“Las necesidades de la sociedad vienen antes que las del individuo” declaró famosamente Adolf Hitler, añadiendo: “somos socialistas, somos enemigos a muerte del sistema económico capitalista actual porque explota al económicamente débil con sus salarios injustos, con su valoración del ser humano de acuerdo a la riqueza y la propiedad…y estamos determinados a destruir este sistema.” Benito Mussolini, por su parte, afirmaría que “la concepción fascista de la vida destaca la importancia del Estado y acepta al individuo sólo en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado…el fascismo es lo opuesto al liberalismo que negó al Estado en nombre del individuo, el fascismo lo reafirma.”
Estas breves frases, entre muchas otras, reflejan el carácter totalitario del socialismo fascista, el que, como es obvio, es derivado de su antiliberalismo. ¿Qué diferencia hay entre esta doctrina y el comunismo? Ninguna. Al menos en lo esencial, el nazismo y el comunismo son doctrinas idénticas, formas de colectivismo anticapitalista y anti individualista que endiosan al Estado y al partido que lo controla. De ahí que sea llamativo observar a diversos políticos, periodistas e intelectuales actuar tan sorprendidos por las propuestas programáticas totalitarias de Daniel Jadue e incluso lo llamen a rectificarlas, como si se tratara de un social demócrata moderado y abierto al diálogo que ha cometido un simple error.
“Al menos en lo esencial, el nazismo y el comunismo son doctrinas idénticas, formas de colectivismo anticapitalista y antiindividualista que endiosan al Estado y al partido que lo controla”
Parecen creer que fue de pura casualidad todos los sistemas comunistas del mundo terminaron generado el mismo tipo de resultados que el de la Alemania nazi. Debieran leer la resolución de la Unión Europea que puso al comunismo al mismo nivel que el nazismo en 2019: “los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad.” ¿Por qué si este es el caso casi toda la élite política e intelectual chilena trata a los comunistas con una deferencia y dignidad que jamás mostrarían con un nazi? En el caso de Jadue, se agrega además un agresivo antisemitismo, que lo pone muy cerca del nazismo.
Da para pensar el hecho de que en Chile una persona rankeada en el top ten de antisemitas del mundo por el Centro Wiesenthal de California pueda conseguir la máxima magistratura. Más aún cuando se constata que esta noticia no importó demasiado a casi nadie en los medios ni en la clase política e intelectual chilena. Y es que Jadue es de izquierda, entonces puede darse el lujo de decir lo que quiera. Mejor hablar de que el nazi es José Antonio Kast, total tiene apellido alemán y es contrario al aborto con lo cual califica directo.
Ese es el nivel de una parte de nuestro periodismo, el mismo que lleva una década denunciando el sistema de mercado– gracias al que se ha enriquecido- pavimentando el camino a la izquierda radical frente a la que recién ahora, cuando amenaza sus intereses, reacciona. Porque Jadue tiene un punto: si realmente vivimos en un sistema “neoliberal” abusivo, injusto y al servicio de grandes intereses económicos, como dicen muchos periodistas y opinólogos, entonces ciertamente los medios privados son cómplices de ese sistema. ¿O acaso creen que se puede exigir el fin del “neoliberalismo” abusivo en todo menos en las empresas de medios de comunicación? Se cosecha lo que se siembra.
Diversos políticos no lo hacen mejor. “Si hay una segunda vuelta con Lavín votaría por Jadue sin ninguna duda” dijo el ex ministro Nicolás Eyzaguirre añadiendo que estaba de acuerdo con su proyecto de “transformación social”, pero que estaba “menos de acuerdo con sus concepciones sobre la democracia.” La afirmación es ciertamente una tontería. ¿Se imagina usted a alguien diciendo que votaría por un nazi, aunque no esté tan de acuerdo con sus concepciones de los derechos humanos y de la democracia? A eso hemos llegado.
