l ego hace mucho daño, y el egocéntrico más. Ese compañero o amigo que se pone por delante de todo y de todos haciéndote pequeñito tiene varias caras, cada cual más difícil de llevar. Si quieres combatirlos, primero tienes que reconocerlos. Y a eso nos ayuda el psicólogo Manuel Lage, que nos define cuatro perfiles. Eso sí, todos tienen una cosa en común. Su máxima vital es yo, yo, y después yo. El egocéntrico es aquel que se considera como el centro de todos los intereses, el centro de atención, el centro de todo o el centro del mundo, que cree que sus propias opiniones e intereses son más importantes que las de los demás. Pero se manifiesta de varias formas.
Empecemos por el narcisista, que «se quiere a sí mismo más que a nada en el mundo. Es el egocéntrico por excelencia. Piensa que todo pasa por él y que todos tienen que besar por donde pisa. Es un trastorno de la personalidad patológico», especifica Lage. Los histriónicos padecen otro trastorno que les hace ser muy egocéntricos. «El histriónico piensa: ‘Todo el mundo me tiene que querer porque soy maravilloso’», explica el psicólogo, refiriéndose a esas personas que presentan un patrón de excesiva búsqueda de atención, un comportamiento seductor inapropiado y una excesiva necesidad de aprobación. Los reconocerás porque son muy animados, dramáticos, vivaces, entusiastas y coquetos. El siguiente no es un perfil tan fácil de reconocer, aunque resulta el más devastador.
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Lage encuadra entre los perfiles egocéntricos al del «psicópata de guante blanco, que no se mancha de sangre. Es frío y para él solo existe él mismo. Muchas veces hacen gala de una falsa modestia, porque son psicópatas, pero no son tontos. Saben quedar estupendamente, dicen cosas que saben que gustan y son capaces hasta de hacer actos altruistas simplemente porque queda bien, sin importarles lo más mínimo la causa o las personas a las que apoyan. La culpa de lo que les sucede siempre es de los otros, y ante una situación dramática no hay una respuesta humana, por así decirlo. No existe una respuesta emocional adecuada». Estos últimos son los más difíciles de identificar, porque son auténticos camaleones.
Por último, nos encontramos a los egoístas. «El egocéntrico siempre es egoísta, pero el egoísta no tiene por qué ser egocéntrico», precisa el experto, que añade que todos lo somos un poco». Si bien el egoísmo es teóricamente positivo, porque «engloba la asertividad, el derecho a defender nuestros propios derechos, a decir ‘no lo sé, no me importa’, a tomar mis propias decisiones», dice Lage, el narcisismo nunca es positivo. «En un mundo competitivo, el egoísmo puede ser la única manera de llegar primero. Si eres muy generoso, no ganarás. Por eso los psicópatas de guante blanco triunfan en el mundo de los negocios y de las finanzas. Es un egoísmo que en nuestra sociedad parece que se recompensa». Ya que sabemos cómo se las gastan los diferentes perfiles de egocéntricos, vamos a ver cómo protegernos de ellos. «Si no le prestas atención lo ninguneas y lo aíslas de esa importancia que cree que tiene, lo matas», indica el terapeuta, que señala que si hay algo que necesitan, es público: «Si no lo tienen, no pueden desarrollar su egocentrismo. Cuanto menos caso le hagas, más fisuras tendrá esa creencia de que su aportación es la más valiosa. Y al contrario, si se la prestas lo estarás alimentando».
Lage sabe que ellos jamás se sentarán en su consulta para abordar su exceso de ego: «Al revés, se sentarán porque se van a quejar de que creen que merecen más reconocimiento, más éxito. El mundo se lo debe». Los que sí lo hacen son las personas que tienen alrededor, para las que resulta muy difícil convivir con ellos. Visto lo visto, ¿el egocentrismo se puede corregir? «Sí, los seres humanos tenemos una plasticidad enorme y podemos cambiar por algún hecho concreto. Eso sí, con un trastorno mental grave es mucho más complicado», responde el psicólogo. Por si acaso, tú ni caso. Esa es la clave.
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