El domingo 7 de junio, Delcy Rodríguez comunicó que en Venezuela se había vacunado hasta esa fecha contra el COVID un once por ciento de la población. Supongo que para cuando lean esto ya dirán que vamos por el 18% o más.
Inmediatamente saltaron las RRSS a desmentirla.
Y la verdad es que al régimen ya muy, repito, muy pocos venezolanos le creen. Al venezolano de hoy le interesa únicamente sobrevivir a toda costa, no sólo sortear las dificultades de obtener trabajo y además que este pague lo suficiente para comprar y pagar lo básico, también torear la pandemia; o sea, las dificultades para vivir en Venezuela ya sabemos son muchas y en casi todos los casos toda una experiencia extrema.
Pero, quisiera ir más allá, no es solamente que al régimen de Maduro le crean, es que ya ni caso le hacen.
¿Cuántas veces Maduro prometió que importaría millones de vacunas? Luego ¿Cuántas veces dijo que con las gotas Carvativir era suficiente? Es que gracias a esto Maduro y quien hable por él no generan ningún tipo de confianza, la indiferencia al discurso oficial la inmensa mayoría lo ignora.
El discurso “oficial” pareciera que va dirigido únicamente a la galería de las redes sociales, a la prensa y al grupo político de oposición.
Y es que así el régimen mantiene viva la llama de la pasión política ya que, desde mi punto de vista, la polarización política se desvanece, el rebaño que camina solo hacia la solución de sus problemas y principalmente le interesa salir de sus necesidades del día a día.
El venezolano común, no tiene expectativas a futuro, no hace planes, no invierte ya que no le queda para eso. Arrea el día a día como puede.
Por otro lado, al igual que la dictadura es ignorada en lo político por la sociedad, la oposición está en lo mismo.
Si Guaidó y demás representantes políticos de la causa democrática hacen o no, también son ignorados por las mismas causas que lo hacen con Maduro.
La población sólo acude a lo que le interese y le convenga para su subsistencia.
El país se deshizo, la colcha de retazos que era a mediados del chavismo se descosió; ya cada uno se arropa como puede.
De allí se potenció la viveza y la corrupción. “El sálvese quien y como pueda” ¡pues!
La corrupción roja siempre ha existido, desde el mismo comienzo del gobierno de Chavez, aún no se tiene nada claro donde están los aportes de millones de dólares para reconstruir el estado Vargas luego de la vaguada del año 1999. Recuerden que Chavez tenía apenas meses de Presidente.
Luego el Plan Bolívar aquel que se desintegró cuando lo cambiaron por “licitaciones a dedo” y las misiones. Cadivi y un desgraciado e interminable etc. fueron las otras herramientas de bestial corrupción.
Ya de ese nivel de pillaje estamos conscientes.
Ahora está el otro, la viveza y el raterismo, desde la venta de cupos en dólares, pasando por el bachaqueo, llegando hasta el cuidado de los puestos en las colas para cedulacion, la venta de gasolina en pimpinas, el chantaje con las bolsitas CLAP, el “matraqueo” para completar el salario en las alcabalas, y así… ustedes ya saben.
¡Ojo! y no estoy hablando de la otra delincuencia organizada, la que secuestra, la de las vacunas, la que asalta, de esa no voy a comentar nada ahora.
Solo estoy hablando de la viveza criolla heredada del ladronaje mayor, basada en el: “si él roba ¿por qué yo no?”.
Y aquí es a donde voy con el título de este artículo “¿11%?”
Como comencé, la Sra. Rodríguez dijo que se había vacunado ese porcentaje de la población, pues miren…
Es posible que así sea.
¿Qué tal?
Este fin de semana tuve la oportunidad de vacunarme, es en sí un proceso rapidísimo el cual no justifica las larguísimas horas de colas que se padecen. Se pasan siete u once horas para un proceso que donde más se tarda es en la toma de datos que son: nombre, dirección, número de cédula y edad, se llena el “cartoncito” la lista de ellos y ya.
En ese proceso no tardé más de tres minutos, de allí a la fila de vacunación y después de dos minutos estaba ya afuera con mi pastilla Paracetamol y el frasquito plástico de las “gotitas milagrosas” que las entregan para justificar ese negocio, por cierto, si no las quieres no te insisten en que las lleves, o sea, ya saben la efectividad de eso.
Entonces… ¿por qué siendo un proceso tan rápido y simple hay tan largas y duraderas colas?
¡Por la viveza!
¿Saben a cuantos coleados con palanca vi?
Pues muchos, muchísimos.
En Caracas este fin de semana había no menos de cinco centros de vacunación y en cada uno, salía más gente de las que entraban por las puertas principales, aunque la mayoría salía por donde entraba, o sea, para que no los vieras.
Cuando vacunaban a los de la tercera edad y estos estaban en sus sillas afuera esperando ser pasados, dentro habían adolescentes, niños y adultos jóvenes con su algodón ya en el brazo.
Exactamente lo mismo como hacen en las bombas de gasolina en toda Venezuela. Unos hacen largas filas y otros logran pasar por un lado.
¡Ah! Y por supuesto todo a la vista de los, en serio, muy amables de la milicia, del personal que guía y organiza. Estos, con gestos amables y con afán colaborador también son importantes cómplices de las interminables colas.
Ellos saben, callan y justifican. Y algunos cuando pueden, pasan a algún conocido. El personal medico y/o de enfermería también es cómplice (solo algunos, sobre todo, los que están para tomar los datos), ya que es a ellos a quienes les llegan los formularios de vacunación.
Por eso es que la gente no cree en ese “11%” pero quizás sí sea una verdad.
Por cierto, no exigen en ningún centro de vacunación haber recibido el mensaje de texto, el que quiera vacunarse que vaya, haga su cola y listo. La única restricción es la edad y condición del paciente. Olviden eso del carnet de la patria.
¡allí les dejo eso!
Gonzalo Martín
IG / TW: @gmartin1961
Deja una respuesta