Los reguladores financieros están apurándose para abordar el cambio climático. En su último Financial Stability Report, la Reserva Federal dice que está investigando la envergadura total de las implicaciones del cambio climático para los mercados, las exposiciones financieras, y las interconexiones entre los mercados y las instituciones financieras. Este supervisará y evaluará el sistema financiero para percibir sus vulnerabilidades en relación al cambio climático a través de su merco de estabilidad financiera. Además, los supervisores de la Reserva Federal esperan que los bancos establezcan sistemas que identifiquen de manera adecuada, midan, controlen y supervisen todo su riesgo material, el cual para muchos bancos es probable que se extienda a los riesgos climáticos.
La Fed formalmente se unió a la Red de Bancos Centrales y Supervisores por el Verdecimiento del Sistema Financiero (NGFS, por sus siglas en inglés). La Fed de Nueva York ha establecido un “Comité de Supervisión” de alto nivel; su presidente, John Williams, dijo que “El cambio climático…afecta todos los aspectos de la misión de la Fed”. La gobernadora de la Fed Lael Brainard anunció que la Fed “asegurará que las instituciones financieras sean resistentes a los riesgos financieros relacionados con el cambio climático”. Ella anunció que “el análisis del escenario climático” sería aplicado a “un rango de mercados e instituciones financieras, así como también la potencialmente compleja dinámica entre estos”. El 23 de marzo, Brainard anunció qun nuevo Comité Climático de Estabilidad Financiera (FSCC, por sus siglas en inglés) con nivel de junta que adoptará una estrategia “macroprudencial” —significando que aplicaría a todo el sistema financiero. La Fed es la última suma a la sopa de letras de reguladores financieros estadounidenses y globales involucrados en estos esfuerzos (estos incluyen al BCE, BIS, FMI, FSB, BoE). El Banco Central de Europa (BCE), en particular, propone juzgar a los bonos que recibirá como colateral según estándares verdes y comprar los llamados bonos verdes a precios subsidiados.
Permítame expresar un hecho sencillo y obvio: el cambio climático es un reto importante, pero no constituye un riesgo mensurable para el sistema financiero. Este emperador está desnudo.
El clima significa el patrón general del tiempo —sus promedios y su rango de altos y bajos. El riesgo significa eventos no previstos. Sabemos exactamente a dónde va el clima a lo largo del horizonte que la regulación financiera puede contemplar. El tiempo es riesgoso, pero el rango del clima durante la próxima década más o menos es algo muy comprendido. Más importante todavía, incluso las inundaciones, huracanes, y olas de calor de mayor dimensión esencialmente no han tenido impacto sobre nuestro sistema financiero.
Además, el sistema financiero solo está en riesgo cuando los bancos en general pierden tanto, tan repentinamente, que agotan rápidamente sus reservas y capital, conduciendo a una corrida sobre su deuda a corto plazo. Que una “crisis climática” podría causar un efecto económico repentino, inesperado y enorme poniendo en peligro al sistema financiero durante la próxima década es una fantasía no respaldada por la evidencia científica.
Ciertamente, no sabemos que sucederá en 100 años, pero los bancos no fracasaron en 2008 porque apostaron en las radios, y no a las televisiones, en la década de 1920. Los bancos fracasaron por las inversiones realizadas en hipotecas en 2006. Los problemas en 2100 provendrán de inversiones realizadas en 2095. La regulación financiera no puede pretender mirar más allá de más o menos cinco años.
Sin duda, un cambio a las energías renovables podría reducir las ganancias de las empresas petroleras. Los accionistas de las petroleras podrían perder dinero. Pero el “riesgo” para el “sistema financiero” no puede ser entendido como que alguien, en alguna parte, podría perder dinero. Tesla no hubiese sido construida si las personas no pudiesen arriesgarse.
Si, estamos haciendo que la economía dependa menos de las emisiones de dióxido de carbono, pero transiciones similares desde los caballos hacia los carros, desde los trenes hacia los aviones, o desde las máquinas de escribir hacia las computadoras no causaron siquiera un sobresalto en el sistema financiero. Las empresas e industrias van y vienen todo el tiempo.
Entonces, ¿por qué hay presión para que las empresas financieras “publiquen” sus absurdamente ficticios “riesgos climáticos” y cambien sus inversiones para evitarlos? Claramente, estas propuestas buscan dejar sin financiamiento a la industria de combustibles fósiles antes de que existan alternativas y dirigir los fondos hacia las inversiones de moda aunque no rentables mediante subterfugios regulatorios, en lugar de lograrlo mediante la legislación que rinde cuentas a través del proceso político o mediante la transparente elaboración de normas por parte de las agencias ambientales.
Este objetivo no es ningún secreto. Por ejemplo, el club NGFS de reguladores financieros establece de manera sencilla que busca “movilizar las finanzas de la corriente dominante hacia el respaldo a la transición hacia una economía sostenible”.
Pero los reguladores financieros se supone que no deben “movilizar” al sistema financiero —para elegir proyectos, empresas, e industrias que les gustan y dejar sin financiamiento a aquellas que no favorecen. Por lo tanto, los reguladores deben pretender que están buscando riesgos para el sistema financiero de manera desapasionada, y resulta que se toparon con el clima.
