Ir al cine en los días que corren es imposible. Las salas de cines están cerradas por la pandemia. Sin embargo, mi afición a ver buenas películas, se mantiene integra a pesar del difícil momento. Particularmente este domingo por ser “Día de la Madre” (mi primer día de la madre sin la presencia en vida de mi santa Madre) me dispuse en la tranquilidad de mi hogar materno, revisar la agenda de algunos canales de películas como HBO y “cazar” un buen film para disfrutar. “Truman” (película español-argentina) con Ricardo Darin, y “Permitidos” (Comedia Argentina) dieron un buen domingo en la tarde. A final del día, ya entrando la noche, en escena apareció NEGACIÓN, una reflexiva película que arroja las ideas que hoy escribo en: UN DOMINGO DE PELÍCULAS.
En el momento justo
Sin saber si se tratase de una de esas casualidades que van configurando el clima de los tiempos, pero la coincidencia del estreno de Negación en un momento de declaraciones confusas, hechos sin contrastar, mentiras 2.0 y neologismos que esconden derivas radicales no ha de verse como algo somero. Protagonizada por una Rachel Weisz que se ha afeado a conciencia para la ocasión, NEGACIÓN contiene todos los elementos para haber aspirado a entrar en la carrera de los Oscar –basada en hechos reales, guionizada por el dos veces nominado David Hare (Las horas) y centrada en un proceso judicial, el caso ‘Irving contra Lipstadt’ (2000), un tipo de género que suele hacer buena fortuna en Hollywood–, pero ni siquiera la suma de todo ello es suficiente para que la cinta se posicionara en la temporada de premios. Sin embargo, el relato de NEGACIÓN es tan pertinente con lo que sucede en estos momentos del siglo XXI que no habría que pasarla por alto.
La película, nos traslada al año cero de este siglo para explicarnos el caso que enfrentó a David Irving (interpretado por un entregado Timothy Spall) contra Deborah E Lipstadt (Weisz). Él es un historiador autodidacta negacionista, es decir, que afirma que el Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial a manos de la máquina ejecutora nazi jamás existió, y Lipstad una historiadora universitaria que investiga para desenmascarar a los negacionistas. La particularidad del caso es que Lipstad, a quien se le había acusado de calumnia, tenía que demostrar que Irving en efecto había mentido, y no al revés. Es decir, tenía que demostrar con pruebas que el Holocausto había ocurrido. Dos detalles complican el proceso: al ser realizada la demanda en Reino Unido, un país con una legislación particular, ella era la que tenía que defender su honorabilidad; y sobre las pruebas del genocidio judío, como muchos saben, no existe ni una sola imagen o notificación oficial que indique que existió la matanza, apenas algunos testimonios de los pocos supervivientes de campos de exterminio como Auschwitz.
Como se desprende de la historia en la que está basada, Negación podía haber construido un drama judicial repleto de aristas y temblores narrativos, pero la poca destreza de Mick Jackson en las tareas de dirección ofrece como resultado un filme algo rutinario. Jackson, que había dirigido El Guardaespaldas (1992), ha pasado los últimos años trabajando en la industria televisiva y ese aspecto acaba marcando la factura y el ritmo de Negación. Aún y así, hay pasajes de la película que destacar, especialmente aquellos que, tal vez intencionadamente, relacionan a Irving con políticos mediáticos como Trump. “Todo esto lo hace por su propia gloria”, se le dice en un momento a Lipstadt y es imposible no reconocer en esas palabras el ruido narcisista que ha tomado la esfera pública con el avance de las redes sociales y otros canales de comunicación. Irving, insiste la película, se ve a sí mismo como un David enfrentándose a los Goliat de la universidad del mismo modo que el Ex Presidente de los Estados Unidos presumía de ser un outsider que nada tenía que ver con la élite económica de su país. Hay muchos otros subrayados en la película que vinculan ese caso con nuestro presente, pero el filme, lamentablemente, no consigue que esos paralelismos se queden en algo más que mera formalidad histórica.
UNA DUDA, es parte de la historia
En cierta forma, Deborah vive el juicio como una vía para honrar a las víctimas del Holocausto, porque, estrictamente, la justicia no existe para los que perecieron, y lo que queda es tan sólo recordar y respetar su memoria, ya que el mundo les falló en su momento.Definitivamente, negar lo que aconteció es un acto despiadado; dudar de las atrocidades que otros seres humanos viven es como volverlas a cometer. Es por ello que el mensaje de este filme es tan relevante y significativo, porque a veces el cine, desde su trinchera, debe tomar posturas y denunciar, debe también intentar frenar los mensajes de odio. Si bien UNA DUDA, es parte de la historia, el Cine debe sacar a la luz procesos como el que se aborda en Negación, para así generar conciencia en el público, para mantener estos temas en la superficie y, de cierta forma, hacerlos parte de la memoria colectiva para quizás ayudar a evitar que sucedan nuevamente.
Tristemente parece ser que el mundo ha olvidado, todo indica que las lecciones de la historia no han sido aún aprendidas, y el planeta se conduele hoy, de nuevo, de un sinnúmero de tragedias terribles, sin embargo, son casos, como el de este juicio, los que nos hacen reflexionar sobre el enorme peso de la inacción y la indiferencia del resto de la humanidad ante tales tragedias.
Twitter / Instagram: @IvanLopezSD
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