Ya Maritza había escapado a dos atentados; en uno de ellos le habían metido dos tiros por la espalda, pero se salvó. Los médicos de la CHET hicieron su mejor esfuerzo y se logró recuperar. Dejando en cuenta que mientras estuvo en terapia intensiva fueron dos sicarios a matarla, pero no pudieron. Terminó yéndose del barrio donde había nacido y había vivido toda su vida: El Prado, una populosa comunidad, en cuya escuela por cierto ejerzo mi derecho al voto.
“Esa era una familia grandísima, porque en esa época las mujeres solo parían. Así que la señora Emilia tuvo 12 muchachos, ocho varones y cuatro hembras. Héctor el mayor, entró en el mundo de la droga cuando era rockero, como a finales de los setenta. Con el pasar del tiempo, Héctor se volvió un traficante y en ese mundo se arrastró a Daniel, Ezequiel y Milena, o sea que los cuatro mayores ya negociaban con droga, y como era quienes llevaban la plata para la casa, controlaban todo, hasta a la pobre señora Emilia. Ellos hicieron que los otros hermanos fueran a estudiar, incluso uno de ellos estudio en la Carabobo y casi se graduó de administrador. Pero, en el transcurrir del tiempo, también se unieron a la venta porque siempre daba más dinero. Acomodaron la casa, la calle donde vivían, siempre estaba iluminada. Ayudaban a los vecinos, una enfermedad, una operación, hasta una buseta le compraron a un vecino que le había robado su carro con el que trabajaba”.
Celia -prima de ellos- cuenta que algunos de los hermanos estaban armados, pero no eran dispuestos a usarlas. Solo que un día, se mudó a la calle de enfrente una familia guajira, que constaba de padre, madre y once hijos, el mayor de 20 años, quien ya traía las mañas de los barrios violentos de Maracaibo, y de pasó se enamoró de una de las hermanas de Héctor, que para entonces ya tenía 18 años. “Como su hermano mayor, prohibió esos amores, pero a final terminó cediendo y mi loca prima se fue a vivir con el chamo, quien ya traficaba por su cuenta y estaba asociado a unos malandros del barrio 19 de Abril. Por ahí comienza la culebra, cuando ellos quieren expandirse y se meten en el territorio de Héctor y sus hermanos. Fueron semanas de discusiones, altercados y coñazos. Pero a los dos meses, los malandros del guajiro mataron a Héctor de cinco tiros. Y ese fue el comienzo de una matazón que no se detuvo. Los hermanos menores de Héctor, siguieron a los sicarios del 19 y mataron tres por allá por el barrio Bicentenario. Después, ellos mataron dos de los hermanos de Héctor. En el medio estaban el guajiro y su mujer que era hermana de Héctor. Una tarde que se prendió una balacera cerca de la CHET, mataron a la chama que se llamaba Lucia, pero ya ella guardaba la droga y los reales, es decir, estaba metida en la vaina. Milena se convirtió en la jefa de la familia y era muy violenta. Planificó la muerte de por lo menos doce de la banda que fueron muertos en diferentes partes, por Tocuyito, Bejuma, Guacara. El guajiro había formado su propia banda con sus hermanos que ya había crecido lo suficiente para empuñar un arma. En ese trance, se murió la señora Emilia. Los del 19 de Abril, antes socios del guajiro, se unieron a unos policías corruptos y comenzó la otra parte de la historia. Le montaron cacería a Milena, hasta que la mataron por allá por La Bocaina. Y así se fueron matando, de uno y otro lado. La policía mató al guajiro. Maritza tenía como 20 años y se escapó de varias vainas. Ya era violenta. Todo el tiempo cargaba un pistolón. Los policías corruptos la acorralaron hasta que se fue, unos dicen que, a Colombia, otros que vivía en Bolívar. Diez años después, alguien la vio dirigiendo una carnicería por el barrio Hermógenes López. Hace dos semanas, hasta allá llegaron dos tipos y le metieron como 12 tiros”.
Y al final, cuántos se salvaron
Ni uno solo muchacho, porque hasta la señora Emilia murió. El que casi se graduó de administrador, se había casado y vivía cerquita de la montonera. Tenía una computadora donde planificaba sus cosas. Una noche, se metieron tres malandros y lo cocieron a tiros. Eso debe ser un karma horrible. Toda una familia muerta de forma violenta.
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