La tarde del miércoles, la comunidad aledaña al distribuidor San Blas en Valencia, estado Carabobo vivió momentos de angustia y desesperación. La arremetida de bombas lacrimógenas por parte de las fuerzas de “seguridad” desafió a los habitantes de la zona, poniendo en peligro a los niños pequeños que estaban dentro de sus viviendas.
Como si de una campaña de terror se tratara, se pudo ver cómo las madres salían corriendo con sus hijos en brazos. La expresión en sus rostros produce escalofríos hasta al más duro y sereno de los humanos.
Existe una razón para que los países tengan sus equipos “antimonites” y por la que es legal que se compren todos los artefactos para una “represión” de manifestaciones. Lo que es totalmente inconstitucional, es que se haga el uso de los mismos fuera de esos contextos.
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Lo ocurrido en San Blas es una muestra más de la campaña de odio que se ha promovido desde el seno del gobierno, donde desde Nicolás Maduro hasta el resto de la dirigencia chavista se ha mantenido realizando apariciones públicas cargadas de amenazas contra los que insisten en protestar por sus derechos.
¿Qué culpa tienen esos niños? Si bien es cierto que las manifestaciones han subido su tono, también lo han hecho por parte de los uniformados. Atacar directamente a las casas de las familias, que no se encontraban en las manifestaciones. Ser capaces de afectar con los gases tóxicos a infantes que se encontraban en el interior de sus viviendas, simplemente va más allá de cualquier entendimiento.
Por los momentos, el defensor del pueblo no se ha pronunciado en cuanto al deplorable hecho. Tampoco quienes trabajan a instancias de la protección de menores. Las imágenes le darán la vuelta al mundo, como una prueba más del gobierno represor, que pasa por encima de las necesidades y derechos del pueblo, por mantenerse en el poder.
Fuente: Venezuela Al Día
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