Se pudiera decir que somos zombies, nos movemos al son que nos toquen, nos arrastra la corriente, nos dejamos llevar.
Que transitamos la vida en medio de desechos de un país luego de la bomba chavista de más de cincuenta megatones de mierda que lanzaron sobre Venezuela y en la que hoy, sólo hay escombros, desechos.
Lo único que progresa hoy en el país es la destrucción.
Desechos humanos en un país de escombros.
El país a punto de pulverizarse por completo, no hay agua, hospitales, electricidad, seguridad pública ni jurídica, no tenemos moneda, carreteras y calles destruidas, no hay gasolina, no hay instituciones públicas confiables ni equitativas, la vegetación urbana y silvestre en pleno proceso de exterminio, la industria al mínimo, el comercio productivo es de pocos para otros tantos, la basura de unos sigue siendo el principal proveedor para los desgraciados que ya ni luchan contra los zamuros, la comparten. La proliferación de ratas trajo más gavilanes a las ciudades.
Venezuela en su estructura física y operativa está en absoluta decadencia.
Y eso es lo que se toca; luego está lo que se siente, lo que se ve y se percibe; el entusiasmo, las emociones, la decencia también ha sido tocada por la onda expansiva de la bomba de heces lanzada desde el poder rojo.
Ha sido un proceso de destrucción gradual, potente y sistemático.
Te joden el nivel de vida y esto afecta en tu confianza, en la seguridad que debe tener todo ciudadano en los recursos jurídicos, en las instituciones, en la firmeza y estabilidad del progreso; el chavismo se ocupó de destruir la esperanza, y sin ella o te vas o te resignas.
El venezolano aprendió hace años a respetar un semáforo; hoy la luz roja estorba.
Aprendimos a convivir que como los policías no ganan bien que se rebusquen con “las matracas”, que la falta de combustible ya es normal, y así en absolutamente todo lo que nos mueve en la vida, nos redujeron a simples robots, a autómatas que somos conducidos a la resignación.
La moral y por supuesto la decencia también ha sido tocada por la nauseabunda explosión chavista.
Nos hacen dudar de nosotros mismos, merman la confianza individual y por supuesto, la colectiva.
Cuando surge alguien dispuesto a empantanarse en medio del estiércol rojo y construir la salida de este pozo séptico, entre la propaganda del nocivo poder y nuestra fe perdida, así como la incredulidad inoculada desde la carroña, nos encargamos de hundir más esa esperanza; nos peleamos, dudamos, atacamos y nos dividimos.
Y no hay absolutamente nada más cómodo para conservar el poder que una contraparte atomizada, desesperanzada y cansada.
La corrupción convence a algunos, la corrupción sabe a quién llegar, la corrupción se hace fuerte, más en un país donde cada uno comienza a ver para sí mismo y no para el global, se deja atrás el concepto de Nación, de sociedad.
El resentimiento rojo supo siempre lo que iba a hacer si llegaba al poder, y lo está logrando.
Rompió la esperanza, y solo te tiende la mano si aceptas sus condiciones, de lo contrario te empuja al fondo. Y no te reveles, que te embadurna con su excremento. Te acusa de lo que ellos son.
Pero no todo está perdido, aquí estoy, detrás de este teclado haciendo algo y esperando para aportar más, dando la cara, y como yo habemos muchos que, debiendo hacer la cola para la gasolina lo hacemos bajo protesta a gritos, aún hay ciudadanía consciente y luchadora.
La plasta roja nos salpica pero no nos hunde, aún hay políticos dispuestos a untarse con la nariz tapada para luchar por lo que necesitamos todos.
Y lo primero que necesitamos es confianza en nosotros mismos. Saber que si la inmundicia chavista, la corrupta, nos quiere decepcionados e incrédulos en nosotros, es porque a ellos les conviene.
Yo aun me paro en los semáforos en rojo y voy frenando en amarillo, se desespere atrás quien sea, y como yo hacemos muchos, muchísimos que, es cierto, a veces nos toca la desesperanza y la decepción sobre todo la que nos genera los propios.
Luego me doy cuenta que eso beneficia al pantano del poder y se me pasa.
Hoy, camino sobre esta mugre revolucionaria porque no me queda más remedio que transitar a través de ella, pero no significa que la acepte como acompañante de vida.
A la oposición regalada, la evidente y la disimulada, ya la conocemos y a los coprófagos que faltan los estamos identificando, en algunos casos a veces quienes menos pensamos, y cuando hieden, por allí los conocemos.
A los otros políticos y ciudadanos llenemonos de mierda todo lo que tenga que ser, pero para luchar, conscientes que tendremos que agarrar bocanadas de aire antes de sumergirnos en este campo de lucha maloliente, que es el único terreno en el que el chavismo sabe moverse muy bien y por eso pretende arrastrarnos a todos.
Reconozco que estas líneas están cargadas de rabia, pero no por eso dejan de ser ciertas todas y cada una de estas palabras.
Da profunda indignación la inoportuna discusión opositora, ver como la inmundicia del régimen arrastró a unos cuantos (que tenían nuestra confianza) hasta su nivel.
Corrijan, están a tiempo.
Ejemplo de desechos políticos los hay, aprendan de la experiencia ajena y en algunos casos, propia.
Muchos no estamos dispuestos a aceptar vivir entre escombros de un país, incluidos los políticos del estiércol.
Allí les dejo eso!
¡Ah! A la hora de escribir esto, Alex Saab ya tiene unas horas en Miami sin poder ir a Bal Harbour a hacer compras.
O sea, por lo pronto, en estos días y por algún tiempo más, al pasar por Miraflores va a ser más fétido que de costumbre.
Gonzalo Martín
IG / TW: @gmartin1961
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