La energía es la capacidad que tiene un sistema para realizar un trabajo. Nuestro organismo extrae la energía de los alimentos para funcionar, los motores de los vehículos recurren a la gasolina o diésel para moverse y el sistema eléctrico busca energía en el agua, el viento, el sol, el carbón o el petróleo.
Como la tenemos tan incorporada a nuestra vida cotidiana, olvidamos cuánto la necesitamos. Pero, basta que se interrumpa el flujo eléctrico para entrar en pánico porque se detiene la producción, las telecomunicaciones, el bombeo de agua potable , las calles se vuelven inseguras a falta de luz, se genera caos vial a falta de semáforos y algunos servicios de salud no se pueden ofrecer porque los equipos no cuentan con suministro eléctrico, además que la calidad de los medicamentos puede verse comprometida a falta de refrigeración.
Es importante anotar que la energía es lo que es, antes o después de transformarse. No se destruye, pero puede manifestarse de distintas formas como energía potencial, cinética o mecánica.
La energía potencial está asociada a la posición de un cuerpo, ya sea respecto a su altura (energía potencial gravitatoria) o sus propiedades elásticas (energía potencial elástica). Por ejemplo, el embalse de una planta hidroeléctrica es energía potencial a la espera de convertirse en cinética. Dependiendo de la altura a la que se encuentre ese embalse, así será su energía potencial.
La energía cinética está asociada al movimiento. Siguiendo con el ejemplo de la planta hidroeléctrica, cuando se abren las esclusas y corre el agua, esa energía potencial del embalse se convierte en energía cinética que permite mover las turbinas de la planta y con ello generar electricidad.
El concepto de energía mecánica permite englobar tanto la energía potencial como cinética de un sistema.
En Centroamérica, por ejemplo, mucha de la electricidad es generada a través de plantas hidroeléctricas. La energía potencial contenida en el embalse se transforma en energía cinética cuando se abren las esclusas y corre el agua para mover las turbinas.
Luego, y gracias a un alternador, esa energía cinética se convierte en energía eléctrica. Cuando, en una vivienda, una persona utiliza la estufa para cocinar los alimentos entonces esa energía eléctrica se vuelve energía calórica.
En todo este proceso, la energía sigue siendo la misma. Sin importar cuantas transformaciones haya tenido, ni cuán rápidas o lentas hayan sido. A esto se le conoce como ley de la conservación de la energía.
Lo que sí sucede es que la energía se degrada, es decir, pierde calidad. Como en cualquier proceso, una parte del material se aprovecha y otro se desecha. Con la energía pasa igual, la energía disponible se transforma en energía útil y el resto es energía de menor calidad como la calórica o sonora, aunque para nosotros como personas esa energía de menor calidad es vital en nuestra vida cotidiana.
Como nos explican las leyes de la termodinámica (y alguna otra ley menos consagrada en occidente), la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Todo es energía y la energía está en todo, incluso en nosotros. Cuando pasa por nuestro cuerpo recibe muchos nombres dependiendo de la cultura o filosofía. En China se denomina Qi (se pronuncia Chi), en Japón Ki, en India Prana, en la antigua cultura griega se denominaba Neuma, en occidente lo solemos llamar Energía vital, incluso calorías en muchos casos, y refiriéndonos a la energía o electricidad derivada del pensamiento, lo denominamos ondas alfa, beta o gamma.
En muchas culturas se han desarrollado ejercicios y métodos para controlar nuestra energía vital, con la intención de canalizarla para un buen funcionamiento del cuerpo, o incluso para sanarnos a nosotros mismos o a los demas.
Si en algo coinciden todos los estudios y culturas acerca de la energía vital, es que su flujo afecta directamente al buen o mal funcionamiento del organismo y de nuestro ánimo, es decir, si en algún punto o “canal” existe un bloqueo energético, este puede afectar a un exceso o defecto de actividad de un órgano o glándula en concreto, y este bloqueo energético a su vez puede nos repercute en algún aspecto psicológico o anímico. Casi todas los estudios y culturas también coinciden en la polaridad de la energía, es decir, toda energía tiene un polo positivo y un polo negativo, y entre ellos se produce un flujo energético.
Según la cultura, cada concepto recibe un nombre, por ejemplo, en India denominaron los puntos energéticos del cuerpo como Chakras. En Japón desarrollaron el Reiki, para controlar el flujo de energía con fines sanadores. En la cultura tradicional china, los canales por los que fluye la energía se denominan Meridianos, la polaridad de la energía se simboliza con el Yin Yang, y el control del flujo energético para la sanación se trata con la meditación, la respiración, el yoga, el chi kun y la acupuntura.
En occidente la Acupuntura china está muy integrada en el sistema de salud estatal o privado, ya que la OMS (Organización Mundial de la Salud), admite su práctica y afirma su eficacia. Son muchos los estudios que se han realizado para intentar averiguar las causas de la eficacia de la acupuntura, sus puntos energéticos y su control del flujo del “Qi“. Aún no se han descubierto las causas de la eficacia de estas técnicas de control energético, pero si que se ha podido demostrar que funciona. Algunos experimentos incluso han podido demostrar que existe un mapa “eléctrico” en nuestra anatomía, al igual que existe un mapa nervioso o del sistema circulatorio. Este “mapa” revela que existen “picos” eléctricos en ciertos puntos de nuestra anatomía, que coinciden con el mapa de meridianos y puntos energéticos del mapa anatómico que se utiliza y estudia en Acupuntura.
La energía vital, como dicen las bases de la física, al ser energía, no se queda en nosotros y muere, sino que se transforma y fluye sin cesar. Por eso existe una “responsabilidad global” para nuestra energía y la energía del Todo, ya que todos estamos conectados, todos formamos parte de un Todo, y nuestra energía afectará inevitablemente en la energía de otros y en la energía global.
Si recapacitamos un poco sobre todo esto, será fácil identificar momentos en los que nos hemos sentido “recargados”, o por el contrario “sin energía”, o momentos en los que la simple presencia de otra persona nos ha afectado “de alguna manera”. La energía existe en nosotros y en nuestro entorno, pero en Occidente, quizá, no somos muy conscientes de este hecho y ni mucho menos somos consciente de que podemos actuar y controlar nuestra energía en nuestro beneficio o el beneficio de otro.
Con información de: latinclima.org
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