En la complejidad de las relaciones familiares modernas, un tema se alza con particular relevancia: la figura del padre, su presencia y su impacto, especialmente en el contexto de la migración y la economía.
¿Es la ausencia física lo mismo que la ausencia emocional?
¿Puede el dinero reemplazar el afecto?
Estas son algunas de las preguntas que abordamos en una conversación profunda con el Terapeuta Psicosocial Alexander Mirena, de @tunota_psicosocial.
Desentrañando los Conceptos Clave
Para iniciar esta importante discusión, es fundamental definir los términos que guían nuestro análisis:
- Padre Presente: Es el padre que se involucra activamente en la vida de sus hijos, proporcionando apoyo, cariño y compañía de manera constante.
- Padre Ausente: Se refiere al padre que no está presente en la vida de sus hijos, ya sea por distancia física, falta de contacto emocional o abandono.
- Padre Remesa: Es el padre que, trabajando en el extranjero, envía dinero a sus hijos o familia en su país de origen.
Pero, ¿es la presencia o ausencia definida por el dinero? El Terapeuta Alexander Mirena enfatiza que la presencia o ausencia de un padre no se define únicamente por el apoyo económico. Si bien el dinero es importante, lo que realmente marca la diferencia es la cercanía emocional, el tiempo de calidad compartido, el afecto y el apoyo incondicional que el padre ofrece a sus hijos. Un padre puede manifestar su presencia a través de su corazón y sus acciones, incluso si la cercanía física o el envío de dinero no son posibles. La verdadera presencia se refleja en el amor, la atención y el compromiso genuino.
Los Riesgos de Monetizar la Presencia Familiar
En una era donde todo parece susceptible de ser monetizado, surge la preocupación sobre los riesgos de ponerle un precio a nuestra presencia y afectos, especialmente dentro de la familia y con nuestros hijos.
Monetizar las relaciones familiares puede llevar a que estas se vuelvan superficiales o transaccionales, reduciendo el valor de la cercanía, el amor y el apoyo emocional a una cuestión de intercambio material. Esto puede generar sentimientos de vacío, inseguridad y la percepción de que los lazos no son auténticos.
Además, cuando el dinero se prioriza sobre los afectos, los hijos y otros miembros de la familia pueden sentir que no son suficientemente importantes o que su valor se mide solo por lo que aportan económicamente. Esta situación puede impactar negativamente su autoestima y confianza.
El Peligro de las Subastas Emocionales
Un comportamiento particularmente dañino son las “subastas emocionales”, donde los padres compiten por la atención o el afecto de los hijos con preguntas como “¿quién te da más?” o “¿quién te quiere más?” en cumpleaños o eventos.
Estas competencias pueden crear un ambiente de rivalidad en lugar de amor genuino, llevando a los hijos a asociar su valor con lo que reciben materialmente. Esto genera inseguridades, celos y la creencia de que su amor o cariño no son suficientes por sí mismos. Además, estas “subastas” pueden enseñar a los niños a medir el afecto en términos materiales, en lugar de comprender que el amor verdadero no tiene precio ni necesita de competencia. Afecta su autoestima y la forma en que se relacionarán en el futuro. Lo más saludable, como señala el Terapeuta A. Mirena, es que los padres expresen su amor de manera sincera y constante, sin necesidad de competir o “subastar” el afecto.
Pueden contactar al Terapeuta Psicosocial Alexander Mirena en @tunota_psicosocial
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