El papel de la mujer gallega por Valeria Barroeta

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La mujer es el sexo débil. O al menos esto es lo que la connotación histórica del concepto ha implicado a lo largo de la historia. Cuando se quiere describir a la mujer, no es inusual relacionar el significado con concepciones de ‘delicadeza’, ‘vulnerabilidad’, ‘servicio’ ‘maternidad’, ‘debilidad’; naturalmente, estos adjetivos han sido promovidos por los estándares a los que el ser humano femenino ha sido expuesto, o eso es lo que se presume. La mujer, según la historia, ha tenido un papel predeterminado e inflexible, ella ha servido, criado y alimentado hijos con el alimento que provee el hombre, pues su contraparte masculina por otro lado, es vinculado con conceptos de ‘fuerza’, ‘protección’, ‘trabajo’, ’liderazgo’; su rol era superior y preponderante, el hombre, en su mayoría, poseía el poder de decidir y actuar, lo que suponía una mayor responsabilidad, es por ello que se le ofrecía oportunidades académicas, laborales, políticas y económicas para desempeñar en sus ambiciones, algo que era ficticio e impensable para la mujer. Por el impedimento de su fragilidad, la mujer no trabajaba, estudiaba ni laboraba -o ello no era debido- y su utilidad era simplemente procrear y servir en ciertos casos.

 

No obstante, la previa noción no ha sido más que un mito cuya difusión ofrece no sólo desinformación y tergiversación de los hechos, sino también representa una ofensa a la experiencia real de las mujeres que padecieron los efectos de un sistema patriarcal. Sin duda alguna la mujer ha estado en desventaja simplemente por la naturaleza de su sexo, pero la fragilidad no es sinónimo de feminidad. La mujer ha sido parte esencial del funcionamiento de una sociedad, no sólo como madres sino también como trabajadoras, ha laborado, en ocasiones de forma forzosa y bajo condiciones deplorables, ha suministrado alimento al cosechar, recolectar, cazar y labrar la tierra. La labor de la mujer ha requerido de esfuerzo y fuerza tanto mental cómo física, liderazgo y astucia para resistir en un mundo donde se beneficiaba al género opuesto; el acto de la mujer delicada y débil, que depende del hombre para su supervivencia representa una muy pequeña minoría privilegiada, cuyo caso no personifica las vivencias del resto de las mujeres que trabajaban, lideraban y cubrían sus propias necesidades.

 

Estas experiencias son evidentes en la historia gallega, donde la mujer poseía responsabilidades aparte de la maternidad y el servicio al hombre, pues era tarea de ambos la de proveer el hogar. La labor femenina constaba desde sembrar, cultivar, escardar, recolectar y segar los campos, tarea que era llamada xeitura en ciertas aldeas. Las jóvenes -mozas- se organizaban en grupos para esta labor haciéndose llamar xeitureiras, éstas eran dirigidas por una mayorala (la joven que demuestre mayor habilidad y conocimiento) la cual efectúa el contrato de la xeitura con el respectivo dueño del terreno. Con la hoz en la mano, las xeitureiras marchaban fuera de la aldea donde era imprescindible el canto y la música (que a día de hoy se siguen interpretando), con instrumentos improvisados desde escardillas tocadas con piedras y piñas de pino, e incluso en ciertas ocasiones especiales se llevaba una pandereta, pues la música era esencial para iniciar y desarrollar la faena.

 

El trabajo de la mujer gallega fue reconocido incluso por personajes ajenos a la cultura y costumbre de la región. Nicolás Tenorio a inicios de 1900 destacó en su libro “La Aldea Gallega” como “las mujeres ayudan a sus padres y maridos en las faenas del campo”, describiendo así un concepto que para el tiempo en que se desarrollaba era progresivo e innovador, pues a pesar que el valor de la mujer -a ojos de la sociedad- seguía dependiendo del rol de un hombre cercano (padre, esposo, hermano) aquí se marcaba una pauta donde la mujer poseía otras responsabilidades que requerían de un tipo de capacidad divergente al que era usualmente demandado.

 

Si bien, se considera que todavía hay un largo camino por recorrer para alcanzar una verdadera igualdad de sexos, iniciando por las propias concepciones que están intrínsecas en el pensamiento humano sobre la mujer débil y servicial y el hombre fuerte y proveedor, incluso en esta era moderna, se debe distinguir la obra realizada por aquellas mujeres que con su ardua labor lograron romper estigmas y abrir el camino a mayores oportunidades para el resto de ellas.

 

Por Valeria Barroeta

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