Hay muchos riesgos genuinos para el sistema financiero que los reguladores en gran medida ignoran. Imagínese una nueva pandemia —una que mate al 10 por ciento, no a menos del 1 por ciento, y que dure años sin una vacuna. Supongamos que China invade Taiwán, o que un arma nuclear revienta en Oriente Medio. Otro colapso financiero puede darse, o una crisis global de deuda soberana, quedándose EE.UU. sin capacidad de prestar la próxima vez que recurramos a los rescates y estímulos. Supongamos que la Tesorería de EE.UU. recibe una baja en su calificación o declara un default, y las instituciones financieras ya no podrían aceptar colateral de la Tesorería. Imagínese un ciber ataque masivo: hackers de Corea del Norte borran todas las cuentas de Citibank, y las personas corren para obtener efectivo en todas partes. Estos realmente serían catástrofes para el sistema financiero. Aún así de todos estos riesgos grandes, obvios y posibles, nuestros reguladores financieros quieren enfocarse en solo uno —un ficticio “riesgo” climático. ¿Por qué? Obviamente, el fin justifica los medios.
Algunos partidarios del clima son un poco más honestos: reconocen que no hay riesgo financiero debido al clima por sí solo, pero la regulación climática podría venir y “abandonar” activos o perjudicar a empresas. El Padrino estaría orgulloso: buen negocio que tiene usted ahí, sería una pena que algo le pasara. Debería comprar un “seguro”.
Pero piénselo. Esta visión postula que nuestros reguladores ambientales son tan torpes, tan ignorantes del análisis de costo-beneficios, que podrían repentina y dramáticamente no solo eliminar industrias y millones de empleos, sino que lo harían de una manera que provoque masivos colapsos bancarios en una escala similar a la crisis de 2008. Aquí, también, ¿por qué solo considerar el riesgo relacionado al clima? Mucho riesgo político y regulatorio existe también. Regule y revele la exposición tecnológica, en caso de la FTC rompa las empresas grandes. Regule la exposición al acero, siempre al borde de los aranceles, de una u otra manera. Una lista honesta de todas las maneras en que el congreso u otras agencias podrían posiblemente destruir industrias sería una lectura interesante. Pero no estamos haciendo eso, ¿verdad? El fin justifica los medios.
El clima es demasiado importante para permitir que los reguladores financieros jueguen con el. Necesita una política diseñada con la cabeza fría, basada en la ciencia, que sea constante y transparentemente establecida, y que tenga un análisis explícito de costos y beneficios. Financiar y dejar sin financiamiento de manera solapada y según el entusiasmo momentáneo de los reguladores financieros repetirá los fiascos motivados por el “sentirse bien” como el etanol de maíz, el pasto varilla, y la línea de ferrocarril absurdamente costosa desde Merced hacia Bakersfield.
EE.UU. es el líder mundial en la reducción de emisiones de dióxido de carbono hoy debido al gas natural producido mediante la fractura hidráulica (“fracking”), la cual ningún regulador “movilizó”. Las respuestas climáticas podrían incluir la energía nuclear, la ingeniería geográfica, la captura y almacenamiento del dióxido de carbono, las células de combustible hidrógeno, los alimentos genéticamente diseñados, la reforma de zonificación, un impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono, y otras medidas, las cuales los reguladores financieros nunca concebirán, mucho menos implementaran.
De hecho, el análisis honesto de riesgo va en ambas direcciones. La acción de Tesla podría desplomarse. Si aparecen mejores tecnologías, si los reguladores empiezan a hacer un análisis de costo-beneficio, si una nueva administración o nuevas realidades en el mercado de bonos deshacen el mar de subsidios que mantienen muchos proyectos a flote, muchos de los niños verdes preferidos podrían fracasar. No es inconcebible que estamos en una burbuja de apariencias verdes, inflada por los bancos centrales, justo como inflaron la anterior burbuja de vivienda por razones políticas similares.
La regulación financiera es demasiado importante para ser sacrificada en el altar de quitarle financiamiento a los combustibles fósiles y brindarle subsidios a los proyectos favoritos. Si los reguladores financieros elaboran unos “riesgos climáticos” de fantasía, y obligan a las empresas reguladas a hacerlo, la regulación financiera podría perder cualquier capacidad de detectar y compensar por los riesgos genuinos, y la política determinará la asignación del crédito.
La regulación financiera y el sistema financiero están en peligro, pero no debido al clima. Contemple el total fracaso de la regulación frente a la pandemia. A pesar de la regulación Dodd-Frank de 12 años, las pruebas de stress, y las armadas de reguladores incrustados, a pesar de muchos planes federales para pandemia y siglos de experiencia con brotes como SARS, H1N1, ébola, SIDA, y la influenza española, los reguladores financieros no lograron considerar que podría venir una pandemia. Sobrevivimos el año pasado no debido a los presagios de los reguladores, sino debido a otro rescate masivo. El sistema financiero sigue estando demasiado apalancado y demasiado dependiente de un rescate todavía más grande que puede que no se materialice la próxima vez. ¿Ahora quieren adivinar el clima?
Necesitamos devolverle su trabajo a la regulación financiera: asegurar que las instituciones financieras tengan capitales adecuados para aguantar los shocks que ninguno de nosotros, ni mucho menos los reguladores, pueden pretender prever. Sí, es aburrido. Usted no será celebrado en Davos por promover unos requisitos de capitales severos. La industria odia que le digan que obtenga más capitales. Pero ese es el trabajo de los reguladores.
No permita que la Agencia de Protección Ambiental regule los bancos y no permita que nuestros reguladores financieros diseñen la política climática. Obtendremos una mala política climática y un sistema financiero todavía más frágil y esclerótico si lo hacemos.
Por John Cochrane
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