El cerebro funciona como una unidad estructural y funcional, formada principalmente por dos tipos de células: las neuronas y las células gliales.
Las neuronas están altamente especializadas y sus funciones son recibir, procesar y trasmitir la información a través de diferentes circuitos y sistemas.
Nuestro cerebro es parte de nuestro sistema nervioso central localizado en nuestro cráneo que forma parte de nuestra cabeza. La mente es el término utilizado para describir las funciones superiores del cerebro. Estas palabras se utilizan indistintamente, sin embargo la mente y el cerebro son dos cosas diferentes.
El cerebro es el soporte físico a través del cual se objetivan las funciones de la mente, y se expresan diferentes grados y profundidades de conciencia.
La mente es la capacidad de pensar, razonar, ordenar ideas, crear relaciones entre ellas, concebir cosas, ver con y más allá de los sentimientos.
Repetir una y otra vez diferentes datos, hasta que logramos memorizar una determinada información, no es la mejor forma de aprender.
Diferentes estudios científicos han demostrado que factores como la sorpresa, la motivación, la emoción, el deporte, la novedad, o el trabajo en equipo, son ingredientes indispensables para favorecer y fomentar el aprendizaje y conocimiento.
En tiempos de la escuela en casa, no solo por los pequeños del hogar, sino por el confinamiento que vivimos y algunos aprendizajes que hemos ido ajustando a este modo de vida, gracias al tiempo con libros -que nunca pasarán de moda- o en lo digital -con tutoriales, Webinar, forochat, etc- debemos considerar que precisamente no se trata de memorizar sino de experimentar y una forma sencilla es involucrarnos y poner en práctica acciones positivas en función de ese objetivo.
Ahora bien, te has puesto a pensar si realmente ¿lo que nos hacía felices eran los espacios compartidos? o mejor aún ¿será que no es en dónde sino cómo y con quién compartíamos? ¿son los espacios los que creíamos nos hacían felices y resultó ser que era la emoción que nos causaban las personas con quienes lo compartíamos?… hay tantas preguntas que debemos respondernos nosotros mismos…
Para cambiar lo externo debemos empezar por nosotros. Comencemos a cambiar pequeños hábitos que hacemos automáticamente pero que perjudican a nuestro propio entorno, eduquemos a los más pequeños desde el ejemplo, contagiemos a nuestros familiares no del virus sino de energía positiva, gritemos al mundo que con acciones desde el corazón no necesitaremos memorizar absolutamente nada solo fluirá.
Plantéate metas, cortas fáciles de ejecutar, sin mayor esfuerzo y así mides qué tanto inspiras a otros, comparte tu proceso, déjales saber lo que has logrado con pequeños pasos para ser un individuo más comprometido, responsable y preocupado por los demás. Tu ejemplo es una acción tangible que puede ayudar a que otros se animen a seguir su propio proceso para transformar positivamente el mundo que les rodea y compartimos.
Si comenzamos durante el confinamiento con el solo hecho de ser educados (modo cortesía activa) con los más cercanos; luego de manera gradual vamos respetando las normas frente a la pandemia cuando salimos; comenzamos a respetar las señales de tránsito, respetar el semáforo y respetar a los peatones o conductores en sus tiempo (sea cual sea su caso), aprenderemos fácilmente a hacer valer nuestros derechos en proporción a los deberes (cumpliéndolos activamente) tendremos posibilidad de una vida plena y sana. Seamos nuevos ciudadanos, hombres renovados experimentando buenos hábitos aunque estemos en casa por ahora, repensemos lo que sí y lo que no de nuestras viejas prácticas y reinventémonos para lo nuevo que nos toca vivir después de COVID-19 porque ya nada será igual.
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