con aquello de: ¿para qué votar si igual hacen trampa? Y como a veces la trampa no les era fácil y los rojos perdían (si, los rojos perdían), venían y montaron los “protectores” entonces los ilustres genios de la política amateur sentados en su sillón de los lamentos, en vez de percatarse que la figura del protectorado era derivada de una derrota roja (¡Si! Derrota) solo vieron la zanahoria que el régimen les pone por delante, “si no hacen trampa igual nos friegan”.
Llegó el 2015 y la saparapanda que recibió el régimen de Maduro fue tal (a fuerza de votos) que tuvieron que inventarse lo de los diputados de Amazonas y luego lo de la fulana constituyentita esa que sirvió más de frustración a los inútiles que a los que de verdad dan las batallas en la calle, el ciudadano de verdad y los políticos que andan día a día de puerta en puerta.
Pero vuelvo a los kamicazes, los que hicieron campaña promoviendo la división, la culpa no es sólo de los políticos, es también del ciudadano que lo quiere todo fácil y según su única visión y versión. O sea, “si no es mi preferencia no es ninguna” (aunque sea o parezca de este lado).
Todos los suicidios colectivos, todos, son llevados a cabo por flautistas de Hamelin, seres que fanatizan a sus seguidores que pierden el sentido de la razón y la perspectiva dejándose llevar por la ignorancia del extremismo, por la rabia y la pasión.
Ayer, Venezuela perdió y ganó el plan del chavismo, la estrategia roja funcionó perfectamente, y lo peor, que los que se creen más inteligentes sucumben ante la superioridad estratégica de los rojos.
Hoy amanece un vergonzoso país rojo cuando hasta hace cuatro años fue totalmente (casi casi) azul.
Y solo, por el fanatismo y la flojera.
Ayer Venezuela demostró que el suicidio colectivo es de idiotas, descerebrados extremistas del odio y el fanatismo.
La estupidez colectiva nos metió a todos en el mismo saco de las consecuencias.
Ahora veremos a Maduro de nuevo llamándonos escuálidos y lo peor, presentándose frente al mundo como el líder democrático que no es.
Por cierto, estas elecciones no levantan investigaciones penales, pero según estos resultados quizás, puedan dilatarlas más de lo que debiera.
La oposición buscó hacerse daño a sí misma y dejó de lado al chavismo.
Que arrechera con los idiotas que me suicidaron con ellos.
Allí les dejo eso!
Gonzalo Martín
IG / TW: @gmartin1961
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