Valdo se sentía atrapado. Él se veía como un niño normal, con un montón de ganas de aprender cosas, jugar y divertirse. Pero nada le salía como quería: a su alrededor todos parecían no entender lo que decía, por muy alto que gritase o por muchos gestos o aspavientos que intentase. Y para colmo, ni siquiera su propio cuerpo le obedecía: a veces trataba de hablar y sólo producía ruidos, o quería coger algo y sus manos lo tiraban al suelo, o incluso al abrazar a su madre terminaba dándole un empujón. A veces, incluso, ni siquiera podía pensar con claridad. Aquello le hacía sentir mucha rabia e impotencia, y muchos en su entorno, pensando que era un chico peligroso y agresivo, le dejaban de lado o le miraban con indiferencia. Y cuando esto pasaba, y Valdo se sentía triste, pensaba para sí mismo: “habría que verles a ellos en mi lugar…”. Pero un día, Valdo conoció a Alicia, una persona especial y maravillosa. Parecía ser la única que entendía su sufrimiento, y con muchísima paciencia dedicó horas y horas a enseñar a Valdo a manejar sus descontroladas manos, a fabricar sus propias palabras, e incluso a domar sus salvajes pensamientos. Y cuando, tras mucho tiempo y cariño, Valdo estuvo preparado, Alicia le hizo ver el gran misterio. Sólo necesitó un par de fotografías, de sobra conocidas por el propio Valdo; pero entonces, mucho mejor preparado para entender, se dio cuenta: Valdo y Alicia eran un niño y una joven como todos los demás, atrapados por las deficiencias de sus cuerpos imperfectos. Y ahora, gracias a ella, las puertas de la cárcel se estaban abriendo. (Valdo, Pedro Pablo Sacristán, Cuentopia)
Hoy 21 de marzo, se celebra internacionalmente el Día del Síndrome de Down. Una ocasión especial para sensibilizarnos acerca de esta condición y lo que debemos entender. La Asamblea General de las Naciones Unidas celebra este día para generar mayor conciencia pública sobre el tema y recordar la dignidad inherente, la valía y las valiosas contribuciones de las personas en esta condición, como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades.
El Síndrome de Down NO es una enfermedad. Es una alteración genética donde el azar de la vida provee a estos seres maravillosos de un cromosoma extra-ordinario. Es una combinación azarosa, o tal vez divina, que mezcla, en vez de los 46 cromosomas (23 de mamá y 23 de papá), un regalo adicional para llevar en su ser 47 cromosomas.
El síndrome de Down siempre ha formado parte de la condición humana, existen registros desde tiempos muy remotos y se da en todas las regiones del mundo, teniendo habitualmente efectos variables en los estilos de aprendizaje, las características físicas o la salud.
Gracias a Dios, con los avances y conocimientos que hemos desarrollado en comunidad, además de las legislaciones que apoyan su desarrollo, hemos entendido, en la mayoría de los casos, lo que esta condición implica, y se han desarrollado técnicas y metodologías didácticas que permiten a estas especiales personas, desarrollar todo su potencial. Creativos, innovadores, trabajadores y dispuestos, los encuentras en diferentes empresas e instalaciones trabajando sin descanso y demostrando su valía.
Independencia y confianza son dos elementos demandados en la mayoría de sus casos. Tolerancia y comprensión por parte de la gente, que debe entender y verlos como unos iguales, porque en el fondo, ninguno de nosotros es perfecto, todos cargamos una condición particular y ser diferentes es normal. Respeto hacia ellos, porque al igual que todos nosotros están labrando su porvenir.
Un abrazo muy especial a esos padres abnegados y esas familias comprensivas y entregadas que luchan día a día por encontrar espacios de igualdad y tolerancia, donde sus hijos puedan tener la seguridad y confianza en su preparación. Ellos trabajan duro para que, llegado el momento, puedan abrir sus alas y volar en independencia.
“Si te ríes de un niño diferente, él se reirá contigo, porque su inocencia sobrepasa tú ignorancia…” (Google imágenes)
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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