“Cuenta una leyenda de los Sioux que hubo una vez una joven pareja formada por Toro Bravo y Nube Azul, que se amaban profundamente. Queriendo permanecer unidos por siempre, ambos acudieron al anciano de la tribu con el fin de que les proporcionara un talismán por tal de estar siempre juntos.
El anciano indicó a la joven Nube Azul que acudiera sola a la montaña del norte y capturase con una red al mejor halcón que allí viviese, mientras que a Toro Bravo le dirigió a la montaña del sur para atrapar al águila más poderosa. Ambos jóvenes se esforzaron duramente y lograron capturar cada uno a la mejor ave de cada una de las montañas.
Hecho esto, el anciano les indicó que ataran las patas del halcón y el águila entre sí y luego las dejaran volar en libertad. Así lo hicieron, pero al estar atadas ambas aves cayeron al suelo sin poder volar con normalidad. Tras varios intentos, ambas empezaron a agredirse entre sí. El anciano hizo a la pareja ver esto, y les indicó que el talismán era el aprendizaje de que debían volar juntos, pero nunca atados si no querían terminar dañándose el uno al otro.”
El ser humano no nació para estar en soledad y sus relaciones sociales son complicadas por naturaleza. El poder congeniar con personas con diferentes maneras de pensar y sentir y llegar a niveles de acuerdos con ellos, requiere de una gran maestría personal. Lo vemos a diario en nuestras relaciones y en las relaciones de otros con sus semejantes. Las sociedades, a nivel político, empresarial o social, deben encontrar permanentemente fórmulas para mantener la paz social, a través de acuerdos, donde el principio ganar-ganar sea la regla, encontrando un equilibrio de supervivencia. Aquí entran en juego creencias y valores que pueden separarnos, pero a la vez, sirven de puentes de entendimiento.
Sí así de difícil es en sociedad, imagínese lo complicado que puede ser aguas adentro, en la vida de pareja. El poder combinar personalidades, es una tarea que, ni los más acuciosos científicos de la conducta, pueden hacer a la perfección. Hablamos de armonizar y entrelazar ideas, sentimientos y formas de ver la vida que no necesariamente son afines ni se complementan. Cada cabeza es un mundo, y en ella, todos tenemos nuestra manera de visualizar el presente y futuro, de acuerdo a nuestro pasado, a nosotros mismos y nuestra experiencia. Trabajar en ese malabarismo de equilibrios de visiones diferentes, es una tarea mucho más ardua que encontrar la paz mundial.
Para vivir en pareja hay que estar claro que se puede vivir sin pareja. Muchas veces nos obcecamos en querer tener una relación por lo que el estatus significa, aunque en el fondo nos sentimos sin piernas ni brazos para movilizarnos. La vida en pareja nace desde el principio de que puedo hacerlo sin ella y eso, ni es malo ni resta valor personal. Tenemos una operatividad propia que no puede ni debe verse disminuida por nuestras relaciones. Debemos ser nosotros mismos, estando o no con alguien. Por ello, nuestros principios no son negociables y no podemos caer en complacencias innecesarias. Lo ideal, equilibrio: cada quien, aportando valor a esa sociedad de convivencia, desde sus talentos.
Hoy en día, cuando el mundo y sus relaciones están en profundo cambio y reflexión, necesitamos estar cada vez más claros en nuestro rol y aporte. Desde lo individual, desde las parejas, desde la familia. Necesitamos sociedades mucho más sensibles a los difíciles tiempos que vivimos. Familias que aprendan a “escuchar” a la naturaleza y el clamor de cambio que nos demanda. Sociedades mucho más armónicas y en sintonía con esos cambios de futuro.
Las parejas son una fórmula poderosa para emprender estos cambios. Su sinergia produce un efecto multiplicador en la familia y las comunidades. Si ambos trabajamos en esa dirección, el esfuerzo y los logros serán posibles. Pero si no vamos en la misma canoa, remando juntos, el camino en solitario también debe ser una opción valedera.
Lo importante es que tú puedes alcanzar el objetivo.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.
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