A dos horas en tren de Fukuoka o seis horas de Tokio, el aire del mar, ligeramente perfumado por los sulfurosos manantiales de agua termales refresca gratamente a los visitantes que vienen a ver los ocho infiernos de Beppu: un paseo a pie, serpenteando varias cuencas de aguas termales al aire libre, llenas de aguas volcánicas que emiten un espeso humo. Por suerte, este calor infernal también sirve para muchas otras cosas, por ejemplo, para cocinar huevos sumergiéndolos directamente en las piscinas. Estos toman un sabor parecido a la carne.
Bajando hacia el mar, los adultos más curiosos pueden parar en el museo del sexo (ten en cuenta que en Japón se es menor de edad hasta los 20 años). A unos pocos minutos a pie, siempre en dirección hacia la playa, se encuentra la torre de Beppu. Es imposible pasarla por alto y esto la hace un punto de referencia ideal en el tejido urbano. La torre tiene un observatorio con una vista panorámica de Beppu, a 60 metros de altura.
Pero entre paseo y paseo, hay que comer. Los restaurantes de la ciudad ofrecen especialidades locales: mariscos y legumbres cocidos al vapor de las aguas termales (jigokumushiryôri) y fugu, un pez venenoso cuya carne es tan delicada como peligrosa.
Información aquí vía www.japan-experience.es
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