Conozca el desastre de un mundo sin hielo

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polar bear, Ursus maritimus, swimming through frozen leads in the pack ice, 1002 coastal plain of the Arctic National Wildlife Refuge, Alaska

En Tulcea, una pequeña ciudad rumana en el delta del Danubio, solo los más viejos del lugar saben lo que era patinar sobre el río helado todos los inviernos. Desde hace casi 200 años, el pueblo lleva un registro anual en el que se anota el día en que el caudal se congela, los que dura el hielo y cuándo empieza a romperse. Hasta 1960, casi todos los años el Danubio se helaba en su parte baja. Desde entonces, solo lo ha hecho cinco veces, dos de ellas en lo que va de este siglo. La causa parece ser el cambio climático, la misma que está provocando que las grandes masas heladas del planeta (ya sean perennes o estacionales) se estén derritiendo a un ritmo no visto en milenios.

“Cuando los científicos del clima hablan del hielo y el calentamiento global, muchos piensan en la capa de hielo de Groenlandia o el hielo marino del océano Ártico. La mayoría no se da cuenta de que la cantidad de hielo invernal en los mares y ríos de Europa es un indicador del cambio climático igual de relevante”, explica la investigadora climática del Instituto Alfred Wegener para la Investigación Polar y Marina (Alemania), Monica Ionita, que ha estudiado la evolución de las heladas en el curso del segundo río más largo de Europa.

Antes se solía helar en diciembre y duraba así hasta marzo, con una media de 27 días helado (los años sin hielo rebajan la aritmética). Pero desde mediados del siglo XX la temperatura promedio ha subido 1,5 grados, impidiendo que cuaje y que en Tulcea vuelvan a patinar.

El aumento de la temperatura está también detrás del deshielo ártico. Pero en esta región del planeta el calentamiento es más acusado: se produce un fenómeno conocido como amplificación ártica. Simplificando, el calentamiento es aquí comparativamente mayor (hasta tres veces) que en el resto del hemisferio norte. El hielo derretido expone amplias zonas de aguas abiertas que absorben un extra de radiación solar. En paralelo, al haber menos hielo, éste refleja menor porción de radiación, lo que acaba retroalimentando el proceso. La consecuencia más reciente la han observado los satélites de la NASA. Los inviernos de 2015, 2016, 2017 y este pasado, la porción helada del océano Ártico ha sido la menor desde que hay satélites.

 

 

Información aquí vía El País de España

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