Si hay algo que nos enseñaron la pandemia y el confinamiento al que estamos sometidos es que los humanos pueden subsistir sin muchas de las cosas que normalmente consideran vitales. Pero más allá de ese razonamiento, durante este tiempo la naturaleza nos dio una lección que no debemos olvidar: ella puede vivir perfectamente sin nosotros. De hecho, sin humanos invadiendo todos los espacios, la vida silvestre ha tenido la oportunidad de resurgir.
Lo mismo pasó con los océanos y mares. Solo bastaron un par de semanas sin actividades humanas en las aguas para notar un cambio drástico en sus tonalidades y en sus niveles de contaminación.
Lo anterior nos da luces acerca de lo nocivas que pueden resultar las personas para ecosistemas marinos, que de manera constante luchan contra nuestros desechos, sobreexplotación y malos manejos.
Francisco Arias Isaza, director general del Insituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), asegura que lamentablemente la humanidad cree que este es un recurso infinito que está en capacidad de aguantar y de procesar todo. No obstante, hay un límite y llegará un punto en donde se sature. “Hay una especie de indolencia de la humanidad sobre los océanos, y vale la pena resaltar que todas las acciones dañinas sobre los mares son prevenibles”, señala.
Actualmente, las amenazas provienen de dos fuentes: antrópicas (de las personas) y naturales. Las problemáticas asociadas a los humanos son la contaminación, el mal manejo de los espacios costeros por cuenta de la pobreza y la destrucción de los hábitats marinos.
“Si se habla de la destrucción de los hábitats marinos, el problema surge porque la línea costera es un elemento natural de altísimo valor económico, y donde hay interés económico hay unas presiones de uso, y eso casi siempre termina con la destrucción de los hábitats. Sin embargo, sectores como el turismo lo han ido entendiendo, aunque no en todos los casos. Un ejemplo que resalto es el de la costa del Golfo de Morrosquillo, donde pavimentaron las playas para que los turistas tuvieran un mejor acceso. Esas obras no solo propiciaron que el mar se llevara la arena, sino también la misma carretera y los edificios que allí se construyeron. Es decir, se perdió el activo que tenían”, explica Arias Isaza.
Si queremos peces gordos, hay que salvar los mares
Parece una locura, pero el experimento es real: frente a Australia, científicos blanquearon las nubes con el fin de enfriar el agua de mar, frenar el cambio climático y así facilitar la regeneración de la Gran Barrera de Coral. Los especialistas de la Universidad de South Cross y el Instituto de Ciencias Marinas de Sydney extrajeron sal marina y dispararon los cristales al aire. Las nubes blanqueadas reflejaron mejor los rayos del sol de regreso al espacio.
El arrecife de 2.300 kilómetros de longitud es motivo de gran preocupación. Varios estudios han demostrado que el mundo submarino con sus corales ha sufrido la mayor decoloración de su historia. La actual pérdida de color es el tercer mayor daño causado a este Patrimonio Mundial de la Humanidad frente a Australia en los últimos cinco años. Naciones Unidas pronostica que casi todos corales morirán si las temperaturas aumentan en 1,5 grados.
La silenciosa extinción de especies
“Para la mayoría de las personas, la extinción de las especies en el mar es invisible”, dice el biólogo Ulrich Karlowski, intensamente involucrado con los problemas sobre y bajo el agua como autor y trabajador de la Fundación Alemana para la Protección Marina (DSM). “Incontables especies están desapareciendo sin que lo veamos”, dice Karlowski.
La lista de amenazas al mayor ecosistema del mundo es inmensamente larga: la pesca excesiva, la captura incidental no deseada, los desechos plásticos, las toxinas, las sustancias radiactivas, las municiones, la extracción de petróleo y gas, la caza de materias primas, la navegación con motores diésel, la extracción de arena y grava, de sal, los insumos de nutrientes de la agricultura, el turismo, la energía eólica marina, los desastres ambientales temporales, el cambio climático con sus efectos como el aumento del nivel del mar, las inundaciones y la acidificación de los océanos.
Zonas de protección para nuestros mares
El experto en conservación marina de Greenpeace, Thilo Maack, nació con el amor por el mar: creció en la costa y pasó mucho tiempo en y sobre el mar durante sus estudios de biología marina. Maack cuenta que en Greenpeace trabajó durante dos años con científicos de las universidades de York y Oxford y presentó una propuesta: “Si se protege el 30 por ciento de los océanos, tendrán una oportunidad de supervivencia”, concluye Maack.
Con peticiones firmadas por millones de personas, Greenpeace está presionando a los responsables políticos, recuerda Maack. “El objetivo de la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina, por ejemplo, establece que para 2020 los mares europeos, incluidos los mares del Norte y del Báltico, debían estar en buenas condiciones ambientales. La evaluación del estado de ambos mares por parte del Ministerio de Medio Ambiente en 2018 muestra que esto está lejos de cumplirse.
El objetivo de la Política Pesquera Común de la UE era que las poblaciones de peces comestibles alcanzaran un estado máximo de sostenibilidad en 2020. Una meta que no se cumplió, dice Maack. ¿La razón? “Falta de coordinación entre los ministerios de agricultura, transporte y economía. “Lamentablemente los intereses económicos han tenido prioridad sobre la protección marina”, critica Maack.
El biólogo Karlowski también considera que la política de protección marina de Alemania y la UE es inadecuada: “Alemania, por ejemplo, también permite el uso de redes de enmalle en nuestras escasas zonas de protección marina, incluso en el único santuario de ballenas frente a Sylt. En el Parque Nacional del Mar de Wadden, las redes de arrastre de fondo causan daños.
Océanos necesitan áreas silvestres para regenerarse
Hay casi 600 acuerdos y convenciones sobre protección marina. Sin embargo, muchos fracasan debido a guerras civiles, falta de equipo técnico y medios para vigilar el cumplimiento de los objetivos. Alemania apenas en mayo se unió a la Alianza Mundial de los Océanos, cuyo objetivo es proteger un tercio de los océanos del mundo para 2030. La ministra federal de Medio Ambiente, Svenja Schulze (SPD), justificó la adhesión diciendo que quería “reducir los efectos negativos de las actividades humanas, conservar mejor las poblaciones de peces y aumentar la resistencia de los mares al cambio climático”. “Lo que ahora se requiere es un tratado mundial jurídicamente vinculante sobre los océanos, comparable al Acuerdo de París para la protección del clima”, sentencia Maack en vista de que las aguas son en su mayoría territorios internacionales.
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