Cuando fallan las cosas, todo empieza a cobrar sentido. La vida mezcla ingredientes y saca cosas buenas.
En una oportunidad los discípulos le preguntaron a Jesús,el por qué nacían personas ciegas,¿ quién tiene la culpa que estén ciegos ellos o sus padres? y él respondió : “ Esta cosa no es por haber pecado ellos o sus padres, sino para que se manifiesten en ellos la obra de Dios ”( Juan 9.2-3)
A Dios no se le escapa nada, a veces no satisface las expectativas de los hombres. Suele pensarse que Dios es un rescatista, que nos va a aislar de lo malo, o que se puede tener como un agente de seguros médicos, a quien se acude cuando así se requiere.
Se ignora a Dios cuando las finanzas andan bien. Es común en medio de la sequía desear que llueva, y cuando aparecen las enfermedades, acordarse de que lo común es la salud.
Desde ya mucho tiempo, algo nos quieren decir, pero la humanidad irreverente mostraba resistencia ante la realidad. Por una parte, de frente la insistencia y los gritos desesperados de la naturaleza, cuyos alaridos pidiendo auxilio, mostraban un ambiente contaminado, desolado y triste, océanos cargados de desechos, cerros y bosques ardiendo. Un planeta con lágrimas de lava y cenizas desbordadas desde sus profundidades, campos erosionados por la sequía, el humo que disfraza las ciudades con el aire que asfixia, y la fauna que poco a poco se extingue.
Por otro lado las guerras, los conflictos bélicos por el desmedido afán de las potencias de controlar y dominar; las largas colas de seres humanos desplazados en busca de refugio, las minorías que reclaman no ser discriminados. Así mismo las estadísticas muestran los altos índices de miseria, pobreza y desnutrición que a nivel mundial agobian a una gran parte de los habitantes del planeta.
De igual forma, se ve a una humanidad que se ha dejado aturdir por el poder y el caos de la sobrevivencia, imbuido en el afán de poseer, de acumular riquezas, en muchos casos a costa de la privación de los marginados, cuyos derechos humanos cada día les son violentados.
En tal sentido, los primeros sienten que la misericordia Divina los ha rezagado; los segundos cuyo ego los hace pensar que son afortunado, porque creyeron que al alejarse de sí mismos, de valores y principios, lo material era el camino correcto para sentarse en primera fila.
Ahora bien, en el tiempo también los avances tecnológicos, han llevado al mundo a vivir una socialización, lo que para muchos ha resultado una falsa ilusión de cercanía con allegados “ desconocidos”, tergiversando el verdadero sentido de las redes sociales, cuando en realidad las mismas, constituyen una plataforma útil de comunicación.
De pronto una realidad se hace presente, una pandemia se corona en el planeta, lo arropa. En tal sentido, todos lo desestiman, se quejan, desdicen que : si fue el murciélago, los Chinos, que es intencional, en fin mil y una suposición. Sea quien haya intervenido, esa pandemia comenzó con Adán y Eva cuando desobedecieron, y en el tiempo el hombre ha venido omitiendo sus responsabilidades frente a Dios, así mismo y a la naturaleza.
Esta pandemia, ha sido un detonante, para todos los habitantes del planeta. Es una circunstancia que no define a Dios como castigador, por el contrario son los seres humanos los que están a prueba. Frente a una prueba que se ha posesionado, tal cual como la fiebre, que sólo avisa que algo en el organismo no anda bien y por lo tanto hay estar alertas.
El alma de las ciudades y de su gente se ha cubierto de pesar e incertidumbre; el dolor y la tristeza maquillan con tapabocas la sombra que oprime su respiración. A cada hora el confinamiento frustra a aquellos que no saben qué hacer para satisfacer sus necesidades básicas.
La pandemia es una realidad, donde no importa el lugar aquí, allá, si eres príncipe, rey, rico, pobre, blanco, negro, indio, si se vive en un palacio o en algún suburbio en un pueblo o ciudad .Al aparecer la pandemia, para algunos la pregunta no se hizo esperar: ¿ Qué pasó, qué dejamos de hacer?
Para algunos las respuesta han aflorado, otros tal vez lo han ignorado. Pero es evidente que lo sagrado se nos ha vuelto común, olvidamos las cosas comunes que Dios nos ha dado. Las respuestas están claras en el espejo de un lugar cualquiera; pues tal parece que Dios se vale de maestros-asistentes para llamar la atención, y recordar que hay que “Reordenar las Prioridades”,de modo que se tenga la vida a cuenta con Dios al día, y comprender la necesidad de diferenciar lo temporal de lo eterno. De igual forma suele dar talentos a muchos como a los científicos para que busquen cómo sanar.
Así vemos que al aparecer la pandemia todos nos convertimos en discriminados y potencialmente enfermos. Pero también el estar en confinamiento, ha permitido estar a solas con nosotros mismos; descubrir cuan frágiles somos, donde las fortalezas pasaron a un segundo plano.
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