Pero cuando se trata de allanar el camino a la izquierda radical pocos superan a la DC. Observe el siguiente tweet de Ximena Rincón: “Indignante altura moral y democrática que se auto asigna Jadue. Oportunismo político para solicitar garantías al @pdc_Chile. Porque no dijo nada cuando lo apoyamos en campañas pasadas y fuimos parte del mismo Gobierno o cuando nos omitimos para que PC llegara al Congreso.” Traducido, Rincón dice lo siguiente: “nosotros en la DC hicimos cuanto estuvo a nuestro alcance para que un partido totalitario, que niega la democracia y los derechos humanos, tenga todo el poder político posible. Y ahora nos traiciona.” Se trata, sin duda, de una confesión patética, pero nada sorprendente.
Hace años el profesor Víctor Farías publicó un estudio sobre la descomposición de la DC en el que establecía claramente la inspiración fascista y populista cristiana que la animaba desde la creación de la Falange. Su anti individualismo y anticapitalismo, concluyó Farías, la llevaría siempre a elegir a la izquierda marxista, a la cual se siente más cercana que a una derecha de corte liberal pro capitalista. Baste leer las siguientes palabras de Frei Montalva en 1947 para comprender el punto: “Hay algo peor que el comunismo…El anticomunismo. Hay quienes son anticomunistas porque están en la defensa del orden establecido, es decir, del sistema capitalista y el imperialismo.” Y esto era inaceptable para Frei y su grupo, porque, afirmó, “el anticomunismo de la irresponsabilidad siempre termina por servir al capitalismo.”
Que la cosmovisión socioeconómica comunista – y fascista- con su anti individualismo y anticapitalismo sea mucho más cercana a la DC que el liberalismo lo confirman sus voceros regularmente. Claudio Orrego en una entrevista luego de ser elegido gobernador se quejaría de que la izquierda dura lo trataba de “neoliberal” y acto seguido dejaba claro que, el igual que esta, ellos querían “cambios sociales profundos”, pero con “gobernabilidad.” Yasna Provoste se ha manifestado abiertamente por reemplazar de raíz el modelo “neoliberal,” además de firmar proyectos para nacionalizar los fondos de pensiones. Es, por lo tanto, falso afirmar que la DC tiene algo que ver con la “economía social de mercado” (ESM) alemana.
Ludwig Erhard, el padre del milagro económico alemán que aplicó la llamada ESM, era miembro de la Sociedad Mont Pelerin junto a Hayek y Friedman. Erhard sin duda sería hoy llamado peyorativamente un “neoliberal” especialmente cuando se consideran muchas de sus afirmaciones:“Cuando hablo de economía social de mercado, quiero decir que el mercado en sí mismo es social, y no que haya que hacerlo social” sostenía. Más aún, para Erhard, “mientras más libre es el mercado más social es” mientras que “el Estado de Bienestar, según toda la experiencia existente, significa todo menos bienestar y finalmente debe significar pobreza para todos.”
Es difícil imaginar a un DC chileno en cualquier época diciendo cosas similares, aunque entre ellos también hay diferencias. No es que el peronismo criollo de un Desbordes o el servilismo izquierdista de un Lavín constituyan una alternativa real al discurso antiliberal por su puesto. Es más, este seguirá creciendo, pues por lo visto la derecha sigue intelectualmente confundida y la DC se hará finalmente del poder. Por eso debemos recordar que, aún cuando la DC posea una cara antimarxista, también posee otra cara anti individualista y anticapitalista más poderosa que la atrae hacia esa doctrina. No fue por puro pragmatismo que apoyó al PC durante tantos años, ni por mera tradición republicana que puso a Allende en la Moneda. Y si su candidata termina por imponerse, lo que podemos esperar será más estatismo, es decir, más socialismo. Al menos, y no es poco, tendremos una revolución “en libertad,” pues no correrá riesgo la democracia. El tiempo dirá si esa revolución edulcorada abrirá las puertas para una real con kebab y vino tinto o para a una corrección que reestablezca el único camino viable para Chile: el del capitalismo liberal.
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