Las guerras contrapuestas a la civilidad nunca dejan nada que celebrar. La mayoría de los periodistas venezolanos, la mayoría, reciben el fuerte impacto de un Estado, dirigido por grupos que ignoran los derechos humanos y pisotean la libertad de expresión.
El periodista que se digne de tal condición, es expulsado al rincón de la insolencia.
Encarcelados sin justificación alguna. Solo porque piensan que la democracia es mejor que este asalto. Basta un ejemplo: Roland Carreño.
La represión totalitaria contra el periodismo tiene múltiples expresiones:
Liquidar los medios de diversas formas: comprándolos. Hoy el gran jefe de la banda de los enanos es dueño de importantes canales de tv, diarios y redes sociales. Ahora es el señor de la información y como gran jeque autoriza que publicación puede conocer el pueblo venezolano.
Persiguiéndolos bajo la conducción del nuevo juez, un sargento del mal, que no sabe leer. Tenemos el ejemplo reciente de “El Nacional”, bajo pleno atraco por orden suprema del marimandón.
Medios que subsisten con gran valentía trabajando prácticamente en la clandestinidad. Los periodistas exponen sus vidas, pero desde allí libran sus batallas.
Los solitarios intentando seguir el borrascoso camino de la libertad, accidentado y sin recursos. Con la luz de una linterna permanecen inamovibles, sin manchar el tecleo de la lucha democrática; resisten las acciones intimidatorias, bajo un estricto marco de limitaciones, ante la violación constante a los derechos consagrados en nuestra legislación y en los tratados internacionales. Guerreros del periodismo.
El desafío del exilio. Ante la muerte o la cárcel como alternativa, muchos comunicadores sociales han tenido que abandonar su país, entre los seis millones repartidos en el mundo. Desde allí han montado su tinglado, ingeniándoselas para generar un rayo esperanzador. No es fácil ver desangrar su país y aportan, aunque sea una letra, una frase, que servirá para torcer el rumbo de tanta injusticia.
De tal forma los periodistas y su gremio están en lucha desigual ante un poder desafiante, anulando la posibilidad de la ciudadanía a ser informada, anulando el debate, el conocimiento, las ideas. El irrespeto totalitario al libre pensamiento es pan de cada minuto. Los países víctimas de esta tropelía comunista viven la misma situación, con manual cubano de por medio. El poder informativo ha sido eliminado como contrapeso por estos forajidos, teñidos de rojo y cocaína.
En dos décadas los comunicadores sociales y los medios han sufrido más de 5000 agresiones, según datos del sindicato nacional de los trabajadores de la prensa.
A los periódicos se les impuso la dictadura del papel, monopolizado por el régimen, lo cual ha puesto el candado a más de cien medios impresos – muchos de provincia- que han quedado aisladas y sin instancias donde recurrir a denunciar los abusos y problemas que se agigantan cada día.
Las andadas judiciales, sin debido proceso ni garantía alguna, constituyen un sórdido atropello a la carta de los derechos humanos y un retroceso histórico sin precedentes.
El empeño de estos héroes, es la mejor muestra de lo que son: periodistas. La historia volverá al cauce democrático y contará con ellos para escribir la gran crónica de la ignominia Chavista. (CNP 8964)
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