Dejando Huellas por Arnaldo García Pérez

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Los ves recorriendo las calles afanosamente a pie, en bicicleta y los más afortunados en moto, con la encomienda a mano para llegar a tiempo. Están en las tiendas, restaurantes, cocinas, almacenes y también en trabajos más rudos y pesados. Otros los ves en las calles o en los vagones del metro, alegrando la vida con sus canciones por unas pocas monedas. Algunos, los más favorecidos y en minoría, tienen empleos de oficina o ejerciendo sus profesiones. También los hay emprendedores, con pequeños locales, muchos de ventas de productos de su tierra y otros con pequeños comercios o restaurantes. Todos labrando un porvenir en cualquier rincón. Esa es la Venezuela de la diáspora,…esa es Venezuela por el mundo.

A pesar de lo doloroso que pueda parecer y lo triste de muchos de los escenarios que uno encuentra por el camino o de las historias que se relatan, hay en cada uno de ellos un lugar común, unas características que no sé, si vinieron en el paquete original del ADN o están enclavadas en el modo de nosotros afrontar los retos. La alegría, la confianza, el saberse capacitado para las tareas, los hacen diferentes a muchos otros. Estos jóvenes, porque la mayoría lo son, y también los más adultos que los hay, reflejan en sus quehaceres una pasión por lo bien hecho, una mística y entrega que es reconocida por propios y extraños que los ven abordar las faenas como si toda la vida hubiesen sido camareros, cocineros, mensajeros o mozos de almacén.

Pero si hay algún aspecto que quiero resaltar de esta experiencia que viven en el exterior, es la MADUREZ con que la afrontan. Demuestran estar dispuestos a todo, ofreciendo sus conocimientos por trabajos de menor nivel, pero con la seguridad del conocimiento y la experiencia.

Los jóvenes, independiente del nivel socioeconómico de donde vengan, que fueron criados en lo que yo llamo la cultura de “los muchachos de apartamento”. Muchos eran estudiantes, posiblemente con unas madres amorosas que lavaban, planchaban y mantenían la mesa con comida sin evaluar los sacrificios. Solo era llegar y disfrutar del calor del hogar, sin la obligación por cumplir con obligaciones económicas.  Los mayores, que van desde los 40 hasta casi los 70 años, en una alta proporción profesionales con años de experiencia, que seguro en su país tuvieron empleos dignos, ejerciendo sus profesiones o trabajando en cargos de alto nivel, o eran empresarios, manejando y dirigiendo negocios de importancia, que tienen que luchar adicionalmente con el paradigma de la edad y la jubilación. A todos los ves, diariamente, trabajar impregnados de una fuerza basada en su creencia de saberse capaces para afrontar lo que sea. Una energía alimentada de la necesidad, de demostrarse competentes y dispuestos a dar lo mejor de cada uno. Claro que existen sus manzanas podridas, como en cualquier cultura y generación, pero son de menos y no tienen por qué ensuciar a los muchos que lo hacen honestamente. Hay una diáspora que enorgullece por su disposición, trabajo y honestidad.

No sé si todos ellos volverán en un futuro. No cuestiono y más bien comprendo y apoyo a aquellos que piensen en afianzar su arraigo fuera del país. Ahora estoy seguro que lo harán de la mejor manera. Los que vuelvan, que también serán muchos, nos traerán un enorme aporte a la reconstrucción, porque lo aprendido a fuerza de ese gran esfuerzo, los hará valiosos a la hora de compartirlo con sus compatriotas. Estoy seguro que traerán un enorme aprendizaje y que todos seremos beneficiarios de él. Los que se queden, que sigan enarbolando nuestro gentilicio con orgullo.

Todos somos ciudadanos del mundo y debemos dejar nuestra mejor huella.

Saludos

Arnaldo García Pérez

@arnaldogarciap

www.arnaldogarciap.blogspot.com

 

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