El talento venezolano trascendió fronteras cuando el proyecto “Quíbor” irrumpió en el SaloneSatellite del Salón del Mobile de Milano. Impulsado por la visión del joven caraqueño Juan Cortizo y la habilidad de carpinteros de Guadalupe, Barquisimeto, la propuesta reinterpretó técnicas ancestrales larenses en objetos contemporáneos y funcionales. Desde sofisticadas cornetas hasta ventiladores y lámparas de diseño audaz, “Quíbor” se concibió como una tesis de grado que demostró el poder de la colaboración para revitalizar el patrimonio artesanal venezolano.
La génesis de “Quíbor” se dio en el Instituto de Diseño de Caracas, donde el profesor Jorge Wahbeh desafió a sus estudiantes a explorar las raíces artesanales del país. Inicialmente, Juan Cortizo y sus compañeros mostraron resistencia, pero una visita a pueblos como Tintorero y Guadalupe en Lara transformó su perspectiva.
Allí, presenciaron la dedicación de artesanos que luchaban por mantener viva su tradición. Esta experiencia generó un debate que culminó con la presentación de “Quíbor” en Milán, marcando la primera participación de Venezuela en este prestigioso escenario del diseño.
El proyecto de Cortizo abordó una pregunta fundamental: ¿por qué los electrodomésticos carecían de estética? Inspirado en esta reflexión, “Quíbor” fusionó la calidez de la madera y las técnicas artesanales con la funcionalidad de artefactos modernos.
Con la colaboración de los maestros carpinteros Iguita, Edgar e Isidro Horta, Cortizo creó una línea de productos totalmente funcionales que desafiaron la concepción tradicional de la carpintería larense. Su dedicación y disciplina, resaltadas por su mentor, fueron claves para llevar “Quíbor” desde una idea hasta una presentación impactante en Milán.
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