Mi relación con el estado La Guaira ha sido siempre muy estrecha (por simple formalismo lo llame Guaira, para mi realmente es y será por mucho tiempo “el estado Vargas”)
Nunca he vivido allí, pero he crecido en él.
En el terremoto del año 1967, aún siendo muy, pero muy pequeño lo recuerdo bien, especialmente un episodio; caminábamos mi papá, mi tío y yo por el malecón del Club Playa Azul y comenzó a temblar, yo no percibí el movimiento, se fue la luz de toda la zona y el cielo mostró todas las estrellas de inmediato, mi papá nos tiró al piso, y yo me preocupé más por las cotufas en mis manos que por los gritos de la gente.
Esa noche, dormimos en el estacionamiento del club y al día siguiente subimos a Caracas; recuerdo también la impresión al ver los dos últimos pisos de Mansión Charaima en Macuto totalmente aplastados. Nuestro edificio, que vivíamos en la Avenida Andrés Bello de Caracas, no se vio casi afectado por el sismo. Esa noche dormimos en la Plaza Venezuela, en el terreno que luego fue la “Zona Rental”.
En la vaguada del año 1999 no pasé ese fin de semana en el litoral ya que debía votar NO y eso era primordial para mi.
Con mi familia tenemos un apartamento por los lados de Naiguatá.
La crueldad de Chávez ignorando lo que estaba sucediendo en Mérida, Caracas y principalmente en Vargas llamando a la gente a que fuese a votar por su constitución no tiene, aún hoy, nombre.
Olvidó por completo la tragedia que estaba sucediendo a la vista de todos, menospreció las vidas que se perdían, priorizó su política por encima de la gente. No sólo eso, el tipo después de anunciado los resultados del plebiscito, se desapareció por casi tres días, y la población de Vargas a la deriva y sin ayuda, desorientada huía a donde fuese, se dice que estaba celebrando en Cuba, realmente no me importa, lo desgraciado del asunto es que no sólo ignoró la tragedia en su desarrollo, sino se olvidó de la gente por más de 48 horas.
Por cierto, hoy a veintidós años de esa catástrofe, nadie ha rendido cuentas de las ayudas internacionales para la recuperación del país, especialmente para Vargas.
Alrededor de 20 días después de la tragedia, cuando abrieron la primera vía, ¡si! 20 días para poder transitar por el estado, me atreví a ir a Naiguatá, los accesos estaban restringidos solo a vehículos autorizados y oficiales, para evitar inconvenientes salí de Caracas a las cuatro de la madrugada, logré superar los pocos controles que habían a esa hora.
Llegué a Naiguatá pasadas las ocho de la mañana.
Describir el recorrido y esa experiencia es para varios artículos, así que únicamente voy a condensarlo en solo dos puntos que me marcaron.
El fuerte olor a muerte por los lados donde se encontraba la histórica residencia presidencial La Guzmánia, en Macuto. Un olor penetrante, intenso, nauseabundo, impactante.
Y, el verdadero miedo que sentí en la soledad de la vía entre Tanaguarena y Naiguatá, es una hermosa carretera de curvas que por los deslaves la convirtió en un vía con muchos trechos en línea recta, había que pasar con la doble tracción por zonas muy fangosas y el barro llegaba casi a la altura de la ventana de la camioneta. Si volvía a llover y algún derrumbe se producía, nadie me encontraría jamás.
Como dije, la experiencia como tal fue fantástica, pero triste por tanta desolación y por supuesto… muerte.
Martes de carnavales del año 2005, mi familia en pleno nos regresamos a Caracas; se había vuelto a desbordar el río en Carmen de Úria. Tres horas para atravesar el pueblo de Naiguatá, al pasar frente a Playa Mansa y voltear hacia la montaña, ver piedras pequeñas cayendo sobre la carretera activó la prudencia que hizo devolverme, logré comprar agua potable y continuamos hacia el complejo donde nos hemos pasado fines de semana, navidades y todo tipo de fiestas por algo más de 30 años.
Al llegar al puente sobre el Río Camurí Grande ya era prácticamente imposible pasar hacia el otro lado del río, el agua lo superó y era muy riesgoso atravesarlo, pero no había alternativa, doble tracción y a la mayor velocidad posible logramos pasarlo.
Fueron tres días casi sin agua potable (la que compramos era para mi hijo de un año) y la que quedaba debimos administrarla, sin electricidad y con muy poca comida.
Todos en la comunidad nos organizamos y logramos superar los inconvenientes por la falta de alimentos.
Muchas anécdotas de esos días, pero aparte de la incertidumbre la que más recuerdo es aquella donde escucho al General Italo del Valle Aliegro hablando por celular diciendo:
“¡Carajo Diosdado! esa gente se va a morir vale, envía ya unos helicópteros, están huyendo hacia la montaña y se puede venir eso abajo otra vez, no abandones a esa gente”.
Detrás del edificio está el barrio Camurí Grande, se veía a la gente angustiada subiendo la montaña para escapar del nivel de agua del río desbordado que subía cada vez mas. Señoras con sus hijos escalando a través del barro cerro arriba, hombres abajo desesperados ayudando.
Los helicópteros llegaron a los dos días.
Un día después, nos sacaron a nosotros en helicópteros que aterrizaron en la playa.
El regreso fue traumático también, pero ese es otro cuento.
Después de cuatro días, abrieron la vía y pudimos buscar nuestros vehículos, solo permitían transitar 4×4 ya que aún los ríos estaban crecidos, en una de esas, con todo y doble tracción, quedé atrapado en el Río Camurí y el agua llegaba más arriba de la ventana, el carro se inundaba y estaba siendo arrastrado lentamente corriente abajo hacia el mar, me rescató una grúa que nos acompañaba.
La naturaleza es implacable, y es el hombre con todos los recursos con los que cuenta hoy, el que debe prever los inconvenientes, disminuir el riesgo. Y luego, inmediatamente atender los daños, corregir las fallas y reconstruir.
La pasada semana, la memoria activó el miedo, Mérida y Vargas fueron los protagonistas.
De Mérida se supo que los gochos no se amedrentaron y echaron pa’lante más rápido que el Estado. No esperaron y despejaron las vías con sus palas y su empuje guerrero, luego llegó la propaganda a hacerse los héroes y para no dejar… la Guardia Nacional a “entorpecer” la ayuda.
De Vargas puedo decir, que esta vez se portaron a la altura, ya para el sábado en la tarde habían despejado la carretera de la costa entre Tanaguarena y Naiguatá, que fue la zona más afectada.
Vargas, mi querida Vargas, has sido muy malquerida y maltratada por la naturaleza y por los gobernantes, eres un cuero seco, mañana te volverás a levantar.
Pronto estaré allá de nuevo.
Allí les dejo eso!
Gonzalo Martin
IG / TW: @gmartin1961
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