He contado varias veces la anécdota de que fui el segundo periodista en llegar a Miraflores aquel 4 de febrero de 1992. Entonces vivía en el edifico Ilse, en el piso 18 justo en la estación del metro Los Cortijos, en los Cortijos de Lourdes, en Los Ruices, en Caracas. Y a las diez de la noche, mientras leía el fascinante relato “Memorias de Adriano” de la escritora belga Marguerite Yoursenar, comienzo a escuchar un tiroteo encendido hacia el aeropuerto de la Carlota. Pero comencé a ver que unas balas con reflejos azules, comenzaron a pegar del edifico (después me explicaron que se llamaban trazadoras) Me asomé con cuidado para mirar hacia la avenida Francisco de Miranda, y hasta una patrulla estaba parada en el medio con el policía afuera escuchando el tiroteo. Creo que todos nos preguntábamos qué estaba pasando. Los tiros se escuchaban más cerca por lo que concluí que el enfrentamiento era en la casa presidencial de La Casona, hoy convertida en museo cultural.
Eran las 11 de la noche cuando llamé a mi colega Luis Alfredo Gómez “El Zorro”, quien trabajaba en Radio Rumbos y le explicó todo. Él comienza transmitir por Noti Rumbos como a las 12:30 de la noche sobre el tiroteo. A veces se escuchaban tiros de tanques. Yo le narraba y él transmitía. En eso nos dio las 5 de la mañana, cuando él me dice que se iba para Miraflores. Recuerden que no había celulares en esa época.
A las 5:30 de la mañana, le digo a mi ex esposa, quien ese mismo día cumplía años, que me voy al periódico donde yo trabajaba, Economía hoy, ubicado en La Candelaria. Monté en mi viejo Maverick y bajé por el Parque del Este, porque ya había cesado el tiroteo. Justo en el Parque del Este, me encontré una alcabala fuertemente armada con soldados con bandas tricolor. Se me acercó un teniente. Le expliqué que era periodista y que debía ir al periódico. Me dejó pasar. Justo frente a la entrada del aeropuerto de La Carlota, alcance a ver dos muertos adentro y varias ametralladoras y fusiles Fal tirados en la autopista, supongo que secuelas del combate. Llegué a Economía Hoy a las 5:50. El vigilante me abrió, también estaba llegando Jesús “Canelo” García, veterano fotógrafo de entonces, jodedor e inteligente. “Olmos vámonos pa´Miraflores”, me dijo. “Vamos”, le contesté. Yo tenía cámara y él me dio dos rollos. Había que cuidarlos porque eran solo de 35 fotos cada uno. Eran las 6:10 cuando llegamos a Miraflores. Aún recogían los vidrios rotos, aún estaban las camionetas y los carros destrozados. Se acababan de llevar al capitán Ronald Blanco La Cruz al hospital militar con balazos en la pierna, a quien conocí, porque un abogado militar, Lisandro Bautista Rangel, me metió a escondidas para que lo entrevistara. Esa entrevista le salvó la vida porque estaba planeado que lo mataran, por haber sido uno de los que dirigió el ataque a Miraflores.
Conocía Miraflores bien, porque era mi fuente. Iba casi todos los días. Caminé hacia el edifico administrativo donde me encontré un rastro de sangre que subía la escalera, la seguí los cinco pisos, hasta llegar a la azotea donde me encontré a un soldado muerto en un charco de sangre, recostado de una pared. Es posible que sus compañeros los llevaran allí. Se llamaba Bernardo Leal, después supe que tenía 19 años. Murió desangrado por la herida. Bajé a la oficina de Miraflores, donde a veces Carlos Andrés Pérez nos daba declaraciones, y ya había muchos periodistas. Sobretodo había muchos disips. Allí vi a una catira a la fuerza, vestida de negro con un tremendo revolver Magnun 357. Un capitán me contó que había ejecutado a un teniente herido y dos soldados en la Casona. Ese mismo día en la tarde, un amigo de la Cancillería me dijo que la había sacado del país, porque había matado como a seis soldados. Esa anécdota aparece en una escena de la película “Amaneció de golpe” del cineasta Carlos Azpúrua. Fue un caso muy comentado. Incluso algunos adecos decían que había que expulsarla de la Disip. En realidad, la Disip cometió mayores desafueros que el propio ejército. En todas partes del país, incluyendo Valencia. Aún no sé con exactitud qué ocurrió en el módulo Canaima, en Valencia, donde asesinaron a cuatro estudiantes después de entregarse. Hay varias versiones, incluyendo una según la cual el gobernador Salas Römer, ordenó ejecutarlos.
Eran las 11 de la mañana cuando estábamos en el lobbie de los periodistas, en Miraflores y apareció Chávez en televisión, diciendo su famoso “Por ahora”. Aún no lo sabíamos, pero Hugo Chávez partiría la historia del país en dos. En lo personal me parecía un talibán, y los llamados COMACATES (comandantes, mayores, capitanes y tenientes) una logia de militares fundamentalistas con aspiraciones de salvar a Venezuela. De hecho, como siempre fui abstencionista, no voté por él en las elecciones del 98. Conversando con amigos y haciendo análisis, comencé a entender algunas cosas que comenzaban a ocurrir. Me pareció muy inteligente aquel viaje a los países de la Opep para reorganizarla y elevar los precios del petróleo. Ya era yo Jefe de Política del vespertino en El Mundo, cuando le escuchaba decir cada barbaridad que me reventaba de arrechera. Soy de formación marxista y escuchar sus dobleces me ponía los pelos de punta. Recuerdo que cuando habló de la Tercera vía, llamé a un amigo y le dije que Chávez estaba fumando marihuana. “Está loco este comemierda”, le dije. “Pero es el loco de nosotros, Rafael”, me dijo mi amigo. Increíble. Esa respuesta me permitió comprender todo lo demás, hasta convertirme en el más chavistas de todos hoy día. Y por eso duele tanto su muerte. Lo seguí tanto, que puedo diseccionar su proceso, desde cuando de Pérez Jiménez en el 2001, hasta que comenzó a hablar de Lenin, poco antes de que lo asesinaran.
Creo que, después de Fidel, era el visionario político más avanzado de la humanidad. Justo cuando comenzaba a ser un estadista, lo mataron. Y lo mataron porque sabían que era el político más peligroso de la nueva era, o quizás el último. Tantas anécdotas, tantas historias, tantos cuentos, pero Hugo, a pesar de su soberbia, era el más humanos de todos los seres que yo haga conocido.
Caminito de hormigas…
Nadie sabe explicarme porqué las bolsas Clap llegan con regularidad a unos sitios, y a otros no. Por cierto, a unos sitios les están entregando carne y pollo. A otros no. Según entiendo, la bolsa es igual para todo el país.